Oriente Medio
El rey Salman rompe con la gerontocracia saudí
Destituye a su sobrino Mohamed bin Nayef como heredero y asciende a su hijo Mohamed bin Salman, de 31 años, en plena crisis con Qatar.
Destituye a su sobrino Mohamed bin Nayef como heredero y asciende a su hijo Mohamed bin Salman, de 31 años, en plena crisis con Qatar.
Algunos lo tildaron de golpe de Estado palaciego y otros aplaudieron la medida, pero sin duda la decisión del rey Salman de Arabia Saudí de poner a su hijo, Mohamed bin Salman, de 31 años, como heredero abre la vía a una nueva línea de sucesión en la monarquía saudí, hasta ahora reservada a los hijos directos del fundador del reino, Abdel Aziz. El decreto sucesorio del rey Salman llega en medio de la crisis diplomática entre Qatar y Riad, con sus aliados del Golfo, que acusan a Doha de llevar una política de doble rasero por apoyar el terrorismo y un acercamiento a Irán.
La designación de Mohamed bin Salman para reemplazar a su primo Mohamed bin Nayef, que hasta ayer era primero en la línea sucesora, fue aprobada por 31 de los 34 miembros del Consejo de la Lealtad, un órgano que fue creado en 2006 para garantizar una transición pacífica del poder. El ex príncipe heredero pierde también sus cargos de viceprimer ministro y ministro del Interior, mientras que el príncipe Bin Salman ha sido ascendido no sólo como heredero de la corona, sino también como viceprimer ministro, que suma al cargo de ministro de Defensa que ya tenía.
Bin Salman es visto como un dirigente reformador, alguien con una visión política neoliberal para intentar salvar la economía de Arabia Saudí de la desastrosa caída de los precios del petróleo. El ahora heredero al trono comenzó una vertiginosa carrera política en 2015 y se puso al mando de una estrategia económica, denominada Visión 2030, cuyo reto es hacer que el reino deje de ser dependiente del petróleo en esa fecha. En la actualidad siete de cada diez dólares ingresados siguen procediendo del «oro líquido».
Otro de sus logros ha sido acabar con el monopolio petrolero estatal, con la salida a bolsa de un 5% de la compañía Saudí Aramco, la petrolera estatal del país. Además de reducir gastos, quiere multiplicar los ingresos tributarios hasta engrosar con 100.000 millones de dólares más cada año las arcas del estado. De hecho, los saudíes no pagaban hasta ahora IRPF ni IVA. Precisamente, el rey Salman ordenó ayer devolver los bonus y gratificaciones eliminados a funcionarios y militares.
Enemigo acérrimo de Irán y con una discurso incendiario, el sucesor al trono defenderá la política exterior saudí que se basa en «la amenaza iraní». No obstante, sus dotes como estratega militar no son muy destacables. Ha dirigido la intervención militar saudí en Yemen para tratar de restaurar el Gobierno derrocado por los rebeldes hutíes, pero la campaña iniciada hace dos años ha tenido pocos progresos. No obstante, la de Yemen es la guerra de Arabia Saudí, sobre todo tras haber perdido influencia en Siria.
Fruto de este ascenso orquestado desde palacio, el príncipe heredero ha tenido últimamente una azarosa vida de relaciones públicas internacionales. Así, Bin Salman ha concedido entrevistas a varios medios occidentales, algo excepcional en el opaco reino saudí, y ha realizado viajes de alto perfil a China, Rusia y Estados Unidos, donde se reunió con Donald Trump en marzo en la Casa Blanca. Estas giras por Asia y África tratan de mostrar al autocrático régimen saudí como un actor fortalecido políticamente en el exterior, que cuenta con un puñado de aliados alternativos a los tradicionales de Occidente.
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