Inmigración

2.500 migrantes menores de edad han llegado a España en lo que va de año

ACNUR lamenta la retirada de los buques europeos que realizaban operaciones de búsqueda y salvamento frente a las costas de Libia, un país que “no puede considerarse como un país seguro”.

Chalecos salvavidas rodean una embarcación usada por migrantes en la isla de Lesbos
Chalecos salvavidas rodean una embarcación usada por migrantes en la isla de Lesboslarazon

Según el último informe de ACNUR, “Travesías Desesperadas”, han llegado a Europa unos 80.800 migrantes y refugiados a través de las tres principales rutas del Mediterráneo (Grecia, España e Italia) hasta el 30 de septiembre, lo que supone una disminución del 21% respecto al mismo periodo del 2018, cuando esta cifra rondaba los 103.000. Desde estos puertos, muchos de los migrantes retoman su viaje hacia los diferentes países europeos. Un viaje que no está exento de peligros.

La ruta de entrada al continente que más personas han seguido es la de Grecia: unas 46.100 personas lograron llegar desde Turquía (más que España, Italia, Malta y Chipre juntos), la mayoría de ellos por mar.

El informe incluye el testimonio de Yusra Mardini, embajadora de Buena Voluntad de ACNUR y nadadora del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados en las Olimpiadas de Río de 2016, que ilustra el horror al que se tuvo que enfrentar cuando tenía 17 años y abandonó su hogar para huir de la guerra de Siria, y se embarcó junto con su hermana en el viaje hacia Europa por esta ruta: “Subimos a un bote junto con otros 18 pasajeros, entre los que había familias con niños. Todos sabíamos que muchas personas encuentran la muerte en la travesía que nos disponíamos a emprender. Todos estábamos igual de asustados. Pero todos estábamos igual de desesperados por escapar de la violencia”, decía la joven refugiada.

Mardini también apela a la comunidad internacional, y especialmente a la Unión Europea para señalar que “nadie elige ser refugiado, abandonarlo todo por un futuro incierto. Pero mientras siga habiendo guerras, personas como mi hermana y yo se verán obligadas a tomar decisiones parecidas. Y cuando las personas que huyen de esas situaciones violentas y hacen esas travesías desesperadas llegan a Europa, todos debemos aportar nuestro granito de arena”.

Los centros de recepción e identificación de las islas de Egeo están extremadamente saturadas (casi se quintuplica la capacidad máxima) y ese hacinamiento genera muchos problemas, tanto para la salud como para la seguridad, como deficiencias en las condiciones sanitarias, riesgo de incendios, aumento de tensiones, escasez de recursos básicos, dificultad de acceso a la asistencia médica, (...)

Otra de las rutas es la que tiene su origen en Libia, y su destino en los puertos de Italia. Miles de personas, en su mayoría subsaharianos, pasan semanas caminando para huir de sus países y llegar a las costas de Libia, desde donde embarcan para tratar de cruzar el Mediterráneo. Un viaje donde se cree que han perecido unas 637 personas, lo que supone un 63% de las muertes en el Mediterráneo. Las redes de tráfico y trata de personas los retienen durante meses y les someten a abusos, torturas y violaciones.

“A”, un niño somalí de 15 años, relata su experiencia a su paso por Libia cuando tenía 13 años: “Cuando llegamos a Libia nos encerraron en un sótano, más o menos grande, con muchas otras personas. Lo peor fueron los tres primeros días. Nos pedían dinero de nuestras familias constantemente, y cuando decíamos que no lo teníamos empezaba la violencia, golpes, violaciones, (...)”.

ACNUR también denuncia la decisión de la UE de retirar los buques que realizaban operaciones de búsqueda y salvamento frente al litoral libio, y ha pedido implementar un mecanismo de desembarco en los puertos seguros de la región; excluyendo de esta definición a Libia: “Libia no se puede considerar como un puerto seguro, y no se debe desembarcar a ninguna persona en este país tras su rescate en el mar”. Y es que, el 58% de las personas que partieron de Libia fueron desembarcadas de nuevo en sus costas, generalmente por la Guardia Costera Libia.

La ruta con destino a España ha visto un descenso del 46% respecto al mismo periodo de 2018 por la cooperación entre las autoridades españolas y las marroquíes: unos 23.200 refugiados y migrantes llegaron por mar y por tierra. La mayoría de estos migrantes proceden de Marruecos (29%), Guinea (14%), Mali (13%), Costa de Marfil (11%) y Argelia (8%). De acuerdo con el informe, al menos 315 personas han muerto en el mar tratando de llegar a España.

Más de la cuarta parte de los migrantes y refugiados que han llegado a Europa este 2019 eran menores (2.500 en el caso de España), muchos de ellos viajaban sin la compañía de sus padres o de un adulto conocido. El viaje es especialmente duro para ellos, porque son especialmente vulnerables a la violencia, los abusos y la explotación.

Ya en el continente, tampoco están exentos de peligros: desde el año 2015, al menos 34 menores han muerto intentando cruzar ríos, escondiéndose en camiones, ... cuando intentaban llegar a sus países de destino sin ser descubiertos. Pascale Moreau, directora de la oficina de ACNUR para Europa, avisaba que «en Europa es frecuente que se aloje, especialmente a los menores no acompañados, en grandes centros con una supervisión mínima, quedando de nuevo expuestos a abusos, violencia y trastornos psicológicos, además de aumentar el riesgo de que vuelvan a desplazarse o desaparezcan».

Además los menores quedan a su merced porque a menudo los tutores y los trabajadores sociales están desbordados: el informe señala que, en ocasiones, cada uno es responsable de hasta 75 menores. De acuerdo con el Derecho Internacional, los menores refugiados y migrantes deberían tener acceso a la educación básica. Pero en la práctica, los obstáculos legales y administrativos impiden que muchos de estos menores tengan acceso al sistema educativo.

Entre otras medidas, ACNUR solicita abordar el hacinamiento en los centros de recepción donde se alojan menores no acompañados y separados de forma urgente. Así como desplegar de nuevo los buques de búsqueda y salvamento europeos frente a las costas de Libia. Y poner fin a las prácticas de “devolución automática” a las personas que buscan protección internacional.