Al Qaeda
El camión «segadora» de peatones lo ideó Ben Laden y lo usa el Daesh
Los cabecillas aconsejaban a los terroristas buscar lugares muy concurridos con pocas salidas
Los cabecillas aconsejaban a los terroristas buscar lugares muy concurridos con pocas salidas
Los atentados como el de Niza figuraban ya en 2010 –cuando no se había producido la escisión, en 2014, que dio lugar al Estado Islámico– como uno de los modelos a seguir para causar el mayor número de víctimas entre los transeúntes. En la revista «Inspire» de Al Qaeda, al frente de la cual se encontraba el fallecido Osama Bin Laden, se daban las instrucciones necesarias para convertir una furgoneta de gran potencia (o un camión) en una «segadora», para acabar con la vida de infieles.
Por eso no es de extrañar que el portavoz del Estado Islámico, Abu Muhammad Al-Adnani As-Shami, lanzara, en febrero de 2014, una fatua (orden religiosa de obligado cumplimiento) en la que, entre otras cosas, decía a los musulmanes que se ataque «donde se pueda a los soldados y a los partidarios de Satán, sus ejércitos, sus policías, sus servicios de inteligencia y sus colaboradores». Dentro de los enemigos, destacaba a los de nacionalidad gala: «Haz temblar la tierra bajo sus pies, haz su vida imposible, y si puedes mata a un infiel estadounidense o europeo, y en particular un francés odioso e impuro, un canadiense u otro entre los infieles en estado de guerra (contra el islam), habitantes de los países coaligados contra el Estado Islámico. Que el infiel sea un civil o un militar, son todos iguales, ambos son infieles, ambos están en estado de guerra. Es lícito tomar su sangre y sus bienes». Y se extendía con los métodos que se podían utilizar, entre ellos los automóviles: «Si no lo puedes hacer con explosivos o balas, entonces acércate al norteamericano o al francés infiel, o a cualquiera de sus aliados, aplástales la cabeza con una piedra, degüéllalos con un cuchillo, atropéllalos con tu coche, empújalos a un barranco, estrangúlalos o envenénalos. No desesperes, no decaigas y que tu lema sea: “Que yo muera si el adorador de la cruz o el partidario de Satán vive”». «Si no puedes hacer eso, entonces quema su casa, su coche o su comercio. Si no puedes hacerlo, destruye sus cosechas. Y si no puedes hacer eso, escúpele a la cara». Recientemente, con motivo del ramadán, Adnani reiteraba este tipo de mensajes en los que decía también que «atacar a los que llaman civiles es lo mejor y más útil». Que este mes sea de «calamidad en todas partes para los no creyentes».
Por lo tanto, la idea de utilizar vehículos para asesinar a transeúntes no es del Estado Islámico, sino de la «casa matriz», Al Qaeda. En la revista «Inspire» se daban todo tipo de detalles e instrucciones: «He aquí una idea de cómo un individuo musulmán puede hacerlo. Es una sencilla idea y no es difícil su preparación. Todo lo que se necesita es la voluntad de dar la vida por Alá».
«La idea es utilizar una camioneta como una máquina de siega, no para cortar el césped sino para cercenar a los enemigos de Alá. Se necesitaría una camioneta (o un camión), cuanto más fuerte sea mejor. Soldarás unas hojas de acero en la parte delantera». «Podrían ser un juego de cuchillas de carnicero o gruesas planchas de acero. Con la velocidad de la camioneta en el momento del impacto incluso un borde romo cortaría hasta los huesos».
«El nivel de las palas lo pones la altura de los faros. Eso podría hacer que las cuchillas golpeen a sus objetivos en el torso o en la parte superior del cuerpo. Escoge el lugar. Los caminos estrechos, en los que hay menos posibilidad de que las personas puedan huir, son los mejores. Para lograr la máxima carnicería, el vehículo debe llevar la mayor velocidad para atacar a tantas personas como sea posible en su carrera».
No todos los atentados que perpetra el Estado Islámico, o yihadistas que lo hacen en su nombre porque han sido sometidos a procesos de radicalización en sus países de residencia, son reivindicados por la banda en un primer momento. En otros casos, como ha ocurrido en Turquía, no lo han hecho por razones tácticas. No es infrecuente que, tras una acción criminal cuya autoría no es asumida por nadie, las publicaciones del Estado Islámico, como el Daesh, en sus «partes de guerra», aclaren semanas después que fue cometida por alguno de sus militantes, del que se aportan una serie de datos para «avalar» que lo que dicen es verdad. El Daesh concede una gran importancia a la publicidad que produce un atentado de grandes proporciones, sobre todo por el miedo que genera entre la población que lo sufre. Pero los cabecillas terroristas saben también que ese miedo crece exponencialmente cuando las víctimas no saben quién les ha infligido el daño.
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