
Corea del Norte
Choi Min-kyung, la voz que rompió el silencio del terror norcoreano
La primera desertora en llevar a Kim Jong-un ante un tribunal busca justicia por crímenes del régimen

Una voz solitaria ha osado romper al opresivo silencio que asfixia a Corea del Norte, desafiando a un régimen donde el miedo es dogma y la disidencia, un delito capital. En un insólito reto, Choi Min-kyung, una mujer norcoreana de 53 años, ha presentado una demanda histórica contra el líder supremo, Kim Jong-un, y su cúpula directiva en un tribunal de Seúl, erigiéndose como la primera desertora nacida en la nación hermética en llevar al régimen a los tribunales. Sobreviviente a torturas y vejaciones en un campo de detención, su acción llena de coraje busca la reparación por las afrentas sufridas, y aspira a desmantelar el velo de impunidad que ampara a uno de los sistemas más despóticos del mundo.
Corría el año 1997, impulsada por un anhelo de libertad, Choi cruzó la frontera hacia China, persiguiendo un horizonte libre de opresión. Sin embargo, el destino le infligió un revés cruel: en 2008, fue capturada y repatriada a Corea del Norte, donde soportó cinco meses de tormento en un centro de detención en el condado de Onsong. Allí, según su testimonio, fue sometida a torturas físicas, abusos sexuales y una violencia sistemática que dejó cicatrices indelebles en su cuerpo y psique. "Las pesadillas persisten, y los medicamentos son mi único paliativo", confesó con sobriedad. Tras años de tentativas frustradas, logró escapar nuevamente en 2012. Hoy, desde el otro lado de la frontera, preside la Asociación de Familias de Víctimas de Prisión en Corea del Norte, transmutando su sufrimiento en un instrumento de resistencia sin doblegarse.
La demanda, interpuesta el viernes en un tribunal de Seúl, señala al dictador Kim y a seis altos funcionarios, incluido el Ministerio de Seguridad del Estado, epicentro de la represión estatal. Choi reclama 50 millones de wones (unos 47.500 euros), pero su lucha trasciende lo pecuniario. "Mi deber es exponer la verdad y dar voz a los silenciados", afirmó. Respaldada por el Centro de Datos para los Derechos Humanos de Corea del Norte (NKDB), la acción combina una demanda civil con una penal, un enfoque sin precedentes que aspira a establecer un nuevo estándar en la defensa de los derechos humanos.
Allanar el camino para demandas colectivas
Hanna Song, directora del NKDB, subrayó la trascendencia de este proceso: "Esta demanda es un acto de reconocimiento para las víctimas y una proclamación de que las atrocidades del régimen no pueden seguir siendo ignoradas". El caso, según Song, podría sentar las bases para una rendición de cuentas internacional, con planes de elevarlo a instancias como la Organización de las Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional. El objetivo es allanar el camino para demandas colectivas que expongan la maquinaria de violaciones sistemáticas perpetradas por la estructura de poder norcoreana.
Entre los letrados que representan a Choi destaca Lee Young-hyun, un fugitivo que marcó un hito al convertirse en el primer abogado norcoreano en ejercer en el Sur. Su participación en el caso no solo refuerza su dimensión jurídica, sino que simboliza la resistencia de quienes han conocido el peso del régimen en carne propia. Aunque los tribunales surcoreanos han emitido fallos contra Corea del Norte en el pasado -como en 2024, cuando se ordenó indemnizar a cinco desertores japoneses-coreanos-, estos veredictos son en gran medida simbólicos, dado que Pyongyang desoye toda jurisdicción extranjera. No obstante, para las víctimas, estas resoluciones constituyen una validación de su sufrimiento y un homenaje a quienes aún languidecen bajo el despotismo.
El caso de Choi arroja luz sobre la creciente valentía de quienes, a pesar de los riesgos mortales, denuncian las barbaridades sufridas. Cada año, aproximadamente 1.000 personas huyen del país, enfrentándose a castigos que van desde el internamiento en campos de trabajo hasta la ejecución sumaria. La represión se ha recrudecido con leyes que penalizan incluso el consumo de contenido extranjero, sofocando cualquier vestigio de disidencia.
La huida hacia Corea del Sur, a menudo a través de la Zona Desmilitarizada plagada de minas terrestres o de terceros países como China y Rusia, es un periplo cargado de peligros. Las mujeres norcoreanas enfrentan horrores particularmente atroces: más del 60% de las niñas y mujeres de entre 12 y 29 años que escapan son víctimas de trata, vendidas a burdeles en ciudades fronterizas chinas o forzadas a matrimonios con hombres rurales, según el Instituto Migration Policy.
"Un alarmante 15% son coaccionadas a participar en prácticas de cibersexo, sometidas a abusos retransmitidos en directo para una clientela predominantemente surcoreana", denuncia la organización. Ocultas por traficantes o esposos, viven bajo la amenaza constante de detención y repatriación, donde les esperan tortura, trabajos forzados o internamiento en campos de prisioneros políticos.
Discriminación social y barreras entre los huidos
Con todo, una vez en territorio surcoreano, reciben ciudadanía automática tras un proceso de orientación de tres meses, junto con un pago único de 8 millones de wones (unos 7.600 euros), incentivos por formación profesional, subsidios de vivienda y apoyo laboral. Sin embargo, la integración es un desafío formidable. Las tasas de desempleo y abandono escolar entre ellos duplican la media nacional, y muchos enfrentan discriminación social y barreras en un sistema educativo y laboral hipercompetitivo. Las tasas de ideación suicida son significativamente más altas, reflejando el trauma acumulado y el aislamiento en una sociedad que, pese a sus promesas, a menudo los relega a los márgenes.
La lucha de Choi Min-kyung no es meramente un acto de reparación personal, sino un testimonio de resistencia que ilumina el camino para quienes aún sufren bajo el yugo norcoreano. Cada paso en este proceso es un desafío al mutismo impuesto, una afirmación de la dignidad humana y un recordatorio de que, incluso en los abismos de la tiranía, una voz resuelta puede avivar la llama de la justicia, según analistas.
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