En su primera gira europea como jefe de la diplomacia chilena, Andrés Allamand (Santiago, 1956) ha podido explicar el interesante proceso constituyente abierto en su país tras el estallido social de hace un año. Sobre Venezuela, ve imprescindible la unidad de la comunidad internacional y la oposición para impulsar la transición democrática que acabe con una “anomalía en América Latina”.
¿Qué espera Chile de la llegada de Biden a la Casa Blanca?
El Gobierno de Chile ve bien a la Administración Biden porque queremos a un EE UU involucrado en los problemas globales y no aislado y distante de los mismos. En consecuencia, creo que la Administración Trump significó un giro equivocado. Estuve presente cuando el presidente Biden llamó al presidente Piñera y su mensaje fue que al día siguiente de asumir iba a volver al Acuerdo de París. Vamos a tener a EE UU involucrado en instancias multilaterales e, incluso, esperaría que la nueva Administración desbloqueara la situación en la Organización Mundial de Comercio. Biden puede significar un aire positivo en la escena internacional.
¿EE UU volverá a mirar a América Latina?
América Latina salió del radar durante los últimos cuatro años. A corto plazo, soy un poco escéptico de que vuelva a ser una prioridad para EE UU porque va a tener que realizar un giro en diferentes áreas del mundo, lo que veo como una oportunidad para Europa. Nosotros vemos con buenos ojos la idea de una Europa potente y con autonomía estratégica. Si Europa quiere jugar un rol más principal, necesita a sus aliados y sus aliados naturales están en América Latina.
¿Confirma en en que se puede firmar pronto el nuevo Acuerdo de Asociación con la UE?
Tengo una opinión muy positiva del avance de las negociaciones y creo que es razonable esperar que éstas terminen el primer semestre del próximo año. A lo que Chile aspira es a tener acceso al mercado para el 100% de productos en los que aún se mantienen restricciones. Debe ser equilibrado con las indicaciones geográficas, que es la principal reclamación de la Unión. Sobre la solución de controversias, la posición europea es avanzar hacia un mecanismo más de cortes que de arbitrajes.
Chille se ha sumado al resto de países que no han reconocido las elecciones en Venezuela...
No podemos reconocer legitimidad electoral a un proceso que no tiene ningún atributo democrático. Tras el no reconocimiento, deberá producirse una doble convergencia. Para facilitar la transición en Venezuela, disponemos de varias instancias: el Grupo de Lima, el Grupo de Contacto, el Grupo de Estocolmo, Estados Unidos... El planteamiento chileno es que debe haber una convergencia entre ellos para que la comunidad internacional hable sobre Venezuela con una sola voz. La segunda convergencia debe producirse en el interior de la oposición venezolana, que tiene un grado ostensible de fragmentación y de falta de cohesión. Si algo sabemos de las transiciones a la democracia en el mundo es que esta combinación de unidad de la oposición y de la comunidad internacional generan elementos que van coadyuvando al proceso. Yo creo que fue un grave error de la Administración Trump plantear frente al caso venezolano que «todas las opciones estaban encima de la mesa». Chile siempre se opuso a ese planteamiento por inviable y poco realista que terminó siendo un disparo en los pies. La transición en Venezuela debe ser pacífica, electoral y comandada por los propios venezolanos.
¿En diálogo con una parte del chavismo?
Hay que generar las condiciones para que franjas políticas de adhesión al régimen crucen el pasillo hasta la transición democrática. Obviamente, la amenaza de una intervención externa no contribuye al objetivo.
El chavismo parece cada vez más aislado en la región...
Venezuela es una anomalía en el paisaje democrático de América Latina. Nosotros, que somos una trayectoria de éxito de crecimiento económico y progreso social, no somos inmunes a los estallidos sociales. Pero con una mirada más lejana y usando la expresión de Huntington, la tercera ola democratización no ha tenido un proceso de reversión en el continente y, en consecuencia, tener enquistada en el centro de la región una dictadura pura y dura es una anomalía
¿Cómo hace frente el Gobierno chileno a la actual ola de refugiados venezolanos?
Si en España hay más de 500.000 venezolanos, esa cifra es superior en nuestro país. Chile ha sido un importante país acogedor del éxodo venezolano. Hemos implementado medidas prácticas como una visa especial de responsabilidad democrática y hemos estado colaborando en el Grup de Quito para generar condiciones de colaboración. Más de cinco millones de venezolanos han abandonado su país y es, objetivamente, un problema grave.
¿El estallido social de hace un año ha deteriorado la imagen de Chile en el exterior?
Chile tiene un buen ganado prestigio internacional y el estallido generó atención por lo improvista, pero la forma en que ha canalizado a través de un procedimiento democrático, participativo e institucional el conflicto habla muy bien de nuestro país. Noto un gran respaldo al proceso político chileno desde el exterior y se le mira con mucha atención porque Chile es un caso de libro de lo que algunos denominan la «trampa del progreso». Los países que progresan no son inmunes a los estallidos sociales. Lejos de aminorar las demandas sociales, hacen que éstas se acentúen y se agranden, Por tanto, el aprendizaje es que las trayectorias de éxito no generan inmunidad contra el malestar social.
La otra razón por la que veo que hay tanta atención es porque en Chile existe hoy, como en muchas democracias del mundo, un abismo entre la dirigencia y la ciudadanía. Y esa crisis de representación no es particular de Chile, sino que es general. La tercera razón es que muchos se interrogan sobre cuáles son las respuestas que el proceso chileno puede entregar para encontrar salidas a la crisis. Nosotros vemos con bueno ojos que acompañen el proceso y hagan ver buenas prácticas que puedan tener en cuenta los constituyentes chilenos para redactar una nueva Constitución. Creo que el proceso constituyente español del año 78 puede ser una referencia muy significativa para el proceso chileno.
¿Qué reformas debería incorporar la nueva Constitución?
La Convención Constituyente dispone de amplia autonomía, pero para condensar en una frase lo que, en mi visión, es el mayor anhelo de la ciudadanía chilena es iniciar una nueva etapa en la que se mantengan los pilares que han generado el progreso social y económico de Chile, pero incorporando elementos principales de inclusión, cohesión social y mayor igualdad.
¿Cómo está afrontando el Gobierno las consecuencias económicas de la pandemia de coronavirus?
En el caso chileno, la caída del PIB va a estar alrededor del 6%, una cifra muy inferior a muchos de los países de la región. Las previsiones de recuperación indican que Chile va a ser uno de los países que van a poder recuperarse más rápidamente. En el interín, el Gobierno ha adoptado una batería de políticas públicas fundamentalmente en tres direcciones: ayudas directas a los hogares más vulnerables a través del Ingreso Familiar de Emergencia; programas de protección del empleo para evitar situaciones de despido que luego cuesta mucho revertir; y medidas de apoyos crediticios a pequeñas y medianas empresas, que son las principales generadoras de empleo en Chile. Creo que el Gobierno, una vez que esta crisis comienza a quedar atrás, va a obtener un adecuado reconocimiento por su gestión tanto en el ámbito sanitario como el económico.
Sin embargo, la popularidad del presidente Sebastián Piñera se ha resentido...
La popularidad presidencial es un bien escaso en estos tiempos, pero el balance de la gestión de los Gobiernos ha de hacerse al término de los mandatos y no durante los mandatos. Yo creo que el Gobierno del presidente Piñera, cuando exista la perspectiva del tiempo, se le van a reconocer tres méritos importantes: haber sido él quien convocó al acuerdo político que permitió encauzar el estallido, un manejo muy profesional y certero de la pandemia y la forma en la que se ha llevado la crisis y la velocidad con la que el país se va a recuperar.