Especiales

Wuhan

Un virus nada común: a vueltas con la teoría de la conspiración

Prestigiosos científicos sospechan que el Covid-19 es un patógeno de origen animal, pero manipulado en laboratorio

Un informe del «Washington Post» ha convulsionado la actualidad sobre la investigación del Covid-19, al subrayar el riesgo que representaba el trabajo que el laboratorio chino de Wuhan estaba desarrollando sobre coronavirus en murciélagos. Sostiene este periódico que no hay evidencias de que el virus que hoy atemoriza al mundo haya sido diseñado por humanos, puesto que proviene de animales, pero que eso no quiere decir que no haya salido del citado laboratorio. Al mismo tiempo, la cadena Fox News sostiene que «el paciente-cero» del coronavirus era un empleado de ese laboratorio. En ambos casos se cuestiona la teoría de que todo comenzó en un mercado de pescados en la ya famosa capital china.

Por desgracia, a día de hoy tenemos más incógnitas que certezas con relación al Covid-19, bautizado así por la OMS y originalmente como 2019-nCOV por los chinos. La primera interrogante sigue estando en su origen. Se aseguró que procedía de un animal (la civeta, el pangolín, el caldo de un murciélago infectado), pero este dato no ha sido confirmado, y cobra protagonismo la teoría, al principio considerada estrafalaria, de que se trata de un patógeno manipulado sobre el que estaban investigando los chinos, desde comienzos del año 2000, en el laboratorio Wuhan Institute Virology (WIV), NBS de nivel 4 en bioseguridad, construido con la ayuda de Francia en Wuhan.

Fue precisamente el científico y premio nobel francés Luc Montagnier, codescubridor del virus del Sida (VIH), quien desató la polémica al afirmar, tras estudiar la secuencia RNA del microbio junto a su colega biomatemático Jean Claude Pérez, que el nuevo coronavirus es fruto de un accidente dentro de ese laboratorio de Wuham.

Como pruebas, citaba Montagnier la presencia en su secuencia genética de elementos del VIH e incluso del «virus de la malaria», según argumentó en una entrevista en las webs Frequence-medicale y Pourquoi-docteur, razones que explican el buen comportamiento en la lucha contra el patógeno de fármacos habitualmente usados contra la malaria o el sida, tales como la cloroquina y el liponavir y ritonavir.

Montagnier es un científico de prestigio internacional que en 2008 recibió, junto a su colega Françoise Barré-Sinoussi, el premio Nobel de Medicina por la identificación del virus responsable del Sida (VIH), si bien últimamente es muy polémico por sus opiniones sobre las vacunas y la teletransportación del ADN.

La realidad es que se dijo inicialmente que el Covid-19 era un virus parecido al de la gripe común, por su forma de transmisión, pero el ulterior análisis de su estructura ha demostrado, según estas hipótesis, que se trata de un SARS de nueva generación con material genético del VIH y el virus de la gripe, que desarrolla la sintomatología propia ya conocida de fiebre, dificultad para respirar, tos severa, neumonía, y en los casos más graves afectación renal, coronaria, dermatológica y hepática.

Incógnitas

Aún hoy sigue sin estar claro cuál es su periodo exacto de incubación, calculado al principio en dos semanas, aunque algunas fuentes lo alargan en al menos una semana más, y otras hasta en 30 días.

El Covid-19 en sí no corre ni vuela, está claro, pero se puede transmitir a una distancia más grande que el de la gripe común, de manera que cada persona infectada puede propagarlo a otras cuatro o cinco, o incluso más, con una efectividad de un 83 por ciento de contagios, y una letalidad también mayor.

El misterio de Wuhan

Otra de las incógnitas está en saber cómo China, donde originalmente había miles de contagiados cada día, ha podido lograr erradicarlo en el tiempo récord de tres meses, estando la enfermedad allí estabilizada actualmente en cero casos, con 4.632 muertos oficiales, sin que prácticamente se haya expandido de forma relevante más allá de la provincia de Hubei, capital Wuham. ¿Sólo por el cierre de la ciudad?. Algunos expertos se preguntan si no se ha aplicado ya allí un retroviral o incluso una vacuna sobre las que estarían trabajando simultáneamente en el citado laboratorio NBS-P4, cuya actividad consistía en manipular patógenos para identificar posibles retrovirales y vacunas.

El doctor estadounidense Joseph Mercola, investigador y experto en ciencias de la salud, aporta al debate las opiniones y experiencias de Francis Boyle, especialista en agentes biológicos que lidera una larga batalla contra el desarrollo y uso de biocidas, quien sospecha que el Covid-19 es también un patógeno de origen animal, pero manipulado en laboratorio.

Boyle es licenciado en Ciencias Políticas por la universidad de Chicago y doctor en Derecho por Harvard, y ha sido el promotor de diferentes regulaciones sobre la guerra biológica en la Convención sobre Armas Biológicas de 1972 en Estados Unidos, amén de redactar la Ley Antiterrorista de Armas Biológicas de 1989, aprobada con unanimidad del Congreso y del Senado norteamericanos y promulgada por George Bush.

Como resultado de su labor contra la guerra biológica, que se remonta a los primeros días de la administración Reagan, Boyle ha monitoreado durante años «los brotes misteriosos de enfermedades, tanto en humanos como animales de todo el mundo», que han aparecido desde entonces. Explica que «cuando aparecen estas enfermedades misteriosas e inexplicables, las monitoreo por cierto tiempo, y casi siempre llego a la conclusión de que pueden explicarse por razones normales, como la falta de saneamiento, pobreza y cuestiones naturales. Pero me pareció muy sospechoso el caso de Wuhan».

Filtraciones

Según Boyle, «antes ya se habían producido filtraciones de SARS de esta instalación», cuya «única razón de existir era la investigación, desarrollo, análisis y almacenamiento de agentes biológicas». Y añade que, «por tal razón, expresé mi punto de vista, sobre que este coronavirus de Wuhan se había filtrado de esa instalación NBS-4… tal vez a mediados de noviembre».

Las instalaciones del laboratorio epidemiológico Wuhan P4 no son ni secretas ni ilegales: constituyen un centro de investigación designado por la OMS, involucrada en este tipo de investigaciones de manera habitual, y construido en cooperación con la firma bioindustrial francesa Institut Merieux y la Academia de Ciencias de China. Forma parte de un puñado de laboratorios autorizados para tales actividades, en diferentes zonas del mundo, que consisten en la manipulación de patógenos de la clase P4, o sea, virus mutantes muy peligrosos que presentan un alto riesgo de transmisión de persona a persona.

Dice Boyle que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de la industria farmacéutica de los Estados Unidos también han intervenido en muchos de los brotes relacionados con virus biológicos. A este respecto, subraya que «la pandemia del ébola en África occidental se originó en las instalaciones de NBS-4 de Estados Unidos localizada en Sierra Leona, pues estaban haciendo pruebas sobre una vacuna que contenía virus de ébola vivo».

«En cuanto a los CDC -añade- han estado involucrados en todos los estudios científicos sobre agentes biológicos NBS-4 que pueda imaginar… Según los registros públicos, durante la administración Reagan, los CDC realizaron 40 envíos de agentes biológicos de alto nivel a Sadam Hussein en Irak, con la idea de que los utilizara contra Irán». El problema es que cuando la guerra terminó «las fuerzas militares de Estados Unidos recibieron la orden de hacer explotar las instalaciones biológicas de Sadam Hussein (...) y esa no era forma de lidiar con este tipo de elementos, de manera que acabaron contaminando al ejército norteamericano, pues fue el agente causal del denominado Síndrome de la Guerra del Golfo, que acabó con la vida de 11.000 soldados e incapacitó a otros 100.000».

Los CDC son Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention, CDCP), una agencia del Departamento de Salud de Estados Unidos, especializada en el desarrollo y la aplicación de la prevención y control de enfermedades así como de la salud ambiental. Tienen su sede en Druid Hills, en el Condado de DeKalb, Georgia. Su director también es administrador de la Agencia de Sustancias Tóxicas.

Según Boyle, el Gobierno norteamericano ha invertido la cantidad de 100.000 millones de dólares, desde el 11 de septiembre de 2011 hasta octubre de 2015, en programas biológicos. Y estima que Estados Unidos cuentan con alrededor de 13.000 científicos de ciencias de la vida que trabajan en la industria biológica.

Antrax

Boyle subraya cómo las pandemias también se han utilizado para restringir la libertad de la población. Por ejemplo, el miedo causado por el ántrax de 2001 se utilizó para impulsar la firma de la Ley Patriótica, que fue el primer paso para eliminar muchas de las libertades individuales e instaurar un estado de vigilancia total. «Me parece que tales resultados son mucho más preocupantes que el riesgo de contraer la infección». Y añade: «Lo que se denomina como Amerithrax surgió de un laboratorio y programa biológico del Gobierno de los Estados Unidos», que según él tendría una gran reserva de Amerithrax, «un ántrax creado con nanotecnología con el grado de superarma y 1 billón de esporas por gramo, que es solo es la punta del iceberg de los agentes biológicos existentes».

Boyle también explica como el otoño pasado, por ejemplo, realizaron un simulacro en la Universidad John Hopkins sobre coronavirus. Este tipo de ejercicios son un eufemismo. Las estimaciones indicaron que acabaría con la vida de 65 millones de personas.

John Hopkins –añade– «está muy involucrada con este trabajo biológico. Cuenta con una instalación NBS-3 que anuncia con orgullo en su sitio web… y que justifica al decir que desarrollan vacunas. Y eso está bien… pero ¿cómo lo hacen?: pues recorren el mundo, buscan cualquier tipo de enfermedad, hongo, virus o bacteria terrible que pueda imaginar. Luego, lo llevan a laboratorios NBS y desarrollan algún agente biológico por medio de ingeniería genética del ADN y biología sintética… Una vez que tienen este agente, proceden a desarrollar una vacuna, porque el agente no es útil a menos que puedan crear una vacuna para proteger a su propia población».

Y concluye: «Desarrollan vacunas para tener agentes biológicos, por lo que la investigación consta de dos elementos: en primer lugar, el agente, y en segundo lugar, la vacuna».

Con todo lo anterior, cabe preguntarse: ¿cuál es la actividad de los laboratorios e instalaciones NBS, como la NBS-4P de Wuhan? La respuesta sería que trabajan con agentes de procedencia animal y desarrollan vacunas y retrovirales. Como conclusión, que sería importante que alguien de la OMS, dado que esta organización mundial participaba y conocía el laboratorio de Wuham, aclarara específicamente en qué programas de investigación estaban centrados en esas instalaciones en los meses de noviembre/diciembre de 2019, cuando presumiblemente surgió el nuevo virus en la ciudad china.