Relaciones EEUU/Cuba

Un debate valioso

La Razón
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Tuvo lugar un momento infrecuente y magnífico cuando el presidente de los Estados Unidos y el ex vicepresidente ofrecieron sus versiones enfrentadas en materia de seguridad nacional en discursos televisados simultáneamente la pasada semana. Si los discursos pronunciados por Barack Obama y Dick Cheney se hubieran emitido en horario de máxima audiencia, el jueves pasado, se habría realizado una contribución aún mayor al entendimiento que tiene la opinión pública de los asuntos ligados de Guantánamo, el trato a los detenidos y la búsqueda de la transparencia.Aquellos que lo vieron escucharon a dos hombres, con conocimiento profundo, pronunciando firme, clara y apasionadamente sus opiniones. Terminé pensando lo satisfactorio e iluminador que era este intercambio en comparación con los debates cuando se presentaban en el cargo, ya que las estrictas exigencias de tiempo impuestas en esos encuentros evitan el tipo de discusión mantenida entre ambos caballeros.En su entrevista con Jon Meacham, de «Newsweek», Obama dijo que de la campaña aprendió que los estadounidenses «no sólo tienen tolerancia sino que también tienen hambre de explicaciones y complejidades, y disposición a reconocer de frente problemas espinosos. Creo que uno de los mayores errores en los que se incurre en Washington es esta noción que dice que hay que endosar chorradas a la opinión pública». Cheney se mostró despreciativo hacia las fórmulas que tienden a preferir los políticos.La idea más firme de Cheney fue la afirmación de que Obama «no tenía ningún plan» de dar salida a los 240 inquilinos de la cárcel de la Bahía de Guantánamo cuando anunció, al poco de jurar el cargo, que las instalaciones iban a ser clausuradas en cuestión de un año. Ese anuncio, en cumplimiento de una promesa de campaña, simbolizaba una ruptura clara con respecto a la administración Republicana anterior, y cosechó elogios a Obama entre aliados europeos. Pero al anteponer el gesto fácil a una estrategia pensada en profundidad, dejó expuesto el flanco a la represalia que permitió que los críticos, como Cheney, cuestionen su rigurosidad en materia de seguridad.El discurso de Obama demostró que ahora ha desarrollado una idea rigurosa de las consecuencias de su decisión de cerrar el penal. Pero un plan específico para la gestión de los casos más espinosos no estará listo hasta dentro de semanas o meses. Hubiera sido mejor que abordadara esa cuestión antes de la maniobra frente a la opinión pública y el Congreso.Pero si Cheney estuvo acertado en que no había ningún plan, Obama argumentó la mejor defensa de la cuestión subyacente de cómo aplicar los valores básicos de América, incluyendo el respeto al Estado de Derecho, cuando amenazan los terroristas.Brilla por su ausencia cualquier prueba que permita a la gente corriente juzgar la afirmación que hace Cheney de que los métodos que Obama ha prohibido ahora fueron necesarios para evitar un segundo 11 de Septiembre. Obama también estuvo fabuloso al abordar el populismo histérico que reina entre los legisladores de ambos partidos, que se sometieron a la exigencia de que ningún terrorista fuera trasladado a nuestras cárceles. Y es valiente para unirse a Cheney en su oposición a los llamamientos, a constituir una «comisión de la verdad» para investigar y castigar a aquellos cuyas prácticas pasadas en seguridad ahora se cambian.Tan firmes como puedan ser sus discrepancias en otros asuntos, Cheney y Obama hacen causa común. Y tienen razón.