Yihadismo
El odio de Abdeslam: «Mi silencio es mi defensa»
El terrorista comparece por primera vez desde su detención y se niega a colaborar con la Justicia
Salah Abdeslam no tiene intención de colaborar con la Justicia, ni siquiera para intentar exculparse. El único terrorista superviviente de los atentados de París en noviembre de 2015, que acabaron con la vida de 130 personas, se negó ayer a responder las preguntas del Tribunal Correccional de Bruselas, en la que supone la primera vista oral a la que ha tenido que enfrentarse este joven de 28 años,criado en el barrio bruselense de Molenbeek.
«Mi silencio no me convierte en criminal, es mi defensa», sentenció Abdeslam a la vez que aseguraba que «no tengo miedo ni a usted ni a nadie», dijo al fiscal. Añadió que «los musulmanes son juzgados y tratados de la peor manera, sin piedad» y pedía al tribunal basarse en las «pruebas tangibles y científicas» y no «ceder a la presión pública».
La Fiscalía pide 20 años de prisión y el cumplimiento íntegro de al menos 13 de ellos, lo que incluye la privación de sus derechos civiles y políticos. El juicio que comenzó ayer retomará sus sesiones este jueves y tan sólo se encarga de dilucidar el papel desempeñado por Abdeslam en el tiroteo sucedido en el piso de Forest. Este mismo viernes podría producirse un veredicto. La Justicia francesa será la encargada del juicio por los atentados de la sala Bataclan, pero todavía se desconoce cuándo comenzará el proceso. Tras la masacre de París, Abdeslam permaneció huido durante cuatro meses y se convirtió en el fugitivo más buscado de Europa.
El 15 de marzo de 2016, en una inspección rutinaria llevada a cabo por la Policía francesa y belga en el municipio bruselense de Forest se produjo un tiroteo que terminó con la vida de Mohamed Belkaid, un yihadista argelino, y con tres agentes heridos. Los dos ocupantes del piso huyeron. Las huellas encontradas demostraron que uno de ellos era Abdeslam y que este inmueble estaba siendo utilizado como guarida para planear nuevos ataques.
Pero esta nueva huida de Abdeslam duró mucho menos tiempo. Sólo tres días después fue detenido en casa de unos conocidos en la calle de Quatre Vents en Molenbeek, en el mismo barrio que le vio crecer y a apenas unos metros del domicilio de sus padres junto a Sofien Ayari, el otro fugitivo tras el tiroteo.
Cuatro días después, el 22 de marzo, Bélgica sufrió los mayores atentados terroristas de su historia con dos ataques perpetrados en el aeropuerto de Zaventem y la estación de metro de Maelbeek que mataron a 32 personas. Los investigadores sospechan que la captura de Abdeslam aceleró los planes de estos atentados y que sus autores pertenecían a una misma célula también responsable de la matanza en París y del atentado frustrado en un tren que realizaba en trayecto Ámsterdam-París en 2015.
El silencio de Abdeslam no fue ayer emulado por Ayari, un tunecino de 24 años que negó haber disparado contra los agentes y también exculpó a Abdeslam. A pesar de que la Policía sí encontró huellas de Ayari en las armas utilizadas, el joven asegura que sólo había manipulado los artefactos días antes. Una explicación que la Fiscalía no cree. Pero con huellas y sin huellas, para el Ministerio Público desde el punto de vista jurídico tanto Ayari como Abdeslam son coautores de intento de homicidio terrorista.
Abdeslam fue trasladado ayer desde la cárcel de máxima seguridad de Vendim-Le Vieil, cercana a la ciudad francesa de Lille y seguirá yendo a dormir allí cada día mientras dure el juicio sin pernoctar ni un día en el país que le acogió a él y a su familia. En medio de un impresionante dispositivo de seguridad, el detenido no pudo ser grabado por las cámaras, pero los periodistas presentes describen a un Abdeslam con barba poblada, pelo engominado y desafiante. Durante los meses que ha estado preso, el mutismo ha sido la nota dominante. Su letrado, Sven Mary, habituado a procesos difíciles, estuvo a punto de tirar la toalla por su falta de colaboración.
Los rasgos de la personalidad de Abdeslam siempre han sido difíciles de definir. Su biografría le presenta como un joven pusilánime, con pocos estudios y una vida laboral errática (fue despedido en la red de transportes urbana por no acudir a su puesto), con antecedentes por tráfico de drogas en un bar regentado junto a su hermano (muerto tras inmolarse en los atentados de París) y otros delitos de poca monta. Con nulo interés por la religión y visitas poco frecuentes a la mezquita. Bebía y salía con chicas.
Aunque se barajó que en los atentados de París pudiera ser preso del arrepentimiento, su supervivencia parece ligada a que simplemente el cinturón de explosivos que llevaba en esos momentos no se activó, quizá porque no se atrevió a pulsar el botón. Se desconoce si era el cerebro de los atentados o sólo un mero trasmisor de mensajes con habilidad para esconderse y buena suerte.
«Júzguenme, hagan lo que quieran conmigo, pongo mi confianza en Alá», declaró ayer antes de volver a guardar silencio.
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