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Análisis

La cruzada de un presidente desatado nos lleva a la estanflación

Los aranceles de Trump trascienden lo comercial, redefiniendo alianzas y desafiando la estabilidad. Europa y España deben responder con una mezcla de firmeza y pragmatismo

“Las guerras comerciales no tienen ganadores, solo grados de derrota”, sentenció Larry Summers, exsecretario del Tesoro EUROPAPRESS

El 2 de abril de 2025, Donald Trump rubricó una orden ejecutiva que él mismo bautizó como el “Día de la Liberación”: una ofensiva arancelaria sin precedentes que sacude los cimientos del comercio internacional y, con ello, el orden global construido tras la Segunda Guerra Mundial. Con aranceles del 20% a la Unión Europea (UE), 25% a México y Canadá, un 20% adicional a China y gravámenes específicos a Japón, Corea del Sur, India y Vietnam, entre otros, el presidente estadounidense ha desatado una tormenta cuyas ondas expansivas trascienden lo económico para reconfigurar la geoeconomía, la geopolítica y la estabilidad mundial. Este acto, maximalista y unilateral, no es un simple ajuste comercial, sino un desafío geoestratégico que evoca ecos de crisis pasadas y plantea interrogantes sobre el porvenir. ¿Estamos ante el preludio de una nueva Gran Depresión o el nacimiento de un mundo fragmentado en bloques hostiles?

Leo estupefacto comentarios de columnistas, políticos y analistas sobre la guerra comercial que acaba de desatarse. El extremismo ideológico, la frivolidad, la falta de profundización y rigor ante temas tan complejos solo tiene un nombre, el populismo (ya se sabe respuestas facilonas a problemas complejos) y que antes estaba circunscrito a las clases políticas de calidad menguante que hoy campan a sus anchas por todo el planeta. Se ve que la ligereza es un nuevo y contagioso virus que ignora los efectos del disparate de esta guerra arancelaria de desastrosas consecuencias que para colmo de males eran perfectamente previsibles y por ello evitables. Esto es fruto de quienes siendo tácticos -en un día inspirado- se creen estrategas, o que se creen economistas, o peor geo-economistas, cuando son, en el mejor de los casos, micro economistas por exitosos que fuesen en los negocios.

Pero ya saben los efectos que tiene la explosiva mezcla de megalomanía, ignorancia, extremismo y estupidez (¡Uy! Perdón por la redundancia), el desastre, la recesión, las crisis y la inestabilidad y la incertidumbre. Da igual el color político, esta mezcla es siempre letal. Y todo esto en manos de unas clases políticas, buena parte de las cuales carecen de la estatura, visión geoestratégica, formación, coraje, cintura o lecturas (antes los políticos trataban de esconder o disimular su biblio-fobia, ahora me cuentan, se jactan de ella…).

Una ofensiva indiscriminada: países y sectores bajo asedio

La estrategia arancelaria de Trump no distingue entre aliados y adversarios, reflejando lo que el politólogo Joseph Nye llamó “el uso del poder económico como arma de coerción”. China, con un superávit comercial significativo frente a EE.UU., enfrenta un arancel adicional del 20% que se suma al 10% vigente desde marzo, va a intensificar su influencia en Asia y África, consolidando lo que Xi Jinping describió en Davos 2021 como “una globalización con características chinas”. México y Canadá, socios del T-MEC (la revisión del tratado de libre comercio -ALCA- llamado por eso NAFTA 2.0 y firmado por Trump en 2020), ven tambalearse una integración que Christine Lagarde, presidenta del BCE, calificó como “un pilar de la estabilidad hemisférica”, con aranceles del 25% que afectan cadenas de suministro vitales en automoción y energía.

La UE, por su parte, sufre un gravamen del 20%, con amenazas de hasta el 200% sobre vinos, champán y licores, golpeando a Alemania (automoción), Francia (agroalimentación) e Italia (lujo), mientras España ve peligrar su aceite de oliva, vino y aceitunas negras, en un momento en que el prestigio de la industria agroalimentaria española estaba alcanzando cotas nunca antes vistas.

España, con una exposición al mercado estadounidense del 1,5% de su PIB, encarna la fragilidad de las economías medianas ante el unilateralismo. Según el economista Luis Garicano, el sector del aceite de oliva podría perder hasta 300 millones de euros anuales si no encuentra mercados alternativos, mientras el vino y las aceitunas negras —recordando el arancel del 35% de 2018— enfrentan una erosión de su cuota en EE.UU. La automoción, con empresas como SEAT y proveedores integrados en cadenas globales, sufre daños indirectos, y el arancel del 25% a países importadores de petróleo venezolano encarecerá los costos energéticos. “El proteccionismo no solo encarece los bienes, sino que fragmenta las cadenas de valor que sostienen nuestro modelo económico”, advirtió en su día el exministro Josep Piqué, una reflexión que hoy resuena con urgencia.

Otros socios, como Japón y Corea del Sur, enfrentan un arancel universal del 10%, mientras Rusia e Irán podrían ver tarifas secundarias más severas por motivos geopolíticos. La estrategia de castigo indiscriminado, tiene matices ya que los aranceles varían según sea la relación bilateral con el gobierno Trump 2.0.

Comercio mundial: el ocaso de la globalización

El comercio global, ya debilitado por la pandemia y la guerra en Ucrania, enfrenta una ruptura sistémica. La Organización Mundial del Comercio (OMC), que Robert Zoellick (otro republicano “pata negra”), exrepresentante comercial de EE.UU., describió como “el guardián imperfecto de la globalización”, queda al borde de la irrelevancia. El FMI proyecta una reducción del PIB mundial de 0,3 puntos en 2025 y 0,6 en 2026, pero la Universidad de Aston eleva la apuesta: en un escenario de represalias generalizadas, el costo podría alcanzar 1,4 billones de dólares. Las cadenas de suministro integradas, especialmente en automoción y electrónica, se resquebrajan, con bienes que cruzan fronteras múltiples veces antes de su ensamblaje final.

A ver como se lo explican los trumpistas hispanos a los productores de vino, aceitunas, aceite, conservas, componentes de automóvil y tantos otros sectores que se verán afectados, por bajo que pueda parecer el impacto en el global de las exportaciones españolas. Vamos de cabeza a la estanflación con el aplauso ignorante de no pocos.

La UE estima que un arancel del 20% reduciría sus exportaciones a EE.UU. en un 50%, mientras México y Canadá podrían perder más del 30% de su comercio con su vecino del norte. China, por su parte, redirigirá excedentes al mercado europeo, intensificando la competencia y desestabilizando precios. “El proteccionismo es un impuesto regresivo que castiga a los más pobres”, afirmó Paul Krugman, Nobel de Economía, una máxima que cobra fuerza ante el encarecimiento de bienes básicos en EE.UU. y más allá. Nos adentramos en lo que Ian Bremmer denomina “la desglobalización armada”: un mundo donde el comercio no une, sino que divide.

Impacto económico: inflación, estancamiento y asimetrías

El impacto económico es devastador y multidimensional. En EE.UU., el PIB podría contraerse un 0,8% en 2025 y los ingresos tras impuestos un 2,1%, según cálculos preliminares, mientras la inflación treparía un 2-3% anual, erosionando el poder adquisitivo de las clases medias y bajas. “Las guerras comerciales no tienen ganadores, solo grados de derrota”, sentenció Larry Summers, exsecretario del Tesoro, una advertencia que Trump parece ignorar. La incertidumbre retrae la inversión privada, fortaleciendo un dólar que presiona a economías emergentes.

En la eurozona, con un crecimiento anémico del 0,9% en 2024, el BCE revisó a la baja sus previsiones para 2025 y 2026 en 0,2 puntos, pero un arancel del 20% podría reducir el PIB europeo en hasta un punto porcentual en tres años, según BBVA Research. En un escenario moderado, con un arancel del 10%, el crecimiento se limitaría a menos del 1% anual en cuatro años; con un 25%, la contracción oscilaría entre 0,33% y 0,87%. Alemania, con su industria automotriz (14% de sus exportaciones a EE.UU.), Francia (vinos y quesos) e Italia (lujo, 30% de cuya demanda depende de EE.UU.) son los más vulnerables. España, aunque en término absolutos parezca menos afectada, no escapa: su PIB podría caer 0,5 puntos, con el aceite de oliva y el vino entre los sectores más golpeados. “Los aranceles son un shock exógeno que agrava nuestras fragilidades estructurales”, afirmó Philip Lane, economista jefe del BCE.

Geoeconomía y geopolítica: un tablero fragmentado

La geoeconomía se reconfigura bajo el peso de esta ofensiva. EE.UU. busca reindustrializarse a costa de sus socios, atrayendo inversión extranjera con aranceles punitivos, mientras Europa enfrenta un dilema existencial: diversificar hacia China (un suicidio a medio y largo plazo) e India o ceder a las demandas de Washington, como comprar más gas o armamento estadounidense. México y Canadá, profundamente integrados e interdependiente en Norteamérica, podrían convertirse en satélites económicos de su vecino, mientras China consolida su control sobre el Sur Global.

Geopolíticamente, Trump usa los aranceles como arma de presión, combinándolos con amenazas de reducir el paraguas de la OTAN, un chantaje que Angela Merkel calificó como “una ruptura del contrato transatlántico”. Rusia y China, aunque afectadas, podrían capitalizar la desconfianza hacia EE.UU., fortaleciendo alianzas en África y Asia. “La libertad y la democracia no pueden sobrevivir sin el libre comercio que las sostiene”, afirmó Margaret Thatcher en 1988, una advertencia que resuena ante este asalto al multilateralismo. Konrad Adenauer, arquitecto de la Europa moderna, lo expresó con igual claridad en 1957: “El comercio libre es el fundamento de la paz y la prosperidad entre las naciones”. Trump, con su proteccionismo, desafía esa visión fundacional.

Estrategia de shock: entre la audacia y la temeridad

La táctica de Trump es puro maximalismo: aranceles extremos como punto de partida para forzar concesiones. “Negociar es como pelear: hay que asustar al otro primero”, escribió en The Art of the Deal. La UE, prepara aranceles de represalia de unos 26.000 millones de euros —acero, aluminio, whisky, jeans, motos, mantequilla de cacahuete. China podría restringir la exportación de tierras raras, y Canadá y México, más vulnerables, podrían acabar cediendo parcialmente.

Lecciones históricas: el espectro de Hoover y más allá

La historia ofrece paralelos inquietantes. La Ley Smoot-Hawley de 1930, impulsada por Herbert Hoover, elevó los aranceles al 20% promedio, desencadenando represalias que redujeron el comercio global en un 66% y agravaron lo que hasta ese momento era una grave recesión pasando a convertirse en la Gran Depresión. Milton Friedman y Ana Schwartz así lo confirmaron en su libro de 1963, “A Monetary History of the USA 1967-1960”. Trump, con aranceles medios superiores al 20% en un mundo más interconectado y el resultado podría ser idéntico: una espiral de empobrecimiento global.

Otro precedente relevante es el proteccionismo de los años 70, cuando Richard Nixon impuso un arancel del 10% a importaciones en 1971 para presionar a socios comerciales. Aunque logró concesiones, el costo fue una inflación galopante y tensiones con sus aliados. Ronald Reagan, en contraste, abogó por el libre comercio como pilar de la libertad: “El comercio abierto fortalece la democracia y debilita la tiranía”, afirmó en 1986.

Conclusión: entre la ruptura y la reconstrucción

El “Día de la Liberación” de Trump no libera, sino que encadena al mundo a una incertidumbre peligrosa. Sus aranceles trascienden lo comercial, redefiniendo alianzas y desafiando la estabilidad global. Europa, y España en particular, debe responder con una mezcla de firmeza y pragmatismo, fortaleciendo su cohesión interna y explorando mercados alternativos. Como afirmó Thatcher, el libre comercio es el sostén de la libertad; su colapso amenaza no solo nuestra prosperidad, sino nuestra forma de vida. Adenauer y Reagan nos recordaron que la paz y la democracia dependen de la apertura económica; ignorarlo es abrir la puerta al caos.

Corremos el riesgo de ir hacia un mundo de bloques enfrentados, donde la cooperación sea un recuerdo lejano y la prosperidad, un lujo perdido. La historia nos juzgará por lo que hagamos —o dejemos de hacer— en este momento crítico. Lo peor es que las soluciones que se alcancen por medio de negociaciones llegarán tarde, muchos de los efectos nefastos de esta guerra comercial tendrán graves efectos a medio plazo, incluso si los aranceles sólo se apliquen unos meses. El daño ya está hecho.