Elecciones en Brasil
Brasil: la clase media tiene la palabra
Los colegios electorales de Brasil abrieron hoy para los comicios en los que 142,8 millones de votantes regresarán a las urnas para elegir en segunda vuelta su presidente para los próximos cuatro años y 14 de los 27 gobernadores.
Los colegios electorales de Brasil abrieron hoy para los comicios en los que 142,8 millones de votantes regresarán a las urnas para elegir en segunda vuelta su presidente para los próximos cuatro años y 14 de los 27 gobernadores. Los centros de votación instalados en el país abrieron a las 08.00 horas (10.00 GMT) y cerrarán a las 17.00 horas (19.00 GMT) aunque, por los diversos husos horarios que existen en el extenso territorio brasileño, el estado de Acre, en la frontera con Bolivia y Perú, será el último en cerrar, tres horas después.
Debajo de los arcos de Lapa, el bullicio inunda las calles. Batucada de fondo con luces rosadas. En la otra esquina, dos chicas mueven sus caderas al ritmo de la samba. El centro de Río es territorio oficialista, casi todos portan las pegatinas redondas con las caricaturas de Dilma, agarrada de la mano de Lula. Una de las chicas levanta un altavoz y grita en mitad de la noche: «Ni un paso atrás, somos mayoría y lo mejor está por llegar». La joven se llama Leticia. Una maestra de percusión con rasgos afros cuya sangre, asegura, proviene de antepasados angoleños que en el siglo XIX desembarcaron en Brasil para trabajar como esclavos en las plantaciones. Tiene su escuela en el barrio bohemio de Santa Teresa, donde principalmente da clases a turistas. A veces también los aloja en su casa.
Leticia representa a ese 35% del electorado situado en la clase media-baja que hace que Dilma Rousseff parta como favorita para imponerse en los comicios de hoy. Esta clase media baja está formada por hogares que ingresan unos 400 dólares per cápita al mes y que tienen educación secundaria o técnica. No parece mucho pero hace una década, no tenían nada. Muchos son jóvenes que nacieron de padres pobres y consiguieron escalar posiciones. Escaparon a la peor cara de Brasil: la desigualdad. De 1999 a 2009, esta clase media creció en 31 millones de personas. Les va lo bastante bien como para no acudir a los programas de ayuda directa del Gobierno, pero carecen de un colchón que les ayude a sobrellevar las crisis económicas. Con la ayuda de microcréditos se compran móviles e incluso se van de vacaciones. Pero no han salido de las favelas y no ganan suficiente dinero como para no depender de los servicios públicos del país, con una notoria mala reputación. Por otro lado, la inflación se come sus sueldos. Río, la «ciudad maravilla» convertida en sede de megaeventos como el Mundial o los Juegos Olímpicos, se ha vuelto inaccesible para muchos. Un apartamento en Copacabana de 70 metros cuadrados, no baja de los 2.000 euros de alquiler por mes. Un café en Ipanema tres euros. Hacer una compra de mercado, tomar un taxi o salir a cenar sale más caro que hacerlo en muchas capitales europeas, incluida Madrid. «Yo zafe», asegura Reggio, un camarero del restaurante español el CID, en Copacabana. Gana unos 300 euros y asegura que aguanta gracias a que vive en una casa de protección oficial.
El Gobierno del Partido de los Trabajadores ha emprendido el mayor programa habitacional de la historia de Brasil. Al lado del CID, el «nightclub» La Cicciolina abre sus puertas. Son sólo las siete de la tarde y las meretrices se sientan en las mesas de fuera a comer un churrasco y un par de «cosiñas». «Nuestras condiciones han mejorado. No ganamos tanto como las chicas de las termas Centaurus –sauna de lujo–, pero tampoco tenemos que trabajar en las calles como las chicas de la ciudad de las mininas», la mayor zona de prostitución de Brasil, ubicada en los alrededores del estadio Maracaná. «Nosotras también somos clase media y creemos en nuestros derechos gracias a que una mujer lleva el mando del país», afirma una de las más jóvenes. Y es que aunque la economía brasileña se ha desacelerado en los últimos meses, en la más reciente década el país registró un crecimiento impresionante como consecuencia de su economía industrializada y del auge global de las materias primas. Los beneficios no fueron únicamente para los ricos. Aunque la desigualdad es aún mayor en Brasil que en gran parte de otros países, la nación es mucho más equitativa de lo que era hace 10 años.
El último debate se lo llevó Neves por puntos
En Brasil los debates se siguen con una pasión inusitada. Como si fueran un partido de fútbol. De hecho, se televisan en horario de máxima audiencia. El viernes, durante el último de la campaña, se batieron todos los récords de audiencia. El candidato opositor, Aecio Neves, usó la denuncia de la revista «Veja» y preguntó a la presidenta Dilma Rousseff si sabía del presunto fraude en la petrolera estatal, mediante el cual se habrían canalizado fondos para el PT. A todo esto hay que sumar el alocado baile de encuestas. El último sondeo, hecho después del debate, ofrecía un empate técnico. Sin embargo, las encuestas realizadas días antes por las agencias más serias, daban siete puntos de ventaja a Rousseff.
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