Sucesos

“Pagué 27.000 euros para que secuestraran a mi hijo”

Padres divorciados contratan a agencias para que atrapen a sus hijos a la fuerza e, incluso, que los saquen del país

Adam fue acusado de secuestro en el Líbano en 2016 después de que los dos hijos de la madre australiana Sally Faulkner (en la foto) fueran secuestrados en una calle de Beirut.
Adam fue acusado de secuestro en el Líbano en 2016 después de que los dos hijos de la madre australiana Sally Faulkner (en la foto) fueran secuestrados en una calle de Beirut.FacebookArchivo

Louise Screene (nombre ficticio) estaba en la puerta del colegio, como cada día, esperando junto a otros padres a la salida de los niños. Pero ese día iba a ser distinto. Sin darse cuenta y sin saber de dónde salieron, dos hombres bajaron de un coche y cogieron a sus dos hijos, de 9 y 6 años y los metieron a la fuerza en un coche.

Louise no puede quitarse de la cabeza ese instante: los gritos de los los niños, el ruido de los golpes dentro de coche, el sonido de las ruedas derrapando sobre el asfalto durante la apresurada huida. Corrió todo lo que pudo detrás de ellos, hasta dejarse el alma, pero el terror y la impotencia la dejaron sin voz. No pudo evitarlo.

Louise y Andrew se divorciaron y no llegaron a un acuerdo sobre la custodia, que un juez le concedió a la madre. Pero el padre no se conformó con la decisión y decidió recuperarlos, a la fuerza. Como fuera. Y contrató los servicios de una “agencia”, que tras el pago de la tarifa permitió el reencuentro que, incluso podría haberse producido fuera del país si así lo hubiera solicitado, informa “DailyMail”.

A pesar de que parezca una práctica esporádica, no es así. Las tasas de divorcio son cada vez mayores y la globalidad implica la movilidad territorial de cada vez más personas, con lo que recuperar a unos niños y llevarlos al extranjero no es nada extraño. De hecho, los secuestros parentales son cada vez mayores y sin importar la brutalidad de los métodos utilizados por estas “agencias” o el impacto psicológico, a veces irreparable, que provocan hechos tan traumáticos en los menores.

Reunite, es una organización benéfica británica que que ayuda a los padres cuyos hijos han sido secuestrados y cada año analizan entre 500 y 600 casos de secuestro. A pesar de que el Tribunal de la Haya establece unas normas claras sobre la prohibición de que los padres saquen a un niño de su país de “residencia habitual” sin el consentimiento del otro, establece también que en los casos en los que esto no se cumpla, se debería garantizar que los niños secuestrados sean enviados a casa en un plazo de seis semanas.

Pero en realidad, esta norma es papel mojado. Los tribunales tardan un promedio de dos a cinco años en resolver estos casos, y muchos países como India y Emiratos Árabes Unidos no han firmado la Convención, lo que dificulta aún más la repatriación. Por lo tanto, no es de extrañar que muchos padres desesperados recurran a agentes de recuperación.

Según Reunite existen alrededor de diez agencias de este tipo en todo el mundo. Sus críticos afirman que se aprovechan de los padres vulnerables para enriquecerse. De hecho, algunas están acusados de no investigar si el padre que ha arrebatado al niño de su expareja (el 70% de las cuales son madres) está huyendo de la violencia o el abuso, por lo que el niño podría estar en peligro si se le devuelve a su otro padre.

Las agencias defienden su papel y afirman que intervienen donde las autoridades oficiales fallan y que su fin principal es ayudar a los padres que no tienen a quién acudir. Pero claro, detrás de esto hay un interés económico. Para los padres es muy tentador que les ofrezcan reunirse con sus hijos en un par de semanas a cambio de una determinada cantidad. Pero lo que muchos no quieren ver si saber es que en la mayoría de los países el secuestro parental es un delito penal, por lo que pueden acabar en la cárcel. Lo que supondría un doble castigo para el menor. Primero, sufrir el trauma del secuestro y después ver cómo después de reunirse con su padre, éste acaba entre rejas.

Por suerte, un agente de recuperación logró encontrar a los niños mientras trataban de subirlos a un avión con destino a Oriente Medio. Los niños tenían moratones por todo el cuerpo y tuvieron pesadillas durante un tiempo, según recuerda su madre, que todavía teme que su exmarido vuelva a intentar llevarse a sus hijos. Su marido nunca reconoció que pagara por el secuestro, pero estaba en el aeropuerto esperándoles.

La que sí reconoce que contrató a una agencia fue Barbara Walker, que quería recuperar a su hijo de seis años secuestrado por su padre en Egipto, en 2014. Tuvo que pagar 25,000 libras (unos 27.400 euros), la mitad por adelantado. Pero el plan falló en dos ocasiones y cuando Barbara reclamó la cantidad pagada, le fue negada. Tuvo que esperar a 2018 para reunirse con su hijo, gracias a las gestiones del Ministerio de Relaciones Exteriores. “Hubo días en que me preguntaba si estaba vivo”, reconoce Barbara, que también oculta su nombre por miedo a sufrir represalias. “Recurrí a una agencia porque las autoridades no me estaban ayudando y estaba desesperada”.

Barbara conoció a Akhem, de vacaciones en Egipto en 2002. Se casaron en 2004 pero pronto comenzaron los malos tratos. Era una persona muy violenta. A pesar de ello, no se separaron hasta 2007, cuando Barbara estaba embarazada. El juez le dio la custodia a la madre y en una de las visitas, Akhem sacó al niño del país. Un juez le dio la razón en dos días, pero la justicia egipcia se negó a cumplir la orden de regreso del menor. Así que decidió contratar a la agencia.

Debate

A pesar de todo, estas agencias defienden su utilidad. Adam Whittington, un exsoldado británico que dirige Child Abduction Recovery International, está convencido de que equipos como el suyo hacen un trabajo esencial. “Esta industria es, sin duda, necesaria... El sistema es una absoluta desgracia. Ignoran descaradamente la difícil situación de los padres y los niños en el extranjero”.

Colin Chapman dirige Child Recovery Australia e insiste en que su negocio es ético. “¿Es un arrebatamiento o simplemente estamos enviando a los niños de regreso a un país civilizado donde ambos padres pueden tener otra oportunidad para criar a un niño?”, se pregunta. “Creo firmemente que lo que hacemos está bien”, insiste.

Aunque realiza verificaciones de antecedentes penales de los padres antes de aceptar trabajar para ellos, admite que algunos a los que ayuda pueden haberse escapado: ”Alguien podría fácilmente ser un violador asesino con hacha, drogadicto y no lo sabríamos. Si alguien quiere subvertir el sistema, es muy difícil atraparlo”.

Admite que su industria atrae a “oportunistas” que están “para estafar a la gente”, pero dice que incluso aquellos con una ética dudosa son capaces de recuperar niños. Y siente poca simpatía por los padres a los que les está quitando hijos. “Muy a menudo se dirigen a un país del tercer mundo que no tiene sistemas de protección. Me pregunto si se protege a los niños o si se los utiliza como arma”, añade.