Hollywood
Bin Salman trata de seducir a EE UU con su plan reformista
Legisladores critican la visita del príncipe saudí por la guerra en Yemen.
Legisladores critican la visita del príncipe saudí por la guerra en Yemen.
La visita de tres semanas del príncipe Salman a Estados Unidos tiene fuselaje de acontecimiento histórico. Aun más después de aquel fructífero viaje del presidente Donald Trump a Arabia Saudí. Cuando aterrizó con una agenda caótica y enemistad con casi todos los aliados y recibió agasajos y contratos dignos de un rey Midas. Pero es que tampoco Mohamed Bin Salman, hijo y heredero del rey Salman, es un príncipe saudí cualquiera.
Su imparable ascenso al poder y su futuro como monarca de la dinastía saudí vienen marcados por un ambicioso plan de reformas. El más radical desde la fundación del reino del Golfo Pérsico en 1934. Uno con el que pretende modernizar el país hasta el tuétano. Romper la brutal dependencia del petróleo. Diversificar la economía. Atajar la corrupción. Emancipar el poder político de su alianza, estratégica pero también paralizante, con los ulemas y su ultraconservadora idea de un islam. Y aquí no acaban los planes de un Bin Salman imparable. Por encima de todo, más allá de la tradicional aspiración saudí a ejercer como poder hegemónico del mundo árabe y su tradicional lucha de poder contra los chiíes e Irán, que siguen pujantes, destaca el empeño por vender la imagen del país. Y tiene tajo.
Está, para empezar, la guerra en Yemen. Un conflicto brutal, condenado por los organismos internacionales y las oenegés que trabajan sobre el terreno, en la que Arabia Saudí ejerce como dinamo. Una guerra de más de tres años que ha provocado decenas de miles de víctimas mortales entre la población civil. Sin olvidar las continuas denuncias por la inexistente separación de poderes. La censura. La situación de la mujer. El descontento de unos jóvenes educados en un mundo global.
Del lado más amable destacan los encuentros programados con los líderes de los republicanos y los demócratas. Los viajes por la Costa Este, el golfo de México, con parada obligatoria en Houston, y luego la California de Silicon Valley y Hollywood. Las reuniones con algunos de los principales empresarios del «hub» tecnológico. El afán por vender las virtudes de una economía que busca socios entre los gigantes tecnológicos punteros. Que pretende revertir la ola involucionista en la que vive atrapada Arabia Saudí desde hace décadas. Consciente quizá de que el mundo exige cambios y de que el país no puede pretender seguir habitando entre internet y el medievo. Ajeno al siglo XXI y sus gentes. Por grande y justificadas que sean las reticencias que despierta el príncipe, había muchas ganas en Washington de escuchar su mensaje y de rentabilizar las relaciones con el aliado árabe.
El presidente Trump tenía claro su objetivo de cerrar los detalles del contrato millonario armamentístico firmado con Riad en su reciente viaje. En el Despacho Oval, Trump y Salman discutieron el desarrollo de la inversión saudí estimada en 200.000 millones de dólares –aun que podría ascender a 400.000 si se completa– que incluye la venta de equipos de defensa y que podría suponer la creación de 40.000 nuevos puestos de trabajo. «Arabia Saudí es una nación rica y va a compartir parte de su riqueza con Estados Unidos. Esperamos que sea en forma de nuevos puestos de trabajo con la adquisición de los equipamientos militares más sofisticados que existen en el mundo», comentó el presidente norteamericano en declaraciones a los periodistas. El programa de venta incluye carros de combate, misiles balísticos, buques de guerra o cazas.
Trump conversó con Bin Salman sobre la posibilidad de retirar a EE UU del acuerdo nuclear con Irán, lo que anunciará antes del 12 de mayo. «Habrá que volver a evaluar el acuerdo de Irán en un mes. Veremos lo que ocurre», dijo Trump a la Prensa. «Irán no ha tratado a esa parte del mundo, ni al propio mundo, de forma adecuada, están pasando muchas cosas malas en Irán», añadió.
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