Elecciones en Egipto

La abstención deslegitima la victoria anunciada de Al Sisi

Los egipcios muestran su malestar con el presidente con una participación del 40%

Una mujer muestra una fotografía del presidente Al Sisi tras votar el miércoles en El Cairo
Una mujer muestra una fotografía del presidente Al Sisi tras votar el miércoles en El Cairolarazon

Los egipcios muestran su malestar con el presidente con una participación del 40%.

Tres días no fueron finalmente suficientes para cosechar una participación que no dejase en evidencia la farsa electoral celebrada esta semana en Egipto para dar una apariencia democrática a la revalidación del mandato del Presidente del país, Abdelfatah Al Sisi.

Según los datos preliminares recogidos por distintos medios estatales, la participación se situaría en torno al 40%, unos siete puntos por debajo del ya tímido 47,5% registrado en las presidenciales de 2014. Al Sisi, por su parte, habría conseguido unos 22 millones de votos (90%), lo que supone unos siete puntos menos que en los últimos comicios, y su rival de paja, Mustafá Musa, habría quedado en tercer lugar con 721.000 sufragios (3%), superado por los votos nulos (7%). Los resultados oficiales se publicarán el próximo lunes.

Dado que nadie dudaba de la victoria del ex jefe del ejército, la única incógnita que suscitaban los comicios era la cantidad de electores que el régimen de Al Sisi conseguiría movilizar, especialmente después de mostrar síntomas durante los tres días que han durado las votaciones de que el número de sufragios estaba siendo alarmantemente bajo.

En la última jornada de votación, la Autoridad Nacional Electoral (ANE) asumió el papel de agitador y decidió extender la hora de votación una hora más de lo previsto (hasta las 22 horas) después de que su director, Ibrahim Lashin, volviese a amenazar por la tarde con aplicar una multa de 500 libras egipcias (unos 25€) a todos aquellos que hubiesen cometido el “crimen electoral” de no haber acudido a su cita con las urnas.

Un porcentaje de participación alejado del de 2014, como finalmente ha sido el caso, supone un revés para Al Sisi a la hora de afrontar con legitimidad su segundo mandato, en el que deberá seguir aplicando las impopulares medidas acordadas con el Fondo Monetario Internacional a finales de 2016 para enderezar la economía.

Para evitar este escenario, tanto Al Sisi como Mustafá Musa rogaron en reiteradas ocasiones a los egipcios que acudieran a su cita con las urnas. Y para ser consecuentes con su petición, ya durante la primera jornada de votación buena parte de las máximas autoridades del país, como los dos contendientes, el Primer Ministro Sherif Ismail y su gobierno, o el Papa copto Tawadros II y el Gran Imán de Al Azhar Ahmed El Tayeb, desfilaron por sus colegios electorales correspondientes.

Asimismo, los adeptos de Al Sisi se habían volcado también en esta dirección y habían puesto a disposición del electorado todos los incentivos posibles para intentar elevar la participación: desde transporte gratuito hasta equipos de animación, pasando por pagos, comida y otros alicientes como el del gobernador de Behera, una gobernación ubicada al noroeste de Cairo, que prometió mejorar los servicios de abastecimiento de agua en aquellas localidades que registrasen un mayor porcentaje de participación.

Haciendo caso omiso de la caída de popularidad que mostraban todos los indicios, Al Sisi aseguró al poco de concluir las votaciones que "la voz de los egipcios es, más allá de toda duda razonable, un testimonio de la voluntad de nuestra nación de imponerse con fuerza”. “La escena de los egipcios haciendo fila en los colegios electorales es mi orgullo y es un testigo silencioso de la grandeza de nuestra nación”, expresó a través de Twitter.

En esta misma línea, para los ciudadanos que a pesar de todo se acercaron a las urnas, y que principalmente se trataba de personas mayores y mujeres, las elecciones eran una buena excusa para exhibir su patriotismo y agradecer al rais sus servicios prestados.

“Al Sisi nos libró de los Hermanos Musulmanes”, comentaba a este periódico Imad, un abogado acabado de votar, en referencia al golpe de Estado ideado por el rais en 2013 y la posterior persecución del grupo islamista. “Con él Egipto es un país fuerte y seguro”, seguía, antes de recordar: “Fíjate en Siria, Iraq o Yemen. En Egipto tenemos estabilidad”.

En una línea más retorcida, Salem Rawash, un vecino de Giza, llevaba aún más allá la hazaña del ex jefe del ejército. “Estados Unidos apoyó a los Hermanos Musulmanes a través de Qatar para destruir Egipto y entregar el Sinaí a Israel y así poder establecer allí a los palestinos”, apuntalaba convencido a La Razón. “Al Sisi es un hombre inteligente con visión militar, y puede defender a Egipto de las agresiones extranjera”, consideraba.

Como muestran los resultados, sin embargo, la mayoría de egipcios se han mantenido al margen de un espectáculo que han observado con desdén. “Si ya conocemos los resultados no podemos hablar de elecciones reales”, se quejaba a La Razón un vecino de El Cairo antes de achacar: “[Los comicios] han sido tan solo tres días de teatralización para hacer ver que en Egipto vivimos en democracia”.