Angela Merkel
«Todavía no estáis todos muertos»
Berlín- Winnenden, una idílica localidad próxima a la floreciente Stuttgart, se convirtió ayer en el inesperado escenario de la peor matanza escolar de los últimos siete años en Alemania, en la que 16 personas –incluido el agresor– perdieron la vida. Entre parques bien cuidados y urbanizaciones de clase media, cerca de un estadio de atletismo y de varias canchas de tenis, el moderno instituto Albertville parecía el último lugar del mundo en el que podría suceder una tragedia semejante.Aparentemente, tampoco Tim Kretschmer transmitía la sensación de albergar en su seno a un potencial asesino. Hijo de un matrimonio acomodado, había culminado el curso pasado su formación en ese instituto y jugaba al ping-pong en un equipo de la localidad. Sus compañeros de clase y profesores lo describían como un chico «normal», «reservado», «incapaz de cometer algo así». «Un joven sin características», como lo calificó en un primer momento la edición digital de la revista «Der Spiegel».Sin embargo, tras esa apariencia anodina se escondía una segunda personalidad, sombría, solitaria. «Estaba muy frustrado», revelaba uno de sus pocos conocidos. «Era huraño, alardeaba del mucho dinero que su padre le daba pero siempre estaba solo», evocaba su vecino Michael. Con el paso de las horas, ese perfil sin aristas comenzaba a transformarse en el retrato robot del clásico asaltante a centros educativos. Uniforme de camuflajeEn su habitación, al abrigo del resto de la sociedad, Tim pasaba las horas entre películas de terror y violentos juegos de ordenador. Y su padre, un adinerado empresario amante de la caza, atesoraba una colección de 15 armas con las que el joven solía perfeccionar su puntería. Ayer faltaba la única que no estaba guardada bajo llave: una pistola Beretta.Con ella en la mano y vestido con un uniforme de camuflaje negro del ejército, el adolescente pisó de nuevo su antiguo instituto a eso de las 09:30 de la mañana. Sólo tres minutos después, la Policía Local recibía la primera llamada de alarma. Muchas otras seguirían, procedentes de los móviles de los escolares. «Escuchamos sonidos muy fuertes, pero enseguida reconocí que se trataban de disparos», recordaría después uno de ellos. Tras irrumpir en varias aulas y sin mediar palabra, Tim había comenzado a disparar indiscriminadamente. Sólo una profesora logró hacerle frente mientras cambiaba un cargador, echándole de clase. Alguien le escuchó gritar «¿todavía no estáis todos muertos?». En esos instantes, algunos de los más de 500 alumnos matriculados en el Albertville saltaban por las ventanas empujados por el pánico. Nueve estudiantes de entre 15 y 16 años y tres profesoras fallecerían a consecuencia de los disparos. «Es llamativo que 11 de las víctimas fueran féminas», subrayaba por la tarde el consejero de Interior regional, Heribert Rech. Según otro estudiante, «su novia había cortado con él hacía poco».Huida desesperadaCuando las primeras patrullas policiales arribaron al lugar de los hechos, el agresor todavía estaba en el centro, pero escapó tras un rápido tiroteo. «El ataque estaba completamente planificado; la huida, no», indicaría en rueda de prensa un portavoz de las fuerzas del orden. Con todo, inicialmente, la improvisación le dio resultado: mientras las autoridades decidían sellar la zona con 1.000 agentes y varios helicópteros, Tim abatía a tiros a un trabajador de una clínica psiquiátrica cercana, secuestraba a un conductor y emprendía una fuga frenética a través de las autopistas del sur de Alemania.Cuarenta kilómetros y tres horas después de comenzada su locura, el joven se apeaba en un área industrial de Wendlingen, permitiendo escapar al dueño de la furgoneta. A pie, alcanzaría el aparcamiento de un centro comercial. Una dependienta y un cliente perecerían allí víctimas de sus disparos. Poco después, varios agentes de civil le localizaban y abrían un segundo tiroteo. Dos policías caerían gravemente heridos –lo que habla de la puntería del joven– antes de acertarle en una pierna. «Recargó munición y, según todos los indicios, se suicidó», informaría luego Erwin Hetger, responsable policial. Tras «un día de duelo para toda Alemania» –como lo resumió, afectada, la canciller, Angela Merkel– las autoridades siguen buscando una causa al enajenado comportamiento de Tim. De momento, sólo han encontrado muchas balas en sus bolsillos: al parecer, sus planes eran matar a más gente.
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