Estados Unidos
Alarma en Europa ante los vientos proteccionistas desde Estados Unidos
Trump beneficiará fiscalmente a las multinacionales que opten por crear empleo en el país
Trump beneficiará fiscalmente a las multinacionales que opten por crear empleo en el país
Cualquiera que se molestara en escuchar a Donald Trump por encima de la propaganda captaría que uno de sus argumentos estrella para obtener el voto fue el del regreso de empleos a EE UU. Según el entonces candidato, las empresas estadounidenses se habían llevado las fábricas fuera del país y él haría todo lo posible para que esos puestos de trabajo retornaran. Al igual que sucedía con otras afirmaciones de Trump, ésta provocaba entusiasmo, pero también incredulidad, e incluso desprecio. Sin embargo, en apenas unas horas, el presidente electo ha conseguido convencer a dos grandes multinacionales del automóvil. A través de Twitter, Trump ha dado las gracias a Ford por cancelar sus planes para construir una planta en México e invertir ese dinero en EE UU. «Esto es sólo el inicio. Todavía queda mucho más por venir», añadía.
En números redondos, Ford Motors cancelaba una inversión de 1.600 millones de dólares en México y, a cambio, anunciaba la inversión de 700 millones en una planta en Míchigan. La razón dada por el presidente ejecutivo del gigante automovilístico, Mark Fields, para adoptar esta decisión era un «voto de confianza» en Trump. Sólo unas horas antes éste había amenazado a GM con un «gran impuesto fronterizo» si no abandonaba la fabricación de su modelo Chevy Cruze en México para llevarla a Estados Unidos. La suma de ambas noticias tuvo consecuencias inmediatas. El vicepresidente electo, Mike Pence, señalaba que lo sucedido con Ford era bueno para la empresa, para el país y para los trabajadores. Trump auguró que Estados Unidos «se convertirá en el mayor imán del mundo en la creación de empleo e innovación».
No contemplaron la situación con el mismo entusiasmo ni el presidente de México, que ya ha expresado su deseo de que no se reduzca la inversión en su país, ni el mercado de divisas, donde el peso ha vuelto a caer frente al dólar. De momento, 2.200 mexicanos no tendrán empleo en la nueva planta de Ford y lo peor es que puede ser sólo el principio. A fin de cuentas, la de EE UU significa más de la mitad de la inversión extranjera en México y cerca del 80% de las exportaciones.
La pregunta es si esta decisión afectará también a las fábricas de los gigantes del automóvil en otras partes del mundo como Europa. Ford, sin ir más lejos, tiene unos 10.500 empleados en Alemania, 3.600 en Rumanía y 3.485 en España. A ellos hay que añadir más de 7.000 en Turquía, una cifra algo inferior en Reino Unido y poco menos de 3.000 en Rusia. No parece que ninguna de esas factorías vaya a verse afectada, ya que buena parte de sus servicios se dirigen hacia mercados europeos, pero no hay que descartar la supresión de proyectos de ampliación.
Con todo, el terreno en el que las empresas norteamericanas pueden ser un semillero de problemas para la UE trasciende la industria automovilística. Colosos como Facebook, Microsoft y Google no parecen nada inclinados a cambiar su régimen semi-monopolístico ni sus normas sobre privacidad según los planteamientos de la UE. Aún más espinoso es el tema impositivo. A pesar de que EE UU es una nación donde empresas y personas físicas soportan menor presión fiscal que la media europea, Trump enarbola la bandera de las bajadas de impuestos. Lo ha hecho mientras Apple, Google y Amazon se enfrentaban en los tribunales con algunos ministerios de Hacienda de la UE. A sabiendas de que Irlanda respalda la baja fiscalidad de las empresas, no resultaría nada sorprendente que algunas de las multinacionales norteamericanas más poderosas abandonen España o Francia para establecerse en la verde Erín o incluso en un Reino Unido posterior al Brexit, como ya ha hecho la central de McDonalds.
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