Política

Crisis política en Italia

Berslusconi aguarda su regreso

Participa hoy en la ronda de consultas pese a su condena. «Il Cavaliere» no descarta acuerdos puntuales con el PD en el Parlamento

El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi
El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconilarazon

Cuando poco antes de las 18:30 de hoy emprenda la subida al Palacio del Quirinal, sede de la presidencia de la República, para reunirse con Giorgio Napolitano en la ronda de consultas destinadas a formar Gobierno, Silvio Berlusconi tendrá que dar lo mejor de sí para contener su rabia.

Durante cuarenta y cinco minutos, va a tener frente a él a Giorgio Napolitano, el hombre que provocó su caída del poder en noviembre de 2011, cuando más apretaba la crisis financiera internacional y menos se fiaban los socios europeos de «Il Cavaliere». Espoleado por el inminente nombramiento de Matteo Renzi como primer ministro, el tercero consecutivo sin pasar por las urnas, tras Mario Monti y Enrico Letta, el magnate italiano seguro que tiene ganas de recordarle a Napolitano que él sí que contaba con el respaldo de unas elecciones. De hecho, él y Romano Prodi son los únicos que pueden ostentar este título, en la historia reciente del país transalpino. Y que su victoria electoral no impidió que el jefe del Estado hiciera todo lo posible por fulminarle, antes incluso de lo que se pensaba, pues un libro ha desvelado estos días que ya en junio de 2011 Napolitano contactó con Monti para que sustituyera a Berlusconi. En aquel momento todavía estaba bajo control la prima de riesgo, pesadilla meses después de Italia, y no se vislumbraban los vaivenes que estaban a punto de llegar.

El encuentro con el cuatro veces primer ministro tampoco será fácil para el propio presidente de la República. Napolitano se va a ver las caras con el ex senador que perdió su escaño por su condena en firme por evasión fiscal y que, dentro de pocos meses, tendrá que cumplir su condena a un año de prestaciones sociales a la comunidad. Berlusconi, además, espera la sentencia a segundo grado por el «caso Ruby», en el que fue considerado culpable en primera instancia por los delitos de corrupción de menores y abuso de poder. Pese a todo, sigue siendo el líder de Forza Italia (FI), el principal partido de la derecha italiana, y Napolitano tiene que reunirse con él. Será su penúltimo interlocutor, antes de verse con Renzi, secretario general del Partido Democrático (PD). Desde Cerdeña, donde se celebrarán elecciones regionales, «Il Cavaliere» caldeó el encuentro de hoy con el presidente de la República cargando contra él. «He tenido noticias de una reunión entre el más alto cargo del Estado, la asociación nacional de magistrados y el PD. Se dijeron desconsolados: ''Si no hacemos algo serio, a éste no nos lo quitamos de encima y vuelve a ganar las próximas elecciones''. Y entonces comenzó una estrategia de destrucción realizada de mil maneras», comentó Berlusconi, haciendo referencia a los planes de Napolitano para acabar con su Gobierno durante 2011. A continuación, recordó a todos una verdad olvidada durante estos últimos dos años, pero que el ascenso de Renzi al poder ha vuelto a poner de manifiesto: «Yo soy el último primer ministro que ha sido elegido por el pueblo».

Espoleado por los buenos resultados que le auguran las encuestas en caso de una cita adelantada con las urnas, el septuagenario líder de la derecha se mostró seguro de una eventual victoria de su renovado partido Forza Italia y reconoció que aceptaría una coalición con su antiguo delfín, Angelino Alfano, líder del partido Nuevo Centro Derecha. Aunque «Il Cavaliere» no dijo nada de cuál será su posición ante el inminente Gobierno de Renzi, sí que lo hizo Giovanni Toti, el nuevo consejero político de FI y aspirante a liderar la formación en los próximos comicios generales. Aseguró que se mantendrán en la oposición, con una postura «tranquila y constructiva» que no descarta apoyar en el Parlamento iniciativas concretas del jefe del Ejecutivo in péctore que consideren positivas, como la nueva ley electoral. En Italia, no obstante, las palabras se las lleva el viento y todo puede cambiar de la noche a la mañana.