Horror
El 'carnicero de Atizapán', un hombre "tranquilo" que mató, descuartizó y se comió a 30 mujeres
El sótano de la casa de Andrés Mendoza reveló que se trataba de uno de los asesinos más despiadados de la historia cuando la Policía halló más de 4.000 restos humanos
Andrés Mendoza era conocido por sus vecinos del barrio de Lomas de San Miguel, en el municipio de Atizapán de Zaragoza, en el Estado de México, como un "hombre tranquilo", pero el sótano de su casa revelaría que se trataba de uno de los asesinos más despiadados de la historia.
Fue allí dónde la Policía halló más de 4.000 restos humanos pertenecientes a al menos 30 mujeres. El listado en las que las registraba y los objetos personales de las víctimas acumulados confirman las atrocidades que en las dos últimas décadas venía cometiendo el carnicero de Atizapán, que tras descuartizar los cuerpos llegó a comer partes de varios de ellos.
"Era conocido como un hombre ya de avanzada edad, respetuoso, tranquilo y noble que no se metía con nadie y que llegaba al bar para tomarse unas copas, relejarse y convivir con chicas", confesaría al diario 'El Sol' de México un camarero del bar que frecuentaba semanalmente Mendoza.
Al carnicero de Atizapán no se le conocía pareja, se le consideraba como ejemplar, llegando a ser presidente de la asociación vecinal y representante del Comité de Participación Ciudadana que gestionaba las ayudas a las familias más necesitadas.
"Eso sí, ya cuando terminaba su noche de copas, siempre se llevaba a una chica y la mayoría de ellas no ponía objeción, primero porque siempre traía dinero y les pagaba muy bien, y después porque sabían que era un hombre tranquilo con el que no corrían peligro porque lo conocían muy bien", añadía el camarero no sin aclarar que esas mujeres siempre regresaban al día siguiente.
No era una persona que resultase sospechosa para la Policía, pues aunque fue interrogado en 2016 tras haber sido el último en ver a una mujer desparecido, su coartada no fue puesta en duda.
Sin embargo, lo que acabaría por delatarlo sería su último crimen, la muerte de su vecina y amiga Reyna González, de 34 años. Bruno, su marido con el que tantas veces había compartido mesa y mantel, denunciaría ante las autoridades que Mendoza podría estar tras la desaparición de su mujer, pero todo su esfuerzo resultó en vano.
Pese a ello, no desistió y aprovechando su trabajo de Policía consiguió detectar que la última señal del móvil de su mujer se localizaba en casa de Mendoza. Así que cuando acudió con varios compañeros a cercar al asesino comprobarían el macabro hallazgo.
Entre la colección de restos óseos, también estaba el cuerpo de Reyna. Ya ante el juez, el carnicero de Atizapán mostraría una frialdad acorde con su atrocidad. "Lo hecho hecho está, sólo quiero decir la verdad, ahí está el esposo (de Reyna), él vio todo", confesó.
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