Somalia
Víctima inocente
Su muerte ha pasado casi inadvertida para este país que presume de su «alianza de civilizaciones». Tenía trece años, vivía en Somalia y fue condenada a morir lapidada por «seducir»a los hombres que acabaron violándola. Nos tendría que resultar repulsivo el uso de la fuerza para imponer un deseo, un criterio, una opinión. Y más aún cuando a la víctima inocente de esa violencia se la convierte en culpable, sin posibilidad alguna de defensa, de compasión o comprensión. Así es. Tenía trece años e hicieron oídos sordos a sus gemidos, a sus peticiones de clemencia, de justicia por la afrenta sufrida a manos de sus profanadores. Y al primer crimen se le sumó un segundo, el de su propia muerte. El uso de la violencia deslegitima por completo cualquier atisbo de razón.
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