Venezuela

Las conexiones de Moscú y el asalto al parlamento: Petróleo venezolano a cambio de dinero ruso

A la luz la implicación del Kremlin en el golpe chavista contra la Asamblea Nacional. Moscú exigió explotar pozos de crudo para canjear la millonaria deuda con Caracas

El presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, atiende a la Prensa ayer en Caracas/REUTERS
El presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, atiende a la Prensa ayer en Caracas/REUTERSSTRINGERREUTERS

La oposición ha comenzado a denunciar la influencia rusa en Venezuela. Como informó LA RAZÓN, las conexiones entre Moscú y las acciones del chavismo para hacerse con el control del Parlamento tendrían un nexo financiero: necesitan que el Legislativo le dé un barniz legal a operaciones de deuda que, constitucionalmente, no pueden concretarse sin aprobación de la Asamblea Nacional.

El diputado Ángel Alvarado, integrante de la Comisión de Finanzas, advirtió la posible ejecución de una operación financiera impulsada por Moscú y Caracas, con la que se pretende dar como garantía campos petroleros venezolanos para canjear la deuda del Ejecutivo con Rusia.

En rueda de prensa, el parlamentario precisó que el plan sería canjear la deuda venezolana y de Petróleos de Venezuela en mercados emergentes como Singapur. «Rusia está presionando para que esas operaciones sean aprobadas por los diputados liderados por Luis Parra –quien se proclamó como jefe del Parlamento en un proceso que violó los mecanismos legales y con respaldo del oficialista partido PSUV–. Pero la Asamblea Nacional, dominada por la oposición, es la única que puede aprobar una operación de canje de bonos de deuda externa», recalcó.

Alvarado hizo énfasis en que Moscú no ha hecho préstamos al régimen de Maduro desde hace tres años, pero el Gobierno sí ha vendido unos 2.000 millones de dólares de bonos venezolanos a través de fondos de inversión en Singapur. Según explicó, la ingeniería financiera moscovita dictaría que los «bonistas» impulsarían el canje de bonos por esos papeles serían participación en campos petroleros, particularmente los manejados por Rosneft, la petrolera rusa.

Ya Maduro, cuando controlaba el Parlamento, hizo una operación similar al conseguir financiamiento del Kremlin poniendo en garantía el 51% de la propiedad accionaria de Citgo, la empresa de hidrocarburos venezolana con sede en EE UU. El también economista explicó que Maduro ha avanzado en el pago de deuda con Rosneft, entregándole 6.000 millones de dólares hasta ahora, pero aún tiene compromisos por saldar: alrededor de 3.000 millones.

De allí la presión de Rusia para que Maduro pueda garantizar que cuenta con una Asamblea Nacional dispuesta a apoyar tales operaciones. Una exigencia que habría impulsado las intenciones de desplazar a Juan Guaidó, el líder opositor cuya reelección al frente de la AN es reconocida por la mayoría de países occidentales. El 31 de diciembre, la agencia Bloomberg informaba de que Moscú «intensificará» los esfuerzos para ayudarlo a afrontar la crisis económica si Guaidó era desplazado. Según el viceministro de Finanzas ruso, Sergei Storchak.

Rusia es el único país que ha respaldado la «elección» de Luis Parra como presidente de la Asamblea. Ayer, el diputado tampoco mostró la lista de quienes lo habrían votado, aunque admitió que la votación fue a mano alzada.

Geoff Ramsey, director de The Washington Office on Latin America (WOLA), comenta a LA RAZÓN que, sin embargo, Rusia no es un socio confiable a largo plazo para Maduro, y él lo sabe. «Los intereses de Moscú se centran en conseguir mayor acceso al petróleo, y Putin trabajaría felizmente con un rival que pueda garantizar este acceso en términos similares o mejores».

El experto en relaciones internacionales Mariano de Alba agrega que «la influencia rusa tiene un peso relevante. Una oportunidad adicional que podría abrírsele a Rusia es si EEUU decide no renovar algunas licencias –como la otorgada a Chevron y otras empresas de servicios petroleros– y compañías rusas asumen, al menos parcialmente, esas operaciones». Y agrega que Rusia y otros –como India– asumen el riesgo de seguir haciendo negocios con Maduro porque lo ven bastante estable en el poder.