Elecciones en Alemania
Bruselas sueña con una Alemania más europeísta
La Unión Europea miraba ayer atentamente el resultado de las urnas en Alemania. Sin sorpresas, éstas vaticinaban un tercer y último mandato para Angela Merkel y los europeos esperan de ella que sea capaz de suavizar su propias posiciones ahora que no tiene que demostrar nada más en las urnas. En ese contexto, los líderes europeos intentan no fijarse en la letra de sus últimas palabras de campaña, aquellas en las que se mostró tajante –«ni eurobonos ni emisiones de deuda conjunta»–, sino en la música, en la que defendía que «un gran país y la mayor economía de Europa necesita amigos».
Esa «amistad» pregonada en su último discurso es la que desean los países en dificultades como España, Portugal o Grecia, que ya han aplicado además las recetas que el hermano germánico les ha impuesto a cambio de programas de asistencia financiera a bajo coste. En los próximos meses tienen que decidirse aspectos trascendentales de la unión bancaria, esa nueva construcción de la unión económica y monetaria que promete evitar nuevas crisis debidas al contagio de sector financiero al resto de la economía.
Hasta ahora, la unión bancaria, que ha conseguido avanzar para la creación de un supervisor único encarnado en el BCE, se ha visto retrasada en las demás áreas a la espera de que Berlín votase, pese a que la Comisión Europea, el BCE y países como España hubieran querido ir más deprisa.
Este mismo mes de septiembre, Berlín ha detenido el acuerdo sobre la creación de una resolución bancaria en torno a la Comisión Europea, que debería decidir cómo se reparte la factura entre los estados miembros de una quiebra bancaria. Merkel tendrá que terciar sobre ello ahora, así como sobre el Fondo Único de Resolución Bancaria, que se dotará con las contribuciones de los propios bancos por valor de unos 55.000 millones de euros.
Pero Merkel no sólo ha imprimido el ritmo (lento) de la unión bancaria, sino que también se ha esforzado en dos aspectos bajo una mirada estrictamente nacional. Así, ha querido proteger a sus bancos pequeños y medianos (las cajas de los «Lander» acumulan problemas), del supervisor único, para que ninguna autoridad comunitaria pueda forzar su liquidación. Además, ha logrado minimizar la creación de fondos ideados tanto para liquidar y recapitalizar bancos como para garantizar depósitos.
Si la «dama de hierro» alemana además contara con el respaldo socialdemócrata, las cosas podrían llegar a ser más positivas para los europeos, pues éstos insisten en que Berlín tiene la responsabilidad de ayudar a sus socios. La combinación de rigor presupuestario y liberalismo supondría una buena noticia para países como España, aunque hay quien dice que la condición de Merkel sería que Francia mantuviese su línea de rigor. Donde podrían verse avances es en otros aspectos, tales como la cooperación energética o en las discusiones sobre las tres alternativas que existen para que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) movilice hasta 100.000 millones de euros para promover el crédito entre las pymes.
Los más soñadores en cambio ven a una Merkel liberada del yugo electoral lanzada a una estrategia europeísta real, que suponga incluso una revisión de los tratados y la construcción de una federación con un presidente propio y un Parlamento Europeo reforzado. Volverá a ser noticia un tema muy controvertido para Alemania: la adhesión de Turquía, cuyas negociaciones tendrán este otoño un momento álgido después de que la Comisión presente su informe sobre los progresos de Ankara hacia la unión.
Días antes de las elecciones, «The Economist» aseguraba que los electores debían reelegir a Angela Merkel «como canciller... y como líder de Europa». Los alemanes han respondido al llamamiento. Ahora, el resto del club comunitario sólo desea que su tercera legislatura la sitúen a la altura del europeísmo de Konrad Adenauer y Helmut Kohl, los únicos cancilleres que han agotado tres mandatos, es decir, todas las posibilidades de mantenerse en el cargo en la Alemania de posguerra.
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