Libros

Libros

Una de Corín

La Razón
La RazónLa Razón

Con la lectura de sus novelas las muchachas de clase media no elevaron su techo intelectual, ni se puede decir que en general mejorasen mucho su vocabulario, pero se asomaron a los muros de las fincas de la alta sociedad y descubrieron lo elegantes que quedaban al final de la mano femenina la campanilla de mesa y la pala del pescado. Corín Tellado les abrió los ojos a un mundo de ricos que tenían chófer, jardinero y una señora muy anciana que había empezado de sirvienta en la mansión y con los años había conquistado un retrato en aquella familia culta y adinerada que subía al Norte con los incipientes calores de junio y se instalaba en una casa solariega al borde de la playa de sémola a la que llevaban tres generaciones pasándole la escoba a la arena, y al césped, los caballos. Les descubrió que la resignación no era para siempre y que podría ocurrirles lo que a la chica de la novela, que entraba de sirvienta en la casona de Laredo y no tardaba ni veinte páginas en volver loco al señorito Roberto, que perdía por su culpa el apetito y amenazaba a su augusta madre con renunciar a una brillante carrera de cirujano en Boston si no se consentía lo suyo con aquella joven con cuya presencia se disipaban la modorra del té y aquella heráldica tristeza de abanicos sin aliento y balnearias ventanas entornadas. Por suerte para la joven, el señorito se cae de su caballo de polo y ella vela su inconsciencia con abnegación y ganchillo. Corín Tellado decide entonces ablandar el corazón de la madre del señorito, que sale del coma vestido de Burberry. La historia acaba en boda. Roberto cambia de alma y de peinado y Corín le pone a su chica un vestido de novia que se necesitan dos páginas para ver como pasa la cola...