Análisis

Johnson y la crisis de Ucrania: ¿es hora de nuevas alianzas?

El ‘premier’ británico anunció la creación de un pacto trilateral junto con Polonia y Ucrania destinado a fortalecer los lazos entre Reino Unido y Europa del Este

Boris Johnson (izq.) posa con el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, antes de sus conversaciones por la creciente tensión entre Kiev y Moscú
Boris Johnson (izq.) posa con el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, antes de sus conversaciones por la creciente tensión entre Kiev y MoscúPeter NichollsAgencia AP

El primer ministro británico, Boris Johnson, visitó Kiev la semana pasada para anunciar la creación de una alianza trilateral junto con Polonia y Ucrania destinada a fortalecer los lazos entre Reino Unido y Europa del Este. Reino Unido, que tiene la fama de criticar a Rusia, surgió como un firme partidario de la causa ucraniana. Asimismo, parece que la Gran Bretaña post Brexit busca desesperadamente sus roles tanto a nivel global como regional.

Actualmente, hay unos cuantos países que podrían considerarse europeos, pero que por diferentes razones aún no están dentro o fuera de la Unión Europea. Entre ellos estarían Turquía, Ucrania, Noruega, Suiza, Bielorrusia y algunos países balcánicos. Todas estas naciones juntas, además de Reino Unido, representan al menos a 220 millones de personas y poseen 5,5 billones de dólares en PIB combinado. Una vez consolidados, podrían emerger como un factor importante en la política europea situando a Londres casi al mismo nivel equitativo que Bruselas.

Para lograr dicha tarea, la nueva alianza debería contar con un objetivo más ambicioso que causar algún dolor de cabeza a Vladimir Putin. El verdadero fin debería ser traer a todas las naciones mencionadas a Europa sin que suponga ampliar la UE. Si uno desea saber cómo se puede conseguir esto, debe mirar 60 años atrás en la historia.

Cuando Reino Unido todavía deseaba unirse a “Europa”, pero los franceses lo mantuvieron cuidadosamente fuera de ella, los británicos crearon la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC) compuesta por siete países. A medida que prevalecía la UE, la AELC, que fundada por la Convención de Estocolmo en 1960, perdió importancia y para el año 2000 solo Noruega, Suiza, Islandia y Liechtenstein seguían siendo sus miembros. Pese a ello, la institución aún existe. El tratado de Estocolmo de 1960 fue reemplazado por la Convención de Vaduz de 2001, y la AELC, junto con la UE, forman el Espacio Económico Europeo (EEE).

Los actuales miembros de la AELC no tienen voz en las decisiones de la UE, siguen muchas de sus reglas, no obtienen fondos de la PAC de la UE ni de los programas de desarrollo, y contribuyen económicamente al presupuesto de la UE para acceder al mercado paneuropeo.

Dicho esto, ¿por qué Reino Unido no debería volver a la AELC e invitar a los países de Europa del Este a unirse? Bruselas perdería así su principal argumento en contra de la ampliación: su falta de voluntad para pagar a las naciones más pobres de la región; en cambio, el presupuesto de la UE se beneficiaría de su estatus AELC. Se resolvería el problema de la UE con la ampliación, se festejarían las ambiciones de Reino Unido y se erigiría el nuevo “muro del Este” contra Rusia. Evidentemente, Bruselas se reuniría con todos los países que aún no forman parte de la UE y se convertirá en una Europa auténtica de múltiples velocidades con la que muchos políticos llevan soñando desde hace tiempo. ¿Por qué no intentarlo, señor Johnson? Este hecho puede resultar mucho más exitoso que la alianza Londres-Varsovia-Kiev.