Elecciones en Francia
El enigma Macron
Asalariados, con estudios superiores y urbanitas son el arquetipo del votante del liberal Emmanuel Macron, que consigue pescar en casi todos los caladeros ideológicos, de izquierda a derecha, con su «sonrisa de márketing».
Asalariados, con estudios superiores y urbanitas son el arquetipo del votante del liberal Emmanuel Macron, que consigue pescar en casi todos los caladeros ideológicos, de izquierda a derecha, con su «sonrisa de márketing».
Es mediodía y los trabajadores de las grandes multinacionales que ocupan los rascacielos de La Defensa en París hacen cola en uno de los camiones de comida rápida que ocupa la plaza central del barrio de negocios por antonomasia de la capital francesa, uno de los distritos financieros más importantes de Europa. Esperando su turno para comprar un sandwich antes de volver a la oficina están Jean Pierre y Laure, dos treintañeros que trabajan en la sede de una importante empresa de telecomunicaciones. A una semana de la primera vuelta electoral, la política domina las conversaciones de la pausa de cuarenta minutos que tienen para almorzar. Él tiene claro que su voto irá para el emergente liberal Emmanuel Macron, lo hará de forma militante. Ella también, pero lo hará por descarte. «Macron es el único candidato con un discurso europeísta claro y sorprende porque en realidad es el único que no viene de la política francesa tradicional», dice Jean Pierre, que lleva viviendo en París desde que terminó sus estudios de Comercio en el sur de Francia. Para Laure, la opción de Macron se impone «para frenar a Le Pen», aunque coincide con la líder ultraderechista en reprochar a Macron que sea un candidato con mucha sonrisa «de márketing y pocas convicciones reales». Los perfiles de estos dos jóvenes, asalariados, con estudios superiores y residentes en grandes urbes, son el arquetipo del votante de Macron. Aunque en realidad, el ex titular de Economía de Hollande fuese un perfecto desconocido para estos treintañeros si les hubiésemos preguntado hace tan sólo un año. Pero por entonces, el joven ministro ya reflexionaba en la sombra sobre su estrategia política para asaltar el Elíseo.
Nadie sabe aún cómo acabará la aventura política de la única figura emergente de la política francesa actual, pero su propia existencia ha obligado a resetear todos los posicionamientos iniciales de los demás candidatos. Macron es el candidato a batir porque pesca en casi todos los caladeros ideológicos. Desde el anuncio de su candidatura en otoño pasado, no ha parado de engrosar su porcentaje de intención de voto y se mantiene entorno al 24% en un codo a codo con Marine Le Pen. Pero pese a los buenos datos, los expertos de las demoscópicas coinciden en advertir que el voto de Macron es el más volátil debido a su novedad. Más aún si consideramos que un 36% de los franceses que tienen claro que irán a votar, están todavía dudando entre más de un candidato, según una encuesta de «Le Monde». Dudas que afectan menos a los extremos y se instalan en el centro. Pascal Cauchy, profesor en el Instituto de Políticas de París señala a LA RAZON que Macron «al principio se ha beneficiado tras los procesos de primarias de los grandes partidos de dos perfiles muy nítidos y anclados a derecha e izquierda como los de Fillon y Hamon respectivamente, que le han dejado mucho espacio en el centro». Muchos franceses han querido ver en la figura de Macron la madera de un líder como De Gaulle, pero en las últimas semanas su campaña ha entrado en una zona de indefinición política que le puede costar cara. Sus posiciones respecto a asuntos tan sensibles como la cuestión nuclear, el conflicto de Siria o las relaciones con Trump están cargadas de matices e incluso de titubeos a diferencia de otros candidatos que no han dudado en atacar su voluntad de contentar a unos y a otros. «Usted es capaz de hablar siete minutos seguidos sin decir absolutamente nada, es el vacío», le espetó Le Pen en el primer debate entre candidatos en TF1.
Una ambigüedad que cala también en muchos sectores de izquierdas. «Es un liberal de derechas disfrazado de progre», dice Paul, estudiante de Medioambiente en la Universidad Pierre y Marie Curie de París. Un retrato con el que las voces izquierdistas intentan parar la sangría que en un principio produjo en sus filas el fenómeno Macron.
Mickael Nogal es un joven estudiante de Relaciones Públicas de padres españoles. Era militante socialista e hizo campaña por Hollande en 2012, pero se decepcionó durante el quinquenio y vio en Macron una figura que quiere romper la endogámica estructura política francesa. «Es verdad que Macron trabajó en el banco Rotschild, pero esto es algo que no va en su contra. Por primera vez un candidato conoce de verdad el sector privado y no ve la política como una profesión, sino como algo temporal. Macron en 15 años ya no estará en la vida política francesa», dice Mickael, intentando despejar la eterna sombra de banquero que para algunos votantes de izquierda pesa sobre su currículum, y ya de paso la de la edad en un país acostumbrado a presidentes sexagenarios.
Varios diputados socialistas le reprochan que se crea el nuevo Kennedy de la política gala y muchos culpan de forma directa a su mentor: François Hollande. En 2014, a mitad de mandato, el todavía presidente francés consumó su giro liberal nombrando a Macron ministro de Economía en sustitución de Arnaud Montebourg, uno de los baluartes izquierdistas del Partido Socialista.
Hijo de un profesor de Neurología y de una doctora en Medicina, Macron nació en Amiens, al norte del país, una región azotada por la crisis económica y las deslocalizaciones. Sin embargo, su currículum está más pegado a las escuelas de prestigio parisinas que a un mundo obrero que lo observa con desconfianza. Estudiante brillante, su pasión por la filosofía y la literatura han marcado su vida evocando la vertiente humanista de otros presidentes de la historia de la V República como Mitterrand. Estudió Filosofía y fue ayudante de uno de los impulsores del mayo del 68 francés, el filósofo Paul Ricoeur. Su esposa, Brigitte Trogneux, 20 años mayor que él, fue su profesora de francés y quedó «subyugada por su talento en la escritura», según han contado a la Prensa algunos de sus compañeros de instituto. Ambos forman la pareja de moda en Francia y tienen pocos reparos en exponerse en las revistas del papel couché. Sin embargo, el candidato mostró un visible enfado en la televisión pública cuando se le preguntó por su «imagen narcisista» y su cuidada aparición en este tipo de publicaciones. «No soy el propietario de ‘‘Paris Match’’ ni llamo a fotógrafos. Más bien me llaman a mí y me dicen esto es lo que hay».
Para los editoriales de la prensa de izquierdas, Macron es el perfecto heredero de la tercera vía de Tony Blair adaptada a los tiempos en su versión 3.0. Una especie de nuevo laborismo que ya tiene referente en el canadiense Justin Trudeau y busca ahora su sitio en Europa ante la crisis generalizada de los socialistas y las versiones duras de la derecha que intentan salir al paso de los populismos. Un verso suelto de la política francesa que agrada tanto en Bruselas como en Berlín. Pero sobre todo, en el Elíseo.
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