Ucrania

De Bucha a Mariupol: un año en crímenes de guerra rusos

Desde la masacre de Bucha hasta el derribo de un bloque de pisos lleno de vecinos en Dnipro, los ucranianos viven inmersos en una pesadilla constante ante el temor del Ejército ruso

Una mujer herida saliendo del hospital de Mariúpol. Según tuiteros prorrusos sería la modelo y bloguera Marianna Podgurska
Una mujer herida saliendo del hospital de Mariúpol. Según tuiteros prorrusos sería la modelo y bloguera Marianna PodgurskaLa Razón

El día 28 de febrero me levanté por el sonido de un mensaje de Oleg Finogenov, un teniente de la brigada del 93, «Kholodnyi Yar»: «Estamos en la región de Sumy. En el pueblo de Chupajovka, el ejército ruso había fusilado a cuatro civiles para robarles los coches, y detuvieron a un conductor. El mundo tiene que saber lo qué está pasando». Siete meses después, cuando Oleg falleció, la ciudad de Bajmut, este mensaje ya no hubiera sorprendido a nadie. Durante el mes de marzo empezaron a circular las primeras historias escalofriantes de la vida de los alrededores de la capital ocupada por el ejército ruso. Las víctimas que consiguieron escapar casi no hablaban.

La liberación de la periferia de Kyiv fue lo que abrió los ojos de los periodistas y destruyó por completo un mito de los pueblos-hermanos. Las carreteras se convirtieron en las primeras escenas de un crimen que dejó en «shock» a la comunidad internacional. En los accesos a la carretera que lleva a la capital, habían coches abandonados con agujeros de bala. Uno de ellos llevaba una inscripción que decía «Los niños». Luego estas historias se repitieron en la región de Zaporiyia y Jersón, en el sur de Ucrania. A los que querían escapar del «mundo ruso» construido por Putin les esperaba la venganza de sus tropas. A los que quedaron dentro de este mundo les esperaba muerte, violaciones, torturas y humillaciones.

Nadiya Trubchaninova llora ante el ataúd de su hijo Vadym, asesinado en Bucha por soldados rusos
Nadiya Trubchaninova llora ante el ataúd de su hijo Vadym, asesinado en Bucha por soldados rusosRodrigo AbdAgencia AP

El 3 de marzo decenas de vehículos blindados rusos entraron en la ciudad de Bucha, cerca de la capital. Ese mismo día mataron al primer civil. Su cuerpo estuvo tirado toda la noche y la mañana del día siguiente. El terror ruso duró casi un mes. Morir en Bucha y otras pequeñas ciudades cercanas como Borodianka, Irpin, Gostomel durante este periodo fue fácil: mataban a la gente por ser hombres, por salir de casa para coger el agua, por poner una vela en la ventana que podría ser interpretada como una señal y por intentar de escapar. Además, los ocupantes robaron todo, los electrodomésticos, la comida, hasta las bragas que luego mandaron a sus esposas. Las autoridades ucranianas informaron de que se habían encontrado los cadáveres de 410 civiles en la región de Kyiv.

Los territorios liberados

Para Sergiy Molchanov, el jefe del Departamento de Documentación de los Crímenes de Guerra de la invasión rusa en Ucrania, de la ONG Ukrainska Helsynska Grupa, los crímenes rusos no fueron una gran sorpresa, pero nunca imaginó la dimensión de lo sucedido en Bucha. «Lo de Bucha no fue una situación única, probablemente veremos algo parecido o peor en el resto de los territorios ocupados», comenta Sergiy. Y acertó. La liberación de las regiones de Jarkov y de Jerson trajo más testimonios: fosas comunes, violaciones, torturas con electricidad y más deportaciones.

Los soldados rusos usaron los centros de detención preventiva y las casas particulares para crear cámaras de torturas. En algunos casos les llevaban a otro pueblo y les torturaba allí porque tras la liberación de la zona será más difícil de investigar el crimen ya que la gente del pueblo no conoce a los que estaban torturando.

En algunas zonas ocupadas, obligaron a la gente a adoptar la ciudadanía rusa y luego les mandaron luchar al frente. Al trabajar con las víctimas de crímenes de guerra, Sergiy ha escuchado muchas historias horribles, pero lo peor fue el relato de los padres tuvieron que enterrar varias veces a sus hijos muertos en los bombardeos: «Cuando murieron sus hijos no les dejaron enterrarlos, luego los enterraron en su jardín, desde allí les dijeron que habría que enterrarlos en otro sitio, y más tarde en un cementerio. Cuando la zona fue desocupada por los rusos tuvieron que sacarlos para la investigación de los expertos. Sólo después del análisis les dieron sepultura definitiva». Es difícil imaginar una peor tortura emocional.

Otro crimen que dejó a Sergiy sin palabras fueron las formas en que torturaron a los prisioneros de guerra. «Un hombre me contó que le trasladaron a cuatro sitios diferentes, y en todo ellos fue torturado. Usaban perros para morder a los prisioneros y les dejaban sin comida. Sin embargo, un mes antes del intercambio de prisioneros, algunos fuero enviados a Crimea, donde les daban mucha comida y zumos para que pareciera que todo estaba bien».

Rusia todavía no ha dejado de investigar la masacre en Olenivka. En la noche del 29 de julio, fue bombardeada una prisión en el pueblo de Olenivka, cerca de Donetsk y controlada por la República Popular de Donetsk. Cincuenta y tres prisioneros ucranianos murieron y otros 65 resultaron heridos.

Mariupol se ha convertido en uno de los focos de atención mediática durante esta guerra. Putin se obsesionó con esta ciudad después de que los rusos no lograran tomarla en 2014. Para Ucrania Mariupol se ha convertido en un símbolo grande de la fuerza de voluntad y las acciones heroicas de la brigada 36 de los marines y de los soldados del Regimiento Azov. Pero lo que ahora la propaganda rusa describe como una de las grandes victorias desde que comenzó la invasión fue una masacre en masa. Casi tres meses de ataques implacables dejaron una ciudad próspera y bonita en ruinas y a sus ciudadanos enfrentando una catástrofe humanitaria.

Los bombardeos

En los doce meses de invasión cientos de cohetes y drones fueron lanzados contra los edificios civiles. Las escuelas, las universidades, las guarderías y la infraestructura crítica fueron los objetivos potenciales. Cuando los soldados rusos se iban de los pueblos ocupados dejaban las casas minadas o las borraban del mapa por completo. La ciudad de Avdiivka se ha convertido en un año en una ciudad fantasma propia de una película de terror. Todos los edificios están dañados con agujeros de disparos de los tanques y de artillería y la gente vive escondida en los sótanos, donde las temperaturas llegan a -10 grados. Hace un mes allí murió una niña cuyo corazón no aguanto los bombardeos constantes. La reciente tragedia en Dnipro fue uno de los momentos más devastadores de esta guerra que acabó con la vida de 46 personas. En unos segundos un cohete ruso convirtió dos bloques de pisos en ruinas de hormigón, cristales, lavadoras y puertas destrozadas. Los testigos todavía se acuerdan de las voces y los gritos de la gente atrapada bajo los escombros.

La responsabilidad por lo que pasó y sigue pasando no llega. Rusia no reconoce los crímenes cometidos en Ucrania. Danil Martynov, el consejero del Ministerio de Emergencia, forma parte del grupo de más de cien hombres que Rusia envió para ayudar a Turquía por el terremoto y salvar a las víctimas. En Ucrania este «héroe» estaba torturando a los prisioneros de guerra obligándoles a felicitar a los soldados rusos en el Día de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial.

Mientras siguen los combates, la gente como Sergiy apunta meticulosamente todos los crímenes de Rusia. Están convencidos de que algún día la guerra terminará, los responsables se enfrentan a graves consecuencias, las familias reciben su satisfacción, y la justicia triunfa.