Invasión rusa

El drama de las viudas ucranianas tras la muerte de sus maridos en el frente

El Ejército de Putin les ha arrebatado parte de su vida. «Nuestros sueños, nuestros planes...Todos se han quedado en su ataúd»

Artem y Marina
Artem y MarinaLa Razón

«Solo después de que mataron a Artem, finalmente entendí lo que la gente quiere decir cuando dice que algo dividió su vida en un antes y un después. Nada volverá a ser lo mismo». Durante los primeros tres meses después de su muerte, hace un año, su esposa Marina Akulinicheva, de Dnipro, no podía soltar una pequeña almohada con una foto juntos, un regalo de Artem. Se ven felices y sonrientes en los vídeos y las fotografías que aún hoy observa.

«Todo estaba saliendo de la mejor manera posible. Nos amábamos. Todos los días sentía que esta era la vida que quería».

Artem Matujno tenía 28 años, cinco menos que Marina. «Artem advertía que habría una gran guerra», recuerda, pero no podía creerlo. La violencia era algo ajeno a ella, una maestra de jardín de infancia. No podía creer que algo así pudiera suceder en el siglo XXI.

Su esposo no era elegible para el servicio militar debido a una lesión, pero se unió al Ejército de todos modos, poco después de que las primeras explosiones rusas sacudieran Ucrania. «Él dijo: Os voy a proteger a vosotros, mi familia. Los rusos invadieron nuestra tierra y los voy a combatir», recuerda Marina. Artem se unió a la famosa brigada 93 y pronto fue enviado al frente cerca de Izium. Prometió que volvería mientras trataba de calmar a Marina. Siempre decía desde el frente que estaba bien, aunque ella escuchaba explosiones mientras hablaban. Artem murió por una pérdida de sangre después de que su unidad fuera impactada por las minas enemigas. Un fragmento lo golpeó en el cuello, pero no lo sintió entonces, hasta se puso a ayudar a otros heridos. De repente se cayó y nunca más se levantó.

«En el funeral, no podía creer lo que estaba sucediendo. Iba hasta arriba de tranquilizantes. Solo quería acostarme cerca de Artem», recuerda Marina. «Una gran parte de mí también murió. Nuestros sueños sobre cómo envejeceríamos juntos, sobre cómo serían nuestros hijos. Nuestros planes. Todos quedaron atrás, en su ataúd».

Distracciones para no pensar

Su hermana, su mejor amiga, la salvó. «Simplemente me escuchaba hablar. Porque yo quería hablar de Artem todo el tiempo». «Trabajé hasta altas horas de la noche para no tener tiempo para pensar. Aullé, lloré. A veces pensaba que lo mejor sería que un misil ruso volase dentro de mi apartamento. Tenía tantas ganas de estar con él», reconoce Marina.

Entonces decidió finalmente obtener el permiso de conducir. Era algo que Artem siempre le pedía que hiciera. «Empecé a darme cuenta de que la vida sigue y estoy aquí por una razón. Todavía no sé por qué. Pero sé que no tengo derecho a faltarle el respeto a su memoria y quiero ser digna de mi hombre», explica. «Artem siempre me ha amado y estoy segura de que siempre lo hará. Siento que todavía está cerca».

Lo único que lamenta es que pensaran que aún tendrían tanto tiempo juntos, que compartirían tantas aventuras. «Seguíamos posponiendo para más tarde, mientras ganábamos dinero y ahorramos para un apartamento. No logramos disfrutar el uno del otro lo suficiente». Marina no piensa en el futuro porque puede que no lo haya. Sin embargo, ella quiere sembrar el bien.

«La gente está a menudo inmersa en su dolor y no valora lo que tiene. Muchos no se dan cuenta de que su vida y sus momentos felices se pagan con la vida de los hijos, hermanos, maridos de alguien, por gente como Artem».

Confía en una victoria ucraniana. «Nuestra gente pasó por tanto en esta guerra. Nuestros seres más queridos están en el frente. No podemos permitirnos pensar que podemos perder».

Tetiana Vatsenko-Bondareva, también perdió a su esposo, Denis, hace casi un año. Antes de que comenzara la invasión, estaban construyendo un negocio familiar, un pequeño café, en Kyiv. Criaron a un hijo, que ahora tiene 16 años.

Doble de acción profesional y actor, Denis no pudo quedarse de brazos cruzados cuando su país fue invadido y se ofreció como voluntario para alistarse en el Ejército. Desde su primer día en Juliaipole, en Zaporiyia, estuvo bajo fuertes bombardeos rusos. «Esperar noticias de él fue muy aterrador», dice Tetiana mientras recuerda cómo reaccionaba a cualquier señal del teléfono.

Habían estado juntos durante casi 20 años y construyeron una conexión profunda basada en la confianza y el cuidado mutuo. Tetiana sintió tan intensamente por lo que estaba pasando su esposo mientras sus posiciones eran bombardeadas que temía que su corazón no pudiera soportarlo. Lo cierto es que Denis intentaba enviar un mensaje de texto o llamar cada vez que podía, incluso trepando a los árboles para captar una señal.

El 21 de mayo pasado, un proyectil ruso explotó junto al automóvil en el que viajaba Denis. La onda expansiva arrojó su vehículo directamente sobre una mina, que explotó justo debajo de donde estaba Denis.

«Siempre me había hecho sentir segura como si estuviera detrás de un muro de piedra. Su muerte casi me desgarró», revela Tetiana. Según ella, morir sería mucho más fácil que vivir todo el dolor que sentía. Hoy, Tetiana sigue sin sentir motivación para vivir y tiene que «construirla» conscientemente por sí misma.

Cuando Tetiana comenzó a hablar sobre su dolor en las redes sociales, sus publicaciones recibieron una amplia respuesta de cientos de mujeres que se encontraban en la misma situación.

No están solas

Pronto creó un chat para que compartieran su experiencia. «Ayuda porque nos entendemos», dice Tetiana. Eventualmente, se convirtió en una organización que apoya a las viudas a resolver una gran cantidad de problemas inesperados que enfrentan después de perder a sus esposos. Reconoce que surgieron muchas organizaciones para brindar apoyo a quienes perdieron a sus seres queridos. Sin embargo, la escala del desastre es tan grande que todavía no es suficiente para ayudar a todos.

Una mujer llora sobre el ataúd de su marido, un soldado ucraniano, en Kyiv
Una mujer llora sobre el ataúd de su marido, un soldado ucraniano, en KyivEvgeniy MaloletkaAgencia AP

«Todos estamos muy dolidos por la guerra. Sigue muriendo gente, cada pérdida nos duele una y otra vez», asevera Tetiana. Indica que se necesitan alrededor de seis meses para que una viuda tome la decisión subconsciente de seguir viviendo. Y depende de cada uno cómo hacerlo.

«A algunas personas no les gusta que viaje o brille y dicen que debería estar de duelo cerca de la tumba de mi esposo. De hecho, intenté esto porque quería morir en silencio y ser enterrada junto a él. Pero así no funciona», explica Tetiana.

Otros le dijeron que «dejara ir a Denis». Pero nadie puede explicar cómo hacerlo.

Le faltan las palabras para describir lo valiente y fuerte que era su esposo. «Es gracias a gente como él y a miles de otros hombres, que no tenían nada que ver con el Ejército, pero que de inmediato fueron a luchar, que millones de niños y mujeres pudieron huir, para salvar sus vidas y la salud mental de sus hijos», subraya.

Le ha prometido a su marido que vivirá por los dos. Vivirá brillantemente, para enorgullecer a Denis. «El amor es la energía más fuerte del universo. Incluso si las personas están separadas por la muerte, esta energía las mantiene unidas. Nunca desaparece», augura Tetiana.