Opinión
¿Desde Rusia con amor?
La reunión entre Vladimir Putin y Xi Jinping de la semana pasada ha causado gran revuelo entre los analistas de relaciones internacionales de este país. Muchos han sido los que han advertido del posible nacimiento de la gran nueva alianza antioccidental o antiliberal. Si bien Moscú y Pekín comparten una cierta aversión hacia el orden mundial actual y buscan la evolución hacia uno más multipolar, la realidad es que, más que aliados, estas dos potencias son grandes rivales geopolíticos.
Los mensajes de unidad que lanzaron ambos Gobiernos tienen que ser recibidos con cierto grado de escepticismo, y es que la tensión en Europa del Este no le conviene a China. Pekín atraviesa serias dificultades económicas que podrían agravarse si la situación en ucrania se deteriorase. Las consecuencias en los mercados internacionales, en particular en el energético, pondrían en jaque la recuperación de una economía con un apetito voraz de energía cuya generación depende, en gran medida, de fuentes importadas.
Por otro lado, los intereses de estas dos potencias no coinciden más allá de una oposición a la hegemonía liberal. En realidad, desde el Pacífico al Ártico, pasando por Siberia y las regiones del lejano Este ruso, sus intereses se encuentran claramente enfrentados. Pekín aspira a ser una «gran potencia polar» para el año 2030, algo que enajenaría a Moscú.
Asimismo, para el año 2030, la población de origen chino en la región más oriental de Rusia habrá sobrepasado a la local. No olvidemos, además, la pugna entre ambas potencias por el control de Asia Central, otrora integrada en la URSS y hoy parte trascendental de la nueva ruta de la seda de Pekín. La realidad es que Xi y Putin no son tan amigos como algunos nos harían creer.
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