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Los republicanos cierran filas con el candidato de Trump

Finalmente la mayoría del partido del presidente en el comité de Justicia no se rompe y el juez gana la nominación con 11 votos a favor y 10 en contra. Se someterá en un plazo de una semana al veredicto del Senado.

Unidad republicana. Los senadores Crapo (Idaho), Flake (Arizona) y Graham (Carolina del Sur) fueron ayer instrumentales en lograr que la mayoría republicana aprobara la nominación de Kavanaugh
Unidad republicana. Los senadores Crapo (Idaho), Flake (Arizona) y Graham (Carolina del Sur) fueron ayer instrumentales en lograr que la mayoría republicana aprobara la nominación de Kavanaughlarazon

Finalmente la mayoría del partido del presidente en el comité de Justicia no se rompe y el juez gana la nominación con 11 votos a favor y 10 en contra. Se someterá en un plazo de una semana al veredicto del Senado.

Llegó la hora de votar. Tocaba decidir si el Comité Judicial del Senado de los EE UU aprobaba enviar la nominación del juez Brett Kavanaugh a sus colegas del Senado. Corría un viento eléctrico, de expectación histérica. Millones seguían el drama desde sus casas y otros en los televisores de los bares, las radios del taxi o las pantallas de las tiendas de electrodomésticos. Estaban todos los miembros del comité. Menos el senador republicano por Arizona, Jeff Flake. Que seguía detrás de los focos, negociando. Al fin, cuando estuvo delante del micrófono y tras ser increpado por un grupo de mujeres, anunció que votaría a favor de Kavanaugh sí y sólo sí el comité permitía una investigación de una semana del FBI previa a la votación del Senado. Una opción que aceptaron los republicanos tras la petición de los demócratas y que por lo tanto retrasará la decisión final sobre la candidatura a la Corte Suprema al menos una semana.

Este receso permitirá que el FBI realice una investigación complementaria sobre los antecedentes del candidato de Donald Trump a la Corte Suprema, previa a la votación del Senado –donde los republicanos tienen mayoría– que tomará la decisión final.

La Cámara Alta accedió así a la exigencia de las supuestas víctimas de Kavanaugh y de los demócratas para que el FBI inicie las averiguaciones sobre las acusaciones que pesan en su contra y que podrían minar su nominación al Supremo.

El presidente Trump reaccionó rápidamente: «He ordenado al FBI que realice la investigación complementaria sobre el historial del juez Kavanaugh. Como lo solicitó el Senado, esta actualización será limitada y debe estar completada en menos de una semana».

También la supuesta víctima de acoso, Blasey Ford, se manifestó sobre la decisión de poner en marcha una investigación. A través de un comunicado de su abogada, señaló «que la investigación no deberían tener ningún límite».

Ya lo comentaba el senador Lindsey Graham, a la salida de la sesión. Graham, recuérdenlo, abandonó ayer el Senado convencido de que lo del juez Kavanaugh fue una cacería. Una picadora de carne humana. Una maniobra fraudulenta a fin de condicionar los votos del legislativo. Pero ayer, zorro viejo, parecía más ecuánime. «Creo que los Demócratas concederán que, si hacemos lo que dijo Jeff, terminará la disputa respecto a este proceso. Al menos [estarán de acuerdo] unos pocos. No espero que ninguno de ellos vote a su favor, pero si le pedimos al FBI que estudie lo que tenemos, como mucho una semana, no más de una semana, concluirán que estaríamos ante un proceso mejor. Jeff está haciendo todo lo que puede posible para unir al país y que votemos de la mejor manera». Ahora bien. Alguien tendría que explicárselo al presidente Trump. Graham, feliz de situarse delante de las cámaras, decidió nombrarse voluntario.

Entre tanto, en la calle, y también en las oficinas de no pocos senadores, la gente lideraba protestas. Hubo lágrimas. Pancartas. Gritos. La gente, retorcida de dolor, acusaba a los republicanos de poco menos que cómplices del patriarcado y valedores de una cultura de la violación y sinvergüenzas sin escrúpulos y etc. Los medios, ligeramente menos voraces, coincidían en su condena a Kavanaugh. ¿La consigna? Creemos a Kavanaugh. ¿Por qué? Porque nadie puede decir lo que dijo Blasey Ford, y decirlo con su aplomo, su gracia, su ingenuidad, su miedo, y estar mintiendo. ¿Seguro? Sí. Y además, porque la mayoría de las veces la gente no se inventa cosas así y, encima, quién querría ver arrasada su vida si todo fuera un embuste. Quiere decirse que los medios han dictado sentencia en base a estereotipos (Las mujeres son víctimas. Las mujeres no mienten) y estadísticas (a falta de pruebas, más allá del testimonio y la palabra de cada cual, sentencian contra Kavanaugh fijándose en la prevalencia o no de la mentira en casos similares).

Por si fuera poco las senadoras permanecían de pie, silenciosas, en protesta por lo que consideran una injuria. La mayoría de los columnistas, imparciales, objetivos, neutrales, arrancaban sus comentarios afirmando que Blasey «contó los abusos que sufrió». No «ofreció su versión de los hechos». No «los supuestos abusos». No. Los abusos tuvieron lugar. La única duda estriba en si Kavanaugh miente a sabiendas o sí, subsumido él mismo en una cultura de violencia y opresión, había borrado el incidente porque ya entonces, año 84, juzgó intrascendente lo ocurrido.

En la jornada de ayer, Kavanaugh ganó una primera y crucial batalla: logró que los republicanos cerraran filas en torno a él. Ahora se enfrentará a la investigación complementaria que seguirá siendo retrasmitida.