Sucesos

El riesgo de los conversos

El riesgo de los conversos
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Los llamamientos que Daesh realiza a los musulmanes de Occidente para que abracen la yihad y se conviertan en actores (lobos) solitarios, son continuos.

Los llamamientos que Daesh realiza a los musulmanes de Occidente para que abracen la yihad y se conviertan en actores (lobos) solitarios, son continuos. Ante la falta, al menos de momento, de células organizadas que puedan atentar en los países de los «cruzados» (cristianos), la solución es tratar de fanatizar, a través de canales telemáticos, a personas que, por circunstancias personales o por su odio a las naciones en las que se encuentran, estén dispuestos a ejercer algún tipo de venganza. Si se trata de musulmanes conversos, como parece ser el caso del atacante de París, existe un peligro añadido si ha interiorizado el islam como una «guerra santa». Se siente obligado a demostrar de una manera fehaciente su fe. Llegado el momento, ese individuo, con lo que tenga a mano, un cuchillo que pueda pasar a través de los arcos de metales, un coche, un camión o, como proclamaba uno de los portavoces de Daesh, con una piedra o un martillo, atacar a todos los «infieles» que se tenga a mano. Se trata de ataques criminales muy difíciles de evitar ya que la persona fanatizada, una vez que ha tomado la decisión de pasar a la acción, se cuida de seguir su vida como un «ciudadano normal» para no levantar sospechas. Es un peligro que está ahí y que puede exteriorizarse en cualquier momento. Y pone sobre el tapete de la lucha antiterrorista a nivel global el papel que juega el llamado «Cibercalifato», que inunda las redes con numerosas proclamas y, sobre todo, en una cuidada estrategia, difunde a diario decenas de noticias de los atentados que cometen los yihadistas en distintas partes del mundo. Sentado frente a la pantalla del ordenador, el musulmán de toda la vida, o el converso, con una situación personal que le hace especialmente vulnerable a este tipo de mensajes, se siente empujado a participar, en la medida de sus posibilidades, en la yihad. La estrategia quedaría incompleta si no se uniera con las proclamas de que es Alá el que ordena participar en la «batalla contra los infieles» y que, en caso de resultar muerto o suicidarse en lo que llaman «martirio», le aguardan en el particular paraíso que se les ofrece, lleno de placeres en especial con mujeres vírgenes. En pleno siglo XXI, estas situaciones parecían impensables pero el peligro del fanatismo yihadista crece día a día.