Terrorismo
Un atentado que nos devuelve a 2004
El asesinato del guardia civil Raúl Centeno y las gravísimas heridas sufridas por su compañero Fernando Trapero a manos de ETA en la localidad francesa de Capbreton es el portazo, sangriento y brutal, que cierra definitivamente el proceso abierto hace casi cuatro años por el Gobierno de Zapatero a los terroristas con la esperanza de que abandonaran las armas. Por tanto, ha llegado el momento de sacar las conclusiones políticas pertinentes y de reorientar de manera clara y sin ambigüedades la política contra los terroristas. La primera conclusión es que la sociedad española no permite que pase más tiempo sin que se restablezca el consenso entre los dos grandes partidos. El PSOE rompió el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo porque supuso que así se garantizaría el apoyo ferviente de los nacionalistas y que los terroristas apreciarían el gesto.
El espejismo negociador
Durante estos cuatro años se ha alimentado el espejismo de que la negociación política con la banda podría dar frutos, incluso después de que volara el aparcamiento de la T-4 y segara la vida de dos inmigrantes ecuatorianos. Sólo la ruptura de la tregua, en junio del año pasado, pareció convencer a los responsables de la política antiterrorista de que ETA seguiría matando exactamente igual que viene haciendo desde hace 40 años. Aun así, el Gobierno ha seguido aferrado a la vana esperanza de que en el seno de la organización etarra, brazo político incluido, se produjera una escisión que arrinconara en la marginalidad a los pistoleros. Lo demuestra el hecho de que hace muy pocos días se rechazó la propuesta del PP para que el Congreso revocara su permiso para negociar con los terroristas.
Ausencias incomprensibles
Es imprescindible, en consecuencia, la unidad de los partidos contra ETA, sobre todo del PP y PSOE. Ayer se pronunciaron en este sentido Rajoy y Zapatero, pero no habría estado de más que hubieran refrendado sus palabras con la asistencia al acto celebrado en el Congreso. No basta que ambos hablen de unidad: debe parecer que creen en ella. Y ayer no lo pareció. En todo caso, debe quedar claro que la unidad de los demócratas es para derrotar a los terroristas, para vencerles con la ley en la mano y para persuadirles de que jamás se negociará con ellos sino las condiciones de la rendición. Sin esta premisa básica, ETA se sentirá plenamente justificada. Si los pistoleros han vuelto a asesinar es porque no pierden la esperanza de lograr sus objetivos; porque estiman que la violencia es, tarde o temprano, rentable; porque están persuadidos de que la otra parte se acabará doblegando a su estrategia de sangre y miedo. ¿Acaso el proceso negociador no alimentó esas perspectivas? Más allá de que utilizara la tregua para rearmarse y reorganizar sus agotadas estructuras, lo más grave es que la banda criminal ha contabilizado como una victoria que el Gobierno español se sentara a la mesa con ella. Y si en esta Legislatura los etarras hubieran sacado la conclusión de que el camino del terror era totalmente estéril, es muy probable que ayer no hubieran vuelto a asesinar. Pues bien, este atentado devuelve a la sociedad española al año 2004, cuando la política contra el terrorismo se dirigía, única y exclusivamente, a la derrota de los pistoleros mediante la acción policial, la persecución judicial, la cooperación internacional y la unidad de los dos grandes partidos, aunque parte del PSOE no fuera totalmente leal a esa unidad.
Tiempo perdido y desandado
Pero no basta con detener a los que aprietan el gatillo: es imprescindible acorralar a quienes marcan los objetivos y encubren el asesinato. Zapatero ha desandado el camino que aceptó recorrer con Aznar y ha legalizado a parte del brazo político etarra con las siglas PCTV y ANV. Otro grave error, del que fue advertido tan reitertada como inútilmente por la oposición. Es verdad que lo ha enmendado en parte, con el encarcelamiento de Otegi, de otros dirigentes de Batasuna y del entramado Ekin, anteayer mismo. El hecho de que los pistoleros asesinaran 36 horas después del encarcelamiento de cuarenta de sus dirigentes políticos demuestra que fue una gran equivocación haber relegalizado Batasuna con otras capuchas (PCTV y ANV). El paso siguiente, por tanto, es instar la ilegalización de estas organizaciones, que se niegan a condenar los atentados. El presidente Zapatero pronunció ayer un discurso enérgico y riguroso contra los terroristas. Ahora debe pasar a la acción y liderar, con la misma energía y firmeza, la derrota de ETA. Sólo así será reparado el asesinato de Centeno y el de los 205 guardias civiles que han caído en la lucha contra los terroristas.
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