Austria
Austria plantea levantar una valla por la ola de refugiados
El giro de la política migratoria de Viena desata una tormenta en Berlín, que denuncia el desvío de los desplazados a su frontera.
Una nueva valla amenaza con dificultar el paso de los refugiados y pone en peligro el tratado de libre circulación de Schengen. La voluntad de construir esta barrera fue anunciada por Austria, uno de los países más simpatizantes con la acogida de migrantes. Esta decisión de la república alpina de cerrar, o al menos limitar, las entradas en su frontera con Eslovenia se ha convertido en fuente de disputas entre Berlín y Viena, dos países con relaciones tradicionalmente amables. La política austriaca parece haber dado un importante giro en su gestión, poco menos de dos meses después de que se uniera a Alemania en su apertura fronteriza cuando Hungría decidió sellar la puerta a la oleada migratoria. La ministra del interior de Austria, Johanna Mikl-Leitner, admitió ayer que sí se trataba de una valla, sobre la que se abstuvo de dar detalles. Aunque Mikl-Leitner ha puntualizado que no será un muro antiimigrantes y que sólo se pretende «asegurar una entrada ordenada y controlada» al país, Alemania reaccionó diciendo que la instalación de «barreras o muros» no resolverá la crisis migratoria que está sacudiendo a Europa. «En las últimas semanas varios grupos de inmigrantes se han mostrado impacientes y agresivos. Hay que tomar precauciones», justificó la ministra austriaca, quien añadió que su país debe prepararse para un aumento de llegadas de inmigrantes, actualmente fijado entre 3.000 y 8.000 personas al día.
Este cambio en la gestión de los refugiados no sentó nada bien a su homólogo germano, Thomas de Maizière, quien aseguró que Austria desvía decenas de millares de refugiados «sin previo aviso» a las fronteras alemanas. Este comportamiento «es incorrecto», según lo calificó De Maizière, al tiempo que lanzaba un claro mensaje al país vecino, con el que asegura estar en constante contacto: «Esperamos una vuelta inmediata a los procedimientos ordinarios». Las palabras del titular de Interior alemán rescatan las quejas procedentes de Baviera, una región al sur del país cuya posición geográfica le convierte en receptora del volumen mayoritario de asilados que llegan de Austria. El primer ministro de este Estado federal, el democristiano Horst Seehofer, es una de las figuras que será recordada por sus presiones a la canciller Angela Merkel en el contexto de la crisis migratoria. Censuró duramente su política de puertas abiertas, amenazó a principios de octubre con entablar un recurso de inconstitucionalidad y ha dado un ultimátum a la canciller para frenar la llegada de refugiados a territorio bávaro. Merkel tendrá que ofrecerle una solución en la reunión que se celebrará este domingo. Ahora, sus críticas están dirigidas a la vecina Austria por el desvío de los refugiados, algo que ha tildado de «escandaloso».
Berlín se muestra en desacuerdo con el procedimiento austriaco, aunque Viena ya había puesto en entredicho anteriormente la libre apertura de fronteras del país vecino, pese a su apoyo inicial. «Si la gente quiere ir a Alemania es porque se siente invitada», subrayó hace días Mikl-Leitner, aludiendo a la cuestionada política de bienvenida de Merkel, que le ha provocado un alud de críticas en las filas de su partido.
Mientras crecen las tensiones en el centro de Europa, la oleada de migrantes continúa imparable. Decenas de miles de personas ya están en camino por la llamada ruta de los Balcanes, que pasa por Croacia, Eslovenia y Austria, con Alemania como destino final para la mayoría. Según las cifras facilitadas por la Policía Federal germana, 11.154 inmigrantes ilegales fueron detenidos el lunes en todo el país, el récord en un solo día en octubre, y casi 9.000 el martes. En la zona fronteriza de Passau, la Policía se confiesa desbordada. El martes cruzaron la frontera desde Austria alrededor de 5.500 extranjeros. «Muchos de ellos esperaron a bajas temperaturas durante más de doce horas, pero con tantas llegadas no nos daba tiempo a llevarlos rápidamente a todos», afirmó un portavoz de la Policía.
Afganos deportados
Aunque Alemania sigue fomentando una política amable con los refugiados, especialmente hacia los procedentes de países en guerra como Siria, Berlín está tomando una serie de medidas para limitar las entradas y facilitar las salidas. Tras las reformas legislativas que acortaron la lista de nacionalidades elegibles como asilados, De Maizière anunció ayer nuevas deportaciones. «Los ciudadanos afganos serán probablemente enviados a su país», declaró el ministro, al tiempo que aseguró que Kabul estaba de acuerdo con que la mano de obra joven retornase a su país para reconstruirlo tras la guerra. En lo que va de año, Alemania ha deportado a 11.000 personas, cifra que se dibuja muy pequeña al lado de los 800.000 refugiados a los que espera dar cobijo durante este año.
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