Política

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El conductor bolivariano

Nicolás Maduro / Vicepresidente y canciller de Venezuela

La Razón
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Nicolás Maduro, de 47 años, nacido en Caracas y actual vicepresidente de Venezuela, se ha convertido en el hombre fuerte del Gobierno de Hugo Chávez después de las elecciones de octubre. Pero la recaída de la enfermedad cancerígena de Chávez y su tratamiento en Cuba le sitúan como el hombre destinado a continuar con el proyecto bolivariano del comandante. O por lo menos intentarlo. Puede decirse que Maduro ha sido el hombre fiel y confidente de Chávez desde que le demostró su amistad en los momentos más difíciles cuando estuvo en la cárcel por la intentona golpista de 1992. Maduro, que no es militar y carece de estudios, fue conductor de autobuses del Metro de Caracas y de ahí dio el salto al sindicalismo hasta convertirse en el presidente del asociación de trabajadores del suburbano. Maduro fue un sindicalista hecho a sí mismo que se pasó a la política en busca de mayor proyección. Se alistó en las campañas electorales de 1998 y 2002. A partir de esa época, Maduro hizo una gran carrera personal controlando desde los sindicatos hasta el Partido Socialista Unido de Venezuela o el Movimiento V República. En las campañas se encargaba de las visitas a los barrios y a los círculos de estudios para ayudar socialmente a los más desfavorecidos. La mayoría de las veces hacía de chófer de Chávez. Era el hombre al volante, el que caminaba siempre por detrás del comandante. En 2006, Chávez le designó presidente del Parlamento y en agosto de ese año lo nombró Canciller. Maduro ha sido el ministro de Exteriores de Venezuela que más ha durado en el cargo. Estuvo seis años hasta que Chávez este otoño le nombró vicepresidente. Desde que trascendió la enfermedad de Chávez, Maduro fue el encargado de informar a los venezolanos de su primera intervención y le acompañó en varios viajes a La Habana para continuar con su tratamiento. Maduro es un convencido izquierdista que fue líder estudiantil maoísta, aunque ahora dirige el ala más moderada del partido. «No recomiendo que nadie sea vicepresidente porque no es cosa fácil aguantarme», bromeó Chávez cuando tras las elecciones le nombró como su «número dos». El comandante supo así premiar los años de fidelidad de su escudero. Lo que nunca ha tenido Maduro es el carisma populista de su jefe.