Elecciones generales

«Suto o muete»

La Razón
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Socialistas y populares están como el chiste. No saben con qué quedarse, con el «suto» o con la «muete». En apenas una semana, la semana de la «tensión», las encuestas han dado un giro casi copernicano. Los populares empiezan a creerse que pueden ganar, y el vértigo tiene a más de uno asomado a la borda echando hasta la «primera papilla». En el otro «barco», el de los «clik de playmobil progresistas», el del PSOE, algunos susurran en oídos de «amplio espectro» que hay que pensar en España y preparar el terreno para una coalición entre los dos «grandes». Imaginen un resultado como auguran las últimas encuestas con un Zapatero en manos de los Carod-Tardà, Ibarreche-Urkullu, Llamazares-Llamazares y dos acompañantes tan fiables como BNG y Nafarroa Bai. Sería una insensatez restablecer con los pactos lo que han negado las urnas. Si todo es tan ajustado como parece es que ha llegado el momento de la «refundación» democrática. Más del 80% de los españoles no pueden seguir «prisioneros» de unas minorías cada vez más exigentes e inflexibles. Si Zapatero no tiene la visión histórica necesaria, o Rajoy la generosidad de jugar a largo plazo, se habrá perdido una oportunidad histórica para corregir los errores de precipitación que se cometieron en aquellos años en los que lo urgente (la democracia) no dejó apenas paso a lo importante (su estabilidad). Si se dan las circunstancias habrá que elegir entre «suto o muete». La «muete» es seguir permitiendo que unos pocos «lleven del ronzal» a la mayoría. El «suto» es poner a prueba el patriotismo, el de verdad, el que pone a los ciudadanos por encima de los «mitos» (se expresen con el acento que se expresen), a los líderes de PSOE y PP. Seguramente (salvo que las urnas nos den la sorpresa y una de las dos opciones se sitúe con claridad por encima de la otra) tener el coraje de optar por el patriotismo genere un monton de «sutos». Pero mientras uno se «asuta» es que está vivo. Las dos grandes opciones nacionales no pueden seguir a «garrotazos» disputándose parcelas de poder mezquino, mientras los minoritarios aprovechan para quedarse con «el santo y la limosma».