Operación Policial
«El Chapo», el narco que cayó por querer ser una estrella de cine
Quería su propia película y acabó por tercera vez entre rejas. Joaquín Guzmán Loera, más conocido como «El Chapo», fue arrestado el viernes en México después de una cacería que duró seis meses y en la que el narcotraficante más poderoso del mundo tropezó con su propio ego. En las últimas semanas, el jefe del Cártel de Sinaloa planeaba hacer una película sobre su vida. Sería la guinda de un sabroso pastel donde hay dos espectaculares fugas de cárceles de máxima seguridad, baños que se convierten en puertas de escape a la red de alcantarillado pública, o túneles que atraviesan el subsuelo estadounidense para pasar cocaína desde México. Ingredientes aderezados con una gran devoción de sus paisanos, fascinados por el poder del bandido más conocido de México.
Los ingredientes para un éxito cinematográfico estaban puestos, sólo necesitaba una productora, un guionista y un reparto. Así que «El Chapo» se puso manos a la obra. Había contactado con productores, actores y actrices que pudieran consumar su glorificación en la gran pantalla. La Inteligencia mexicana detectó estos contactos y empezó a tirar de la madeja hasta conformar una nueva línea de investigación.
Tras la detención, la clave estaba en saber si cumpliría la condena en México o en EE UU. Ayer, la Procuraduría General de la República (PGR) confirmó la intención de las autoridades mexicanas de extraditar al narcotraficante. Una vez notificado Guzmán, tendrá tres días para plantear excepciones y 20 días más para probarlas, tras los cuales podrá ser extraditado. La PRG ha explicado ya que aportará elementos para rebatir las excepciones del reclamado y «mantendrá estricta vigilancia en los procedimientos». El Gobierno de Estados Unidos presentó ante México las peticiones formales de extradición de Guzmán por los delitos de asociación para delinquir para importar y poseer con la intención de distribuir cocaína, delincuencia organizada, contra la salud, lavado de dinero, homicidio y posesión de armas de fuego, entre otros.
Desde que se escapó por segunda vez de la cárcel, el pasado 11 de julio, el capo se escondía en el Triángulo Dorado, una región escarpada y de vegetación abundante –tan grande como la provincia de Alicante– en los límites de Sinaloa, Chihuahua y Durango, tres estados del norte del país. Allí, muy cerca de la casa donde nació, la de su madre, es considerado un benefactor de los pobres, una especie de El Zorro contemporáneo al que sus paisanos defienden y protegen. Pero bajaba algunas veces a la ciudad, donde su círculo de seguridad se difumina.
En octubre intentaron atraparlo en su territorio. La Marina de México, un cuerpo joven y de tierra entrenado por Estados Unidos y que replica el modelo de los marines del vecino del norte, lo persiguió en la sierra, pero él esquivó las balas y se tiró por un acantilado para escapar. Detuvieron a tres de sus escoltas. Desde entonces su vida se tornó todavía más cinematográfica. Huyó cojeando y volvió a fugarse por el drenaje. Robó coches con sus compinches para escapar. Se quedó en diferentes casas, hasta ser detenido en un hotel de paso en Los Mochis, al noroeste de Sinaloa. En esa ciudad vive su segunda esposa –va por la cuarta– y está enterrado uno de sus hijos.
Allí habría llegado primero a la pedanía de Jesús María, donde lo ubicó hace unos días la Marina y logró escapar a una casa en un barrio de clase media alta, a dos manzanas del domicilio de la madre del gobernador de Sinaloa, Mario López. El jueves por la noche lo localizaron. Cuentan los diarios locales que varios helicópteros artillados estuvieron volando bajo, sobre Los Mochis, casi detenidos en el aire. Un vecino puso en la red social Facebook que parecían «libélulas madrugadoras tras una noche de disparos y persecuciones». Pero «El Chapo», como en enero de 2014, volvió a esquivarlos a través de la red de alcantarillado. Cuando cercaron su casa se metió por la coladera junto a su jefe de sicarios, Iván Gastelum. Pero esta vez los marines los siguieron. Guzmán y Gastelum abrieron una alcantarilla y volvieron a salir a la superficie y como en una película de Hollywood robaron vehículos para huir. Lograron salir de la ciudad, pero ya en la carretera rumbo a Navojoa las autoridades los interceptaron, según explicó la procuradora general de la República, Arely Gómez. El viernes se suspendieron las clases y se pidió a la gente que no saliese de sus casas. Antes de las diez de la mañana, después de seis horas de tiroteos, Joaquín Guzmán Loera había sido detenido. En su camiseta gris con la que fue inmortalizado, traía la mugre que daba fe de la persecución. «Pinches federales, ya nos gancharon (atraparon)», dijo mientras le esposaban.
Aguantó ocho horas de interrogatorios, examen médico y hasta le dieron ropa para cambiarse y presentarlo ante los medios. Tal vez los contactos para su película le traicionaron, pero ayer ya lo habían captado las cámaras de televisión: apareció apenas unos segundos, agarrado por el cuello por marines mexicanos mientras se le subía al helicóptero que lo trasladó a la prisión.
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