Cataluña
Una copita
Ayer por la noche salí a cenar y me pimplé con la comida, bastante opulenta por cierto, un par de copas de vino blanco y un licorcito, tras el descafeinado, para brindar por una buena noticia. Y debo reconocer que, como diría mi madre, salí del restaurante bastante piripi... Demasiado alcohol, pensé. Pero, la verdad, nada que ver con las cantidades que se meten entre pecho y espalda los jovencitos de dieciséis años en adelante, que se lanzan a la noche para emborracharse. Sólo en Madrid se producen, que se sepan, unas cuatrocientas intoxicaciones etílicas al mes...Y lo más triste es que muchos jóvenes, y algunos que no lo son tanto, salen para emborracharse y no conciben divertirse de otra manera. Yo no sé cuánta culpa tenemos los mayores de que los jóvenes beban como cosacos, pero lo cierto es que nuestra cultura invita a beber y casi aparta a los que no lo hacen. La frase que más se escucha de caseta en caseta en la Feria de Sevilla es la de «tú no te vas de aquí sin tomarte una copita de manzanilla»; copita que en Galicia es de albariño, en el País Vasco de txacolí, en Cataluña de cava y en Levante de agua de Valencia...Pero que siempre está presente en todas las celebraciones y que no es una, sino las que se tercien. En todo caso, lo peor no es lo que se bebe en las celebraciones, sino lo que se bebe diariamente y no se puede dejar de beber. Porque hay que hacer una advertencia: el que no puede prescindir de consumir alcohol ni un solo día, está cerca del alcoholismo. Aunque sólo sea una copita.
✕
Accede a tu cuenta para comentar