Congreso de los Diputados
Sus Señorías se aburren mucho
La Mesa del Congreso ha aceptado a trámite una proposición no de ley, presentada por el diputado comunista Joan Herrera, para que se repruebe al Papa Benedicto XVI por sus recientes declaraciones sobre el uso del preservativo. La iniciativa mereció el voto a favor de dos diputadas del PP. Cuesta trabajo creer que vaya a someterse a votación no sólo la reprobación de un jefe de Estado, sino a la más alta jerarquía de la Iglesia Católica. Que el representante de un partido en vías de extinción, como ICV, intente asomar la cabeza y llamar la atención con propuestas peregrinas forma parte del juego político. Pero que partidos con responsabilidades en la gobernación del Estado incurran en tal frivolidad supone una burla a la ciudadanía en plena crisis económica y una afrenta a los católicos, que, a juzgar por cómo se comportan sus diputados, nadie diría que son el 80% de los españoles. Un partido político serio, que se respete a sí mismo y, sobre todo, que respete a sus votantes, no se presta a espectáculos bochornosos, como someter a debate la honorabilidad de un líder espiritual de talla mundial, como es Benedicto XVI. Tampoco se dignifica con decisiones así un Congreso de los Diputados que pasa de puntillas ante sátrapas, dictadores y tiranos disfrazados de jefes de Estado. Deberían tener muy presente Sus Señorías que si ocupan un escaño en las Cortes, razonablemente bien remunerado, no es para que den rienda suelta a sus fobias personales, sino para cumplir escrupulosamente con el mandato de sus electores. Y el PP no lo ha cumplido en el caso que nos ocupa. Resultan pueriles las excusas que se han dado de que la admisión a trámite de una proposición no implica compartir su contenido, como si al cabo del año no se produjeran votos en contra de iniciativas más baladíes y por motivos menos relevantes. No estará de más recordar que en octubre de 2008 los miembros populares de la Mesa calificaron de «grotesca» una propuesta de ERC sobre Educación para la Ciudadanía en la Comunidad Valenciana y, en coherencia, votaron en contra. Es verdad que la Mesa del Congreso debe admitir todo tipo de mociones, salvo las que no tienen que ver con el ámbito político de actuación de la Cámara, como es el caso de la Casa Real. Ahora bien, ¿acaso las opiniones del Santo Padre pertenecen al ámbito de actuación política del Congreso? Más aún, ¿es el jefe del Estado vaticano materia específica del debate parlamentario? ¿En virtud de qué interpretación simplista del reglamento era inevitable dar luz verde a otra «grotesca» iniciativa? No tienen excusa las dos parlamentarias del PP que han allanado el camino a la propuesta comunista, como tampoco la tienen los diputados de CiU y PNV, partidos a los que se supone un electorado mayoritariamente católico. En estos casos, lo coherente y honrado es reconocer el error y disculparse ante los votantes, so pena de que les pasen factura en las urnas. Nadie está libre de cometer errores y de equivocarse aun de buena fe. Humanamente es excusable, pero cuando el error afecta a un partido político que aspira a gobernar lo procedente es analizar las causas y poner remedio para que no se repita. En este punto, tiene especial responsabilidad la portavoz del Grupo Parlamentario del PP, sobre la que recae el arduo trabajo de coordinar la acción y el sentido del voto de todos los parlamentarios populares. Lo sucedido con la moción del Papa no es un buen ejemplo de coherencia, de coordinación y de imagen solvente. Ni el PP en su conjunto ni sus votantes se lo merecen.
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