Ataque contra «Charlie Hebdo»
«¿Desaparecerán las equiparaciones entre asesinos y víctimas?»
Son dieciséis páginas en lugar de las ocho habituales; y se tirarán, en varias fases, hasta cinco millones de ejemplares en vez de los apenas 30.000 que venía vendiendo los últimos meses. El número 1.178 de «Charlie Hebdo», el primero después del atentando islamista que diezmó su redacción, es... en cierto modo idéntico a todos los anteriores. El periodista Laurent Léger aseguró que se trata de una edición «totalmente dentro del espíritu de Charlie: irreverente, graciosa, insolente... Los terroristas gritaron que había matado a Charlie. Pues no, Charlie sigue vivo». En su artículo semanal, que hace las veces de editorial, el redactor jefe Gérard Biard adopta un tono más serio para titular: «¿Seguirá habiendo peros?», en referencia a las objeciones que todos los defensores a la violeta de la libertad de expresión hacían sobre la revista satírica hasta la semana pasada. «¿Lograremos que desaparezcan expresiones sucias como ‘integrista laico’? ¿Acabarán los complicados circunloquios para terminar equiparando a los asesinos y a sus víctimas?», se sigue preguntado.
Viñetas premonitorias
Uno de los viñetistas muertos, «Tignous», realizó un chiste en su día desechado para un número anterior, pero recuperado ahora por su terrible carácter premonitorio. En la viñeta de Bernard Verlhac, alias «Tignous» tres islamistas barbudos llegan a la conclusión de que «no hay que tocar a la gente de ‘Charlie Hebdo’ porque los convertirán en mártires y esos guarros son capaces de levantarnos a nuestras vírgenes». De otro de los dibujantes fallecidos, Jean Cabut, que firmaba como «Cabu», también se publican caricaturas póstumas, como la que muestra a unos yihadistas retornados de Siria en la cola de la oficina de empleo y la funcionaria, al verlos armados con sus ametralladoras, los manda «de guardas jurados a Carrefour».
Los placeres sexuales prometidos a quienes den su vida por Alá también son objeto de una de las pruebas de portada descartadas, que recrea una conversación de los hermanos Cherif y Said Kouachi en el paraíso. «¿Dónde están tus setenta vírgenes?» «Follando con el equipo de ‘Charlie Hebdo’, las muy golfas».
En el colmo de la acidez, otro de estos bocetos ironiza con la ola de solidaridad desatada en todo el mundo y, en particular, con los miles de deportistas que durante el pasado fin de semana lucieron camisetas negras con el lema «Je suis Charlie» impreso. El dibujo muestra a un grupo de niños atados a máquinas de coser y fabricando estas prendas por millares con la siguiente leyenda: «Mientras tanto, en Bangladesh». El esqueleto que simboliza la muerte, con su guadaña al hombro, también figura en la contraportada de la revista, en otro de los bosquejos de primera. «¡Me abono!», exclama descacharrado de risa por la lectura de «Charlie Hebdo».
Los políticos franceses no salen indemnes de estas páginas. Ilustrado con un retrato deseando «salud para todos» –esta caricatura se tuiteó desde la redacción cinco minutos antes del atentado el miércoles 7– de Al Bagdadi, el califa de Estado Islámico, un artículo de Laurent Léger carga contra el primer ministro francés, Manuel Valls, por haber «organizado un red antiterrorista llena de agujeros», así como «un servicio de inteligencia chapucero y olvidadizo». El primer ministro aparece en una viñeta de las páginas centrales sosteniendo la pancarta de cabecera de la manifestación del domingo junto a ilustres colegas como François Hollande, Nicolas Sarkozy, Jean-Pierre Raffarin, Alain Juppé o François Fillon, entre otros, bajo el titular: «Diezmada una redacción de payasos, se reencuentra una familia de payasos».
Las habituales crónicas de los periodistas que escriben en la revista, que sin abandonar la sátira publica artículos enjundiosos sobre la actualidad, están todas dedicadas al atentado. Sylvie Coma, la subdirectora, cita a Stephane Charbonnier «Charb», el director acribillado por los terroristas: «Palmarla ya es una jodienda enorme como para encima estar deprimido pensando en la muerte». Y continúa: «No sé que habrían hecho nuestros compañeros si hubiesen sido los supervivientes, pero quiero pensar que les habría encantado saber que hemos brindado por ellos con vino mientras sonaba una rumba». Sigolène Vinson, especialista en tribunales, agradece a los manifestantes en todo el mundo que se adhiriesen «en nombre de la libertad. Gracias a quienes se sintieron ‘‘Charlie’’ estos días, sean ciudadanos anónimos o representantes institucionales». Y también advierte: «A los que no, les seguiremos dando por el culo. Aunque seguro que les importa una mierda». Sin perder un ápice de corrosión ni relajar por un momento la virulencia de sus invectivas a la Iglesia católica, el «Charlie Hebdo» de esta semana también se ceba con el Papa Francisco, a quien dicen en el editorial que «sólo aceptamos que las campanas de Notre Dame redoblen en memoria de nuestros compañeros si las accionan las chicas de Femen». En otra de las viñetas, el pontífice aparece dando la comunión a un grupo de mujeres bajo el epígrafe: «Las divorciadas podrán comulgar».
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