Medidas económicas
Seguridad alimentaria una labor callada
La seguridad alimentaria, como percepción, es algo relativamente nuevo. Ni siquiera después del terrible suceso del Síndrome del Aceite Tóxico, hace ya más de 25 años, quedó instalada de forma estable en nuestra sociedad la Seguridad Alimentaria como preocupación o como valor. Su protagonismo es, por tanto, reciente: Data de finales del siglo XX, que es casi como decir anteayer. Es deseable que la sociedad, sin caer en obsesiones, conceda a la Seguridad Alimentaria la trascendencia que merece. Sin embargo, se diría que hoy estamos ante una situación paradójica: Nadie niega la importancia capital de la inocuidad de los alimentos. Pero, paralelamente, tampoco se valora… O, como la propia salud, no se valora mientras no nos falta. Es una pena que la Seguridad Alimentaria sólo salga a la palestra para ser cuestionada, sólo cobre protagonismo cuando falla o, lo que es peor, cuando las percepciones subjetivas llevan a la falsa conclusión de que la seguridad de un alimento no puede ser garantizada. Es razonable que si preguntamos a los consumidores por la seguridad alimentaria, la consideren como algo que "va de soi", que se da por hecho. Hoy estamos en la sociedad de la funcionalidad de los ingredientes, de los perfiles nutricionales saludables… Ni se da cabida a una fisura en la seguridad. Nos parece muy bien. Esa es la sociedad exigente a la que queremos satisfacer. Sin embargo, aun estando de acuerdo con ese sentimiento, echamos en falta que la ciudadanía sepa que la Seguridad Alimentaria, esa prioridad no negociable, no es el resultado de la casualidad: no viene sola, no es –al contrario– un atributo intrínseco de los alimentos, no es empresa fácil, requiere del continuo esfuerzo y atención de los agentes económicos de la cadena agroalimentaria… ¡No le contamos a la sociedad cuánto hay detrás de un alimento seguro!
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