«La caja de pandora»: Un volcán apagado

Incomprensible ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián (competía con la magnífica «Still Walking»), «La caja de Pandora» intenta explorar la vida de tres hermanos alienados, reunidos al rescate de una madre anciana que está perdiendo la razón. Cada uno está encarcelado en sus propios defectos: Nesrin no puede vivir sin controlar hasta el más mínimo detalle de su entorno, Güzin no puede liberarse de un hombre casado que no hace más que darle disgustos y Mehmet no puede comprometerse con nada ni con nadie. Aunque Yesim Ustaoglu se preocupa de definir a este trío en una eficaz escena de viaje en automóvil, durante el resto del filme es incapaz de profundizar en su psicología. La película orbita alrededor de un monolito poderoso, una abuela con alzheimer que mira el mundo con la rabia de quien lo ve por primera vez sabiendo que lo ha visto un millón de veces. Esa es la mirada que Ustaoglu pierde la oportunidad de adoptar, reservándole un papel intermitente que sólo la imponente presencia de Tsilla Chelton salva de convertir en un accidente en la decoración de interiores de un cuento moral sobre una familia en crisis. Le faltan argumentos para explicar qué les ocurre a sus personajes, sobre todo en relación a ese volcán apagado (la abuela) que parece dinamitar su estabilidad.