Guerra comercial

China lanza dardos contra el "proteccionismo" de EEUU, pero no embiste contra los aranceles

Ante la complejidad y volatilidad del actual panorama internacional, China y la Unión Europea han decidido reanudar de inmediato las negociaciones sobre compromisos de precios en el contexto del caso antisubvenciones que afecta a los vehículos eléctricos chinos.

Las principales economías del mundo reaccionaron con celeridad ante el último golpe de mano arancelario impuesto por el presidente estadounidense, Donald Trump, alterando drásticamente el panorama del comercio internacional y avivando la llama de las tensiones. Los países asiáticos afectados, liderados por China, arremetieron contra la marea “proteccionista desenfrenada”, tildándola de "intimidación unilateral contraproducente”.

El Ministerio de Comercio chino (MOFCOM) desplegó su artillería verbal y calificó la acción como "un acto típico de acoso asimétrico", afirmando que "viola las normas del comercio internacional y atenta gravemente contra los derechos e intereses legítimos de las partes afectadas". Además, el organismo se comprometió a implementar "contramedidas contundentes para salvaguardar sus derechos e intereses". La parte china subrayó que "la historia ha demostrado que las subidas de aranceles no pueden resolver los problemas estadounidenses". Advirtió con vehemencia que esto perjudica los intereses estadounidenses y amenaza el crecimiento económico mundial y la estabilidad industrial, así como la cadena de suministro. "No hay ganadores en las guerras comerciales, y el proteccionismo no lleva a ninguna parte", apuntaron e instaron a Washington a revocar de inmediato estos aranceles unilaterales y a resolver las diferencias con sus socios comerciales a través de un "diálogo en pie de igualdad".

Ante la complejidad y volatilidad del actual panorama internacional, China y la Unión Europea han decidido reanudar de inmediato las negociaciones sobre compromisos de precios en el contexto del caso antisubvenciones que afecta a los vehículos eléctricos chinos. El MOFCOM destacó la necesidad de establecer un entorno propicio para estimular la inversión y facilitar la cooperación industrial. Con el 50 aniversario de sus lazos diplomáticos como telón de fondo, ambos actores se han comprometido a intensificar el diálogo, mejorar la cooperación práctica y resguardar el sistema de comercio multilateral y las cadenas de suministro.

A pesar de una aparente calma, expertos señalaron que Pekín tiene fundamentos sólidos para su descontento. En primer lugar, el anuncio representó un incremento a los aranceles existentes del 20% sobre los productos chinos. En segundo lugar, la imposición de elevados impuestos a otros países del sudeste asiático, incluidos Camboya, Vietnam y Laos, cierra la puerta a la reconfiguración de las cadenas de suministro chinas, las cuales habían sido diseñadas para sortear los impuestos durante el primer mandato del mandatario estadounidense. Cabe destacar que cinco naciones asiáticas se ubicaron entre los diez países y territorios más afectados por el garrote arancelario.

La intensificación de la guerra comercial y tecnológica entre Washington y Pekin plantea la alarmante perspectiva de una división global en bloques económicos rivales, un fenómeno que podría tener repercusiones devastadoras para el comercio y la inversión a nivel mundial. La fragmentación de las economías en estos bloques podría llevar a una erosión de la interdependencia que, hasta ahora, ha caracterizado al sistema económico global, bloqueando flujos de capital e interrumpiendo cadenas de suministro esenciales, según expertos.

El presidente estadounidense ha proyectado un manto de incertidumbre económica y geopolítica sobre Asia. Mientras que los países de la región, actuando de manera aislada, se encuentran con escasas opciones para contrarrestar la diplomacia transaccional y políticas comerciales proteccionistas impulsadas por Trump, una respuesta unificada podría constituir una oportunidad para la resistencia. Sin embargo, los desafíos que enfrentan son considerables. El enfoque beligerante de la Casa Blanca hacia aliados tradicionales ha puesto en entredicho la viabilidad de los compromisos de seguridad de Estados Unidos, que han sostenido durante décadas a naciones asiáticas. La preocupación se ve exacerbada por el temor de que Trump pueda socavar activamente la seguridad de sus aliados en tratados —como Japón, Corea del Sur y Filipinas— así como de su socio estratégico, Taiwán, al ofrecer concesiones a potencias rivales como China o Corea del Norte.

Este contexto ha elevado las tensiones en una región donde la interdependencia económica y la seguridad son fundamentales. Las decisiones unilaterales del liderazgo estadounidense están impulsando a la región hacia una reconfiguración de las alianzas, mientras los países buscan adaptarse a un entorno en el que sus propios intereses nacionales podrían verse amenazados por el volátil clima político en Washington.

Simultáneamente, los esfuerzos agresivos de Trump por reconfigurar el sistema de comercio mundial—incluyendo la presión a las empresas extranjeras para que trasladen su producción a Estados Unidos—han alterado profundamente los mercados globales y fomentado una considerable incertidumbre política. Esta situación plantea serios riesgos para el crecimiento y la estabilidad financiera de las economías asiáticas, especialmente aquellas que presentan grandes superávits comerciales con Estados Unidos, como China, India, Japón, Corea del Sur y los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.

Los países asiáticos están considerando reforzar la cooperación estratégica y en materia de seguridad a través de plataformas como la ASEAN, ASEAN+3 (que incluye a China, Japón y Corea del Sur) y la Cumbre de Asia Oriental, buscando establecer un amortiguador ante la incertidumbre generada por la política estadounidense y las crecientes tensiones geopolíticas. Al mismo tiempo, al profundizar en la integración comercial y financiera, estas naciones pueden reducir su dependencia del mercado estadounidense y aumentar la resiliencia de sus economías.

La Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por su acrónimo en inglés), una ambiciosa iniciativa destinada a reducir las barreras comerciales entre sus 15 Estados miembros asiáticos, se implementó formalmente en 2022. Sin embargo, el contexto geopolítico actual ha llevado a que la RCEP se encuentre en un estado de pausa, lo que plantea interrogantes sobre su eficacia y futuro. Ahora mismo, esta agrupación podría beneficiarse.

Este robusto bloque económico está compuesto por diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) —Brunéi, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam—, junto con cinco naciones asociadas que son actores significativos en la región: Australia, China, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur. La exclusión de India, que inicialmente era parte del acuerdo, dejó un vacío notable; no obstante, su potencial reincorporación sigue siendo una opción viable en la agenda.

A nivel macroeconómico, la RCEP representa un impresionante 30% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial y concentra alrededor del 30% de la población global. Esta colosal unidad económica es una de las más influyentes en el ámbito internacional y su éxito seria fundamental ahora para la dinámica comercial y el crecimiento económico en Asia.