Política

Buenos Aires

El «tren de la vergüenza» se puede llevar los votos de los más humildes

Los servicios de limpieza y bomberos retiraron ayer los restos del tren siniestrado el sábado en la estación de Once de Buenos Aires
Los servicios de limpieza y bomberos retiraron ayer los restos del tren siniestrado el sábado en la estación de Once de Buenos Aireslarazon

En la estación de Once en Buenos Aires el ritmo es frenético. Miles de personas se mueven como hormiguitas, es el Día de la Madre, una fecha cuasi religiosa que nadie quiere perderse. Algunos porteños llevan regalos, flores en sus manos; otros, bolsas con carne para hacer el típico asado. De fondo las vías del tren y los operarios, que todavía se afanan por retirar los escombros del tren Sarmiento, convertido en símbolo de vergüenza nacional, y en especial, del actual Gobierno kirchnerista.

El sábado un nuevo accidente ferroviario, que provocó al menos 80 heridos, reavivó la polémica sobre el estado del transporte en Argentina y las críticas contra la presidenta Cristina Fernández, en la recta final de la campaña electoral. El escenario es el mismo donde hace un año y medio murieron 51 personas en un tren de la misma línea de cercanías. Supuso el mayor accidente de la historia ferroviaria argentina y, desde entonces, poco ha cambiado.

María se agolpa en el último vagón, al que llaman «la popular». No hay ventanas, muchos pasajeros se cuelan por lo orificios abiertos en las paradas para ocupar el mejor lugar. Otros colocan sus bicis y fuman marihuana. Algún vendedor pasea un cubo lleno de cervezas, la cumbia resuena con fuerza.

«Viajamos como ganado, qué vergüenza lo del tren Sarmiento, todo siempre como el orto ''culo'' en este país, me indigna pensar que me subo a un tren al que no le andan los frenos, que entran al andén a 30 km, algo totalmente evitable, ¿las decenas de muertos no son suficientes?», se pregunta esta mujer de avanzada edad, que vive en una de las «villas miseria» que pueblan Buenos Aires.

María conforma el grueso del electorado kirchnerista, las clases más humildes que subsisten en el extrarradio bonaerense. La «dinastía K» les otorgó numerosos subsidios que aplacaron durante años su furia, pero las ayudas ya no alcanzan, hacen falta inversiones profundas en infraestructuras, sanidad y educación, ayudas capaces de otorgar oportunidades reales a la población con mayores necesidades.

Por todo esto el nuevo accidente en el tren Sarmiento, el tren de los «marginados», llega en el peor momento. Con el riesgo de que los apodados por Evita como mis «queridos cabecitas negras», los más pobres, vuelvan la espalda a Cristina Kirchner y sus candidatos.