Coronavirus

Un confinamiento en ultramar (LXIII): Inés valiente y tarde

Puede que logre arramplar con algunos apoyos entre los votantes al sanchismo. Pero juraría que está sentenciado

Una mujer y el empleado de un puesto del madrileño mercado de Maravillas, con Pedro Sánchez de fondo en televisión
Una mujer y el empleado de un puesto del madrileño mercado de Maravillas, con Pedro Sánchez de fondo en televisiónLuis DíazLa Razón

Los diarios del confinamiento son también los paseos delante del ordenador para contemplar a los políticos españoles. En una sesión de leones y hienas, en una tarde para el arsénico por compasión, el gobierno, comandado por un sociópata, volvió a zamparse a una oposición demasiado cruda y unos aliados que, como ERC, viven para la cicuta y no saben sino apuñalar al que se arrima. El recital de un Pedro Sánchez que no conoce escrúpulos, vergüenza o bridas, fue propio de un político con corazón de escualo y reflejos de áspid. Alguien que cambia de de barco en mitad de la galerna sin que le de la risa. Sin aflojar la pose ante el espejo. Sánchez ejecuta, va de poli bueno mientras personajes del calibre de Adriana Lastra o el inefable Ábalos aplican el electroshock de la injuria en los genitales de los díscolos. Sánchez te ofrece su mano y sus lugartenientes la pistola para volarte los sesos: acepta todo, cerdo, o asume que paseemos tu nombre por las telecomedias y los patíbulos mediáticos. Manual de supervivencia para cocodrilos, amiguitos. Ese que aconseja abandonar a unos golpistas, xenófobos, impresentables, para dar de la mano a la bella y valiente Inés.

Un salto de los que hacen época, adiós a ERC, hola Ciudadanos. Que no le impedirá mañana volver al redil de los enemigos de la nación y los ideales revolucionarios, recuerden, libertad, igualdad, fraternidad y unidad indivisible de la patria, y que básicamente establecen que uno no puede darle una patada al tablero en cuanto sucede algo que te disgusta. Sánchez volverá a ERC porque el PSOE no es más que una prolongación del ego sanchista y correa de transmisión de las aspiraciones inconfesables y/o los indisimulados complejos de señoritos traidores del PSC, acaso el partido más nefasto de los últimos años. Sánchez, y no la emocionante, austera, inteligente Margarita Robles, que defendió a las Fuerzas Armadas, o Javier Zaragoza y no Felipe González, son la nueva normalidad de un partido peronizado/podemizado por el inane discípulo del publicista como solución al hundimiento de la pujanza socialdemócrata. Enfrente, bueno, al lado hasta dentro de quince días, quedó Inés Arrimadas, sensata y valiente, adulta, y que hace apenas tres años protagonizó una de las gestas más conmovedoras de la reciente historia europea.

Cuando cercada por los escuadrones nacional fascistas en Cataluña, injuriada por los enemigos de la racionalidad y la justicia redistributiva, abandonada por los tibios, machacada por los cómplices del golpismo, alcanzó la victoria para el frente ilustrado, liberal y democrático. Lo hizo poco después de que unos políticos felones, sucesores de los militares del 23-f, asaltaran el estado de Derecho tras envenenar los acuíferos morales de Cataluña. Entiendo la jugada. Ciudadanos necesitaba marcar territorio, acotar distancias, con el PP. Al que los naranjas, de un tiempo a esta parte, seguían con tragicómica, involuntaria necedad de sosias. Pero como escribió el filósofo un partido político no puede cambiar de principios. No de forma tan evidente, precipitada y buitre. No puede, vamos, si se trate de un partido y no de una organización cesarista, Alí Babá de la izquierda, como lo que queda del PSOE. Ciudadanos fue, pudo ser, la alternativa moderna, el comodín de luz, que hubiera permitido que los dos grandes partidos despidieran el (lucrativo, también para ellos) chantaje de la carlistada. ¿Bisagra? Bah. Más bien cuña en el mecano del relato antiespañol. Pero Albert Rivera, que iba para Platini, se quedó en Martin Ødegaard o Nicolás Anelka tras su episodio de funambulismo, enardecido por los comentarios de los pelotas y los echadores de cartas, cuando renunció a la mitad del alma del partido y, todo seguido y no siempre por esa razón, ejecutó a muchos de los mejores. Quiso sustituir al PP, destrozarlo mediante una OPA. Le regaló la mitad del voto al PSOE y la otra al PP. No es país para viejos. Tampoco para formaciones que hagan valer una cierta ponderación o medida. Para Ciudadanos la maniobra de Arrimadas, a la que tanto debemos, a la que tanto admiramos, a la que tanto queremos, llega tarde. Puede que logre arramplar con algunos apoyos entre los votantes al sanchismo. Pero juraría, y ojala me equivoque, que está sentenciado. Una tragedia, otra más, para sumar a la arcada de contemplar al PSOE con Bildu, no olviden Navarra, o junto quienes, como Rufián, llevan meses, años, empeñados en renovarse a perpetuidad un palco en el Congreso, pues hay que ver lo bien que algunos viven en Madrid, a cambio de hundir el 78 y, con el 78, a los españoles.