México

Asesinado el activista que lideró la búsqueda de los 43 estudiantes

Miguel Ángel Jiménez descubrió decenas de fosas comunes en México

DE LUTO. Una mujer junto al féretro del activista Miguel ángel Jiménez, ayer, en Xaltianguis, en el Estado de Guerrero, el más violento del país
DE LUTO. Una mujer junto al féretro del activista Miguel ángel Jiménez, ayer, en Xaltianguis, en el Estado de Guerrero, el más violento del paíslarazon

Pico y pala en mano, Miguel Ángel Jiménez encontró fosas donde el crimen organizado tiraba a sus víctimas, desaparecidos para sus familias. Ahora, alguien cavó la suya. Un comando armado le preparó una emboscada cuando regresaba, conduciendo un taxi, a su pueblo, Xaltianguis, una pedanía rural de la turística Acapulco.

Lo que fuera el lugar de descanso de la farándula hollywoodiense en los años cincuenta es ahora la ciudad más violenta de México con una tasa de 113 homicidios por cada 100.000 habitantes –mientras la tasa española es de tan sólo uno–. De enero a julio de este año, en Acapulco –pese a tener un tamaño similar a Valencia– mataron a 522 personas, según Médicos Sin Fronteras. En esta ciudad –la capital del Estado de Guerrero, en la costa del Pacífico– confluye todo el dinero que se extrae de la siembra de amapola y marihuana, prolija en una región que paradójicamente es de las más pobres de México. Fuera de la zona turística, Guerrero es un Estado paupérrimo, donde el crimen organizado, la guerrilla y las autoridades corruptas se disputan el territorio para controlar los cultivos de estupefacientes y su trasiego desde hace décadas.

Ante la falta de ley, los abusos constantes y el aislamiento, las comunidades rurales han ido creando sus propias policías comunitarias para encargarse de su seguridad al margen del Estado. Es en Guerrero donde el 26 de septiembre del año pasado la Policía municipal de Iguala mató a seis personas, entre ellos un adolescente de un equipo de fútbol, y entregó al crimen organizado a 43 estudiantes normalistas que, según la versión oficial, habrían sido calcinados en el vertedero local. Ante la desesperación de los padres, los comunitarios se pusieron a buscarlos junto a las fuerzas gubernamentales.

A Jiménez, quien en Xaltianguis lideraba nueve grupos de campesinos pobres armados, le tocó comandar las operaciones de búsqueda de los muchachos y otros muchos desaparecidos. Sus paisanos computan al menos 300 víctimas en paradero desconocido. Dicen que excavaba la tierra hasta con sus propias manos. Así, desde octubre se han encontrado al menos 60 fosas con 129 cuerpos. Sólo el resto de una clavícula pertenecía a uno de los 43 estudiantes, según las pruebas forenses.

El diario «El Sur de Acapulco» explicó que en Xaltianguis operaba, desde el año pasado, otra facción de la Policía comunitaria liderada por Plácido Macedo Adame, a quien Jiménez tachaba de servir al crimen organizado y a quien había denunciado por amenazas. Justo unos días antes de morir, Jiménez fue entrevistado en CNN México. Tenía miedo porque la delincuencia ya controlaba otra vez su pueblo. «Yo manejo ahora un taxi porque de algo tengo que vivir, darle de comer a mi familia, pero aquí [en Xaltianguis] la cosa está fea de nuevo y me llena de rabia. Lo dejamos limpio y otra vez hay gente mala aquí, pero algo tenemos que hacer, porque no les puedo dejar esto a mis hijos, si algo le pasa a uno de mis hijos no me lo voy a perdonar», explicaba Miguel Ángel Jiménez. Además del líder comunitario, este fin de semana fallecieron en Acapulco al menos 14 personas víctimas del crimen organizado. El fiscal general de Guerrero, Miguel Ángel Godínez, aseguró en días recientes que los homicidios en Acapulco, incluyendo aquellos en que las víctimas son mujeres, obedecen a la rivalidad entre bandas delictivas.