Malestar

Macron se enfrenta a la huelga de los diplomáticos franceses: “Seremos el único país sin una diplomacia profesional”

Un colectivo de unos 500 trabajadores del Ministerio de Exteriores denuncian la “erradicación brutal del cuerpo diplomático” tras la aprobación de la reforma de la función pública

El presidente francés Emmanuel Macron
El presidente francés Emmanuel MacronSTEPHANIE LECOCQAgencia EFE

Es uno de los cuerpos de la administración más discretos y que menos ruido hace y, sin embargo, ahora alza su voz. Por primera vez en 20 años, los diplomáticos franceses están llamados a la huelga. El detonante ha sido la reforma de la alta función pública deseada por el presidente Macron, que tendrá consecuencias en la carrera diplomática. 

Aunque el malestar de este movimiento lleva tiempo cocinándose y no responde sólo a la coyuntura de la agenda del actual jefe del Estado francés. El cúmulo de reformas y la continua disminución de los recursos ha ido provocando el cansancio y el desconcierto del personal año a año y es ahora, justo cuando Macron inicia su segundo quinquenio y en vista de unas elecciones legislativas que se anuncian fundamentales para que el nuevo Ejecutivo tenga una mayoría para articular sus reformas, cuando ese malestar se quiere evidenciar públicamente.

Durante los últimos días, en un movimiento sin precedentes, muchos diplomáticos de alto rango, embajadores y directores regionales han publicado su apoyo al movimiento en Twitter bajo el hashtag #diplo2métier (diplomático de oficio). Algunos nombres como las embajadoras de Kuwait, Claire Le Flécher y Véronique Aulagnon, de Omán, han anunciado que irán a la huelga, mientras que otros, como el director de asuntos políticos de la Cancillería, Philippe Errera, han retuiteado un artículo de opinión publicado recientemente por el colectivo de 500 jóvenes diplomáticos que junto a seis sindicatos están detrás de este movimiento. Sin embargo, fuentes diplomáticas explican que este movimiento debe ser entendido como un “grito de alarma” y que de ninguna manera supone amenazar la protección de los conciudadanos o intereses franceses por el mundo.

Lo cierto es que esta situación se produce en un contexto complicado, tras más de dos años de Covid y una sucesión de crisis encadenadas: desde la evacuación de Kabul tras la victoria de los talibanes en agosto de 2021 hasta la guerra de Ucrania, la expulsión de diplomáticos por parte de Rusia o la crisis con Mali con repercusiones en todo el Sahel. Según las cifras oficiales, el Ministerio de Asuntos Exteriores emplea a unos 13.500 trabajadores entre permanentes, contratados, contratados localmente, etc. En el centro de la polémica está la nueva reforma de la alta función pública que pretende crear un nuevo cuerpo de administradores del Estado y establece que los altos funcionarios ya no estarán adscritos a una administración concreta, sino que, por el contrario, se les invitará a cambiar regularmente a lo largo de su carrera.

En otras palabras, Macron pretende abrir la diplomacia a especialistas de otros terrenos y conecta con una de sus obsesiones: sacudir los corporativismos de la política y la sociedad. La idea no es acabar con las funciones de embajador o prefecto, sino fomentar la movilidad entre esos cuerpos. Para los diplomáticos -unos 700 directamente afectados por la reforma- esto significa una fusión y una desaparición progresiva, de aquí a 2023, de los dos órganos históricos de la diplomacia francesa, los ministros plenipotenciarios (embajadores) y los consejeros de asuntos exteriores. Los diplomáticos denuncian que la reforma amenaza la influencia global de Francia, potencia nuclear, con la tercera red de misiones internacionales más importante del planeta sólo detrás de Estados Unidos y China.

El ministerio de asuntos exteriores, al que acaba de llegar como jefa Catherine Colonna, diplomática de carrera cuyo nombramiento se interpretó como un mensaje al personal, asegura que ha “establecido un diálogo social de calidad” con todos los sindicatos. Su antecesor, Jean-Yves Le Drian, ministro de Exteriores de Macron desde 2017, se oponía a la reforma.

Francia es un país acostumbrado a las huelgas y manifestaciones, también de funcionarios públicos. Es poco habitual, en cambio, que quienes protesten sean los que ocupan los eslabones más altos de la Administración. La huelga anterior fue en 2003 contra los recortes financieros y de personal. Esta huelga, más adscrita a movimientos en redes sociales y artículos que a manifestaciones presenciales, puede entenderse como otro episodio en el pulso entre el poder político y el administrativo. En una tribuna publicada en Le Monde el 25 de mayo, quinientos empleados del Quai d’Orsay alertaron del riesgo de “supresión brutal del cuerpo diplomático”. En la tribuna argumentaban que a partir de esta reforma sea más fácil en el futuro para los dirigentes políticos recurrir a nombramientos de complacencia.