Guerra comercial

Canadá y China contratacan con aranceles en la guerra comercial

El primer ministro Justin Trudeau califica de «tontos» los gravámenes de Trump y anunció nuevas medidas. Pekín responde a con aranceles de entre el 10 y el 15 por ciento a productos agropecuarios

«Los canadienses somos razonables y educados, pero no retrocederemos ante una pelea». Estas fueron las declaraciones del líder canadiense, Justin Trudeau, después de calificar de «tontos» los aranceles comerciales del 25% que Donald Trump ha impuesto a los productos canadienses. El primer ministro canadiense aplica el ojo por ojo, y arancel por arancel, y anuncia gravámenes sobre bienes estadounidenses valorados en 107.000 millones de dólares (101.000 millones de euros). Los nuevos impuestos comerciales se mantendrán «hasta que se retiren los aranceles de EE. UU. ni un segundo antes», dijo Trudeau, que además no descartó que pudieran aplicarse nuevas medidas en el futuro.

Trump ha forzado a sus principales y más cercanos socios, Canadá y México, a entrar en una contienda en la que no hay ataques en el campo de batalla, pero sí muchas amenazas al bolsillo de los consumidores. Es una guerra comercial que llega en el peor momento, con una inflación que sigue preocupando a gran parte de la población norteamericana, cuando disminuye el gasto del consumidor y paralelamente están aumentando los despidos en las empresas privadas.

Precisamente ayer, nada más conocerse el anuncio, el Consejo Nacional de Organizaciones Textiles, dijo que la decisión amenazaba a la cadena de suministro que sustenta a casi medio millón de empleados en EE UU. El grupo comercial, que representa a los fabricantes de textil norteamericanos, asegura que está «extremadamente preocupado» porque la imposición de aranceles «solo beneficiará a China y otros países asiáticos y dañará la industria textil norteamericana que ha perdido ya 27 plantas en los últimos meses», lo que supone miles de puestos de trabajos.

En Nueva York, la Bolsa de valores sufría la peor caída desde que comenzó el año, con sus principales indicadores por los suelos ya horas antes de la apertura del parqué neoyorquino, la gobernadora del estado, Kathy Hochul, pedía de urgencia una mesa redonda con los agricultores y líderes de la industria agrícola en un intento de medir el impacto que la decisión de Trump puede acarrear al negocio y decidir cómo actuar.

Nueva York, que exporta 22.000 millones de dólares (20.700 millones de euros) en bienes a Canadá, está preocupado no solo por el impacto de los aranceles que vienen de EE UU, sino también por la respuesta del país vecino. «Ya tienen bastante de qué preocuparse, esto es lo último que necesita nuestra industria agrícola», ha dicho Hochul, haciendo referencia a que el sector enfrenta en estos momentos la peor crisis desde que comenzó la gripe aviar hace alrededor de dos años.

China también reacción ayer. «No nos doblegaremos ante la presión. No toleramos el acoso, y si EE UU insiste en su estrategia de máxima presión contra China, ha elegido al oponente equivocado», señaló el portavoz Lin Jian. Desde el Ejecutivo chino aseguraron que en los últimos años «medidas estrictas» contra la producción y el tráfico del fentanilo y sus precursores químicos, razón esgrimida por Trump para imponer aranceles del 20 % sobre las exportaciones procedentes del gigante asiático. Pekín reaccionó con medidas similares a las anunciadas por Trump. Anunció la imposición de nuevos aranceles del 10% y 15% a productos agropecuarios procedentes de Estados Unidos. La medida, comunicada por el Ministerio de Finanzas del país asiático, se suma a una serie de represalias en el marco de la creciente guerra comercial entre ambas naciones. Los aranceles chinos, que entrarán en vigor el 10 de marzo, afectarán a productos como el pollo, trigo, maíz y algodón con una tasa del 15%, mientras que la soja, la carne de cerdo y vacuno, los productos acuáticos, frutas, lácteos, verduras y sorgo serán gravados con un 10%. Pekín justifica esta decisión como una respuesta a los aranceles «unilaterales» de Washington, argumentando que dañan el comercio multilateral y perjudican tanto a empresas y consumidores.