China

Maduro y el amparo iraní

Ni Putin ni el régimen comunista chino arriesgará demasiado intercediendo por el sucesor de Chávez

Maduro says the goal of the failed sea raid was to kill him
Nicolás MaduroMIRAFLORES PRESS / HANDOUTEFE

Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, ha hecho una de las revelaciones más importantes en lo que va de año con respecto a la crisis en Venezuela y el necesario rescate de su democracia: «He pedido a mi equipo que actualice nuestros planes para reabrir la Embajada de Estados Unidos en Caracas para que estemos listos para volver en cuanto Maduro se haga a un lado». Las declaraciones tienen tres propósitos.

El primero de ellos y quizá más obvio, ratificar el compromiso de la Administración Trump en la causa por la libertad en Venezuela. Sobre todo, impulsando un gobierno de transición que le permita a los venezolanos elegir libremente a un nuevo poder ejecutivo. El segundo propósito de la afirmación, es el reordenamiento interno y un mensaje a sus propias filas para que el tema Venezuela no desaparezca de la agenda de sus cuadros medios. Y en tercer lugar, y el más importante de los tres, es un mensaje a Maduro y a sus acólitos. En otras palabras, les reitera que el final se acerca, que la determinación es inamovible a pesar del coronavirus y que se preparen para su pronta salida.

Estas declaraciones las ha hecho en un contexto particular. Concretamente se trata de un nuevo movimiento del régimen chavista. Todo parece indicar que tanto los chinos como los rusos están cada vez más lejos y renuentes de seguir apoyando a un régimen acusado de narcoterrorismo por Estados Unidos y con una serie devastadora de sanciones y presiones diplomáticas. Allí, ambas potencias tienen mucho que perder y poco que ganar. A pesar del deterioro de las relaciones de China con Trump y de la relación inestable de Rusia con los norteamericanos, lo cierto es que son vínculos necesarios de ambos con la primera potencia de Occidente. En este sentido, ni Putin ni el régimen comunista chino arriesgará demasiado intercediendo por el sucesor de Chávez y por quienes lo secundan.

Maduro lo sabe, China y Rusia desean desvincularse del problema. A partir de allí el usurpador da un paso más radical y busca una cercanía mayor con la teocracia iraní. Por un lado, siguen llegando aviones del Gobierno de Irán a Venezuela; no se sabe bien con qué propósito. Algunas fuentes más conservadoras aseguran que traen repuestos para las deterioradas refinerías de petróleo venezolanas. Otros más audaces han afirmado que Irán ha ofrecido a Maduro seguridad personal y general. Esto implica, la instalación de grupos armados y seguramente vinculados a grupos terroristas como Hizbulá.

Si con China y Rusia habría espacios de triangulación, con Irán eso es prácticamente imposible. No existe posibilidad de tender puentes de negociación si en realidad Maduro formaliza y profundiza ese vínculo. Por tanto, habrá que ver si la radicalización del chavismo representa un intento para generar temor y estimular un retiro de Estados Unidos de la jugada o en realidad Maduro está dispuesto a «morir con las botas puestas».