Brexit

Boris Johnson, un líder para el Reino (des) Unido

El actual primer ministro, un político pragmático con escasas convicciones ideológicas, es el prototipo de líder político que demanda una parte significativa, aunque puede que no sea mayoritaria, de la sociedad británica»

El primer ministro Boris Johnson/Reuters
El primer ministro Boris Johnson/Reuterslarazon

El actual primer ministro, un político pragmático con escasas convicciones ideológicas, es el prototipo de líder político que demanda una parte significativa, aunque puede que no sea mayoritaria, de la sociedad británica»

Boris Johnson constituye el prototipo de líder político que demanda una parte significativa, aunque puede que no sea mayoritaria, de la sociedad británica, pero demuestra la profunda división orgánica e ideológica que sufre el partido desde hace dos décadas.

En efecto, de una parte se encuentran los dirigentes conservadores fieles a los valores, instituciones y costumbres tradicionales de las élites británicas y cuya representante más simbólica en las últimas décadas fue sin duda Margaret Thatcher. A esta corriente pertenecen su sucesor John Major y posteriormente David Cameron.

Estos líderes conservadores británicos tenían una visión nacional, pero no nacionalista, de la integración europea. No eran dirigentes antieuropeístas, aunque en ocasiones sus tácticas diplomáticas lo aparentasen, pero sí creían firmemente que el avance en la integración europea no podía hacerse a costa de debilitar los poderes soberanos del Reino Unido en sectores decisivos como la moneda o la defensa. Por ello no se opusieron a que otros países europeos, liderados por Francia y Alemania, avanzasen en la integración siempre y cuando se salvaguardase la soberanía británica.

Ello permite comprender, aunque no justificar, la decisión de David Cameron de convocar una referéndum sobre el Brexit en la creencia de que el discurso antieuropeísta de dirigentes conservadores euroescépticos, como el propio Boris Johnson, no alcanzarían un apoyo mayoritario dentro del Partido y en el electorado conservador. Sin embargo, el resultado del referéndum del 23 de junio de 2016 demostró su error político.

A partir de ese momento y tras el acceso como primera ministra y líder del Partido de Theresa May, no sólo se ha acentuado la división interna de los conservadores sino que además su enfrentamiento ha llevado a una creciente ingobernabilidad del país de la que una próxima salida unilateral de la Unión Europea, prevista para el 31 de octubre, será su episodio histórico más notable.

Las elecciones de 2017 hicieron perder la mayoría absoluta parlamentaria que había logrado Cameron en las elecciones de 2015, dejando al Partido Conservador rehén de los 10 votos del Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte. A este error estratégico le siguió otro no menos importante, sentarse a negociar con la Unión Europea sin haber logrado pactar las condiciones mínimas

negociables que serían aceptadas por la mayoría de los diputados conservadores y un suficiente número de diputados laboristas. En cambio la Unión Europea logró plasmar sus intereses negociadores en el Consejo Europeo del 15 de diciembre de 2016, donde nombró a Michel Barnier como negociador único, y dio el mandato para establecer unas directrices negociadoras únicas que se aprobaron en el Consejo Europeo extraordinario del 29 de abril de 2017.

A la vista de la evolución interna del Partido Conservador y de la propia sociedad británica durante los tres últimos años, no resulta extraño que su actual primer ministro sea Boris Johnson, un político pragmático con escasas convicciones ideológicas, que posee una gran capacidad táctica pero que carece de una visión estratégica y, mucho menos, de una idea clara sobre el interés nacional o el bien común para su país.

Es en este contexto donde su declaración sobre el Brexit sin acuerdo, formulada para llegar al 10 de Downing Street, se convertía en un vano intento de cambiar el criterio de dirigentes como Macron, Tusk o Merkel en la reciente cumbre del G-7 para renegociar el Tratado ya alcanzado. Al mismo tiempo, trataba de vender la imagen de un entendimiento con Donald Trump sobre el inmediato acuerdo comercial con Estados Unidos tras la ruptura con la UE, cuando cualquiera sabe que la negociación de un acuerdo tan complejo difícilmente se concluiría antes de las próximas elecciones presidenciales norteamericanas. Temeroso de que su fracaso en Biarritz le provoque los mismos problemas con sus diputados conservadores que los que tuvo su antecesora, ha prorrogado las vacaciones parlamentarias hasta el próximo mes de octubre, un gesto poco democrático.

Mas pronto que tarde, las disparatadas decisiones de Boris Johnson y sus descabelladas declaraciones antieuropeístas se percibirán como lo que son, los estertores de un Partido Conservador incapaz de hacer frente a los retos de la globalización del siglo XXI y cuya factura será pagada por todos los ciudadanos del Reino (des) Unido.

Catedrático de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid