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«Es una catástrofe mayúscula, pero al menos estamos vivos»
La oficina del grupo San José, refugio de los españoles en Katmandú. Algunos cocinan, otros limpian y hasta ayudan a la cónsul con las labores burocráticas
Hasta de una terrible tragedia como la del terremoto del sábado en Nepal –que ya se ha cobrado más de 4.000 vidas– se puede sacar algo mínimamente positivo, como es la solidaridad que están demostrando los trabajadores de la constructora del Grupo San José en Katmandú. En sus oficinas, cercanas al aeropuerto de la capital nepalí, están acogiendo a decenas de españoles que no tienen dónde alojarse en Nepal, así como ayudando a la cónsul honorífica de España con las labores logísticas para conseguir que se evacúe al mayor número posible de ciudadanos una vez se fleten los aviones del Ministerio de Exteriores. La situación en Katmandú tras el seísmo de 7,8 grados, el peor de los últimos 80 años, es caótica. Se han caído cientos de edificios y faltan suministros, luz, agua, víveres... Los empleados del Grupo San José y sus familias han querido compartir su delegación en estos momentos de desconcierto (en total son quince, diez de ellos trabajadores de la constructora). El domingo ya durmieron junto a unos veinte españoles desconocidos, ayer por la mañana eran setenta y, al cierre de esta edición,105. «También hemos acogido a franceses, griegos y kenianos», indica por teléfono desde el «campamento base» José Ignacio Merchán, ingeniero en el Grupo San José. Merchán advierte de que la conversación debe ser breve, pues tiene que ayudar a una pareja de españoles mayores a encontrar un colchón para que puedan pasar la noche.
«Nos hemos organizado por grupos de trabajo: unos han ido a buscar agua, otros comida, otros se encargan de cocinar y racionar los víveres, otros de la limpieza y también de dar apoyo a la cónsul». Y es que según este ingeniero extremeño, «las labores burocráticas también son una parte fundamental para que podamos salir de aquí». En las palabras y la voz de Merchán se perciben las ganas de que todos los afectados que llegan a las oficinas estén lo más cómodos y organizados posible en medio de este drama, aunque lo cierto es que lleva desde el sábado sin dormir. «Estoy muy cansado», reconoce; sin embargo, tanto él como los españoles que llegan a las oficinas –cercanas al aeropuerto internacional– saben que aunque las condiciones no son las idóneas se han salvado de una descomunal tragedia cuyas víctimas no dejan de aumentar desde el sábado.
«Pese al cansancio y las condiciones, el ambiente aquí es de que somos unos privilegiados. Ha sido una catástrofe maýuscula y todavía hay zonas en las que no han logrado llegar para saber qué ha ocurrido». Según cuenta el ingeniero, cada uno vivió el terremoto aquella mañana con mayor o menor miedo, dependiendo en parte de de dónde se encontraban cuando rugió la tierra. Sin duda los ha marcado. Los ánimos de los españoles decayeron cuando no fueron evacuados a primera hora de la mañana como pensaban; por la tarde mejoraron al conocer que el ministerio de Exteriores podría evacuarlos no sólo desde Katmandú a Nueva Delhi, sino que después serán repatriados a España. «Esta noticia ha aumentado el optimismo. Ahora estamos reduciendo el equipaje, porque para que viajemos más tenemos que llevar menos», indica Merchán, que lleva dos años viviendo en Nepal y al que le están esperando en España su mujer y sus tres hijos. Al «campamento base» del Grupo San José llegaron ayer los tres becarios del ICEX India y la esposa de uno de ellos, allí pasaron la noche a la espera de volver a Nueva Delhi, ya que estaban en Nepal de vacaciones. El caso contrario le ocurrió a Lucía, una española que trabaja en el International Finance Corporation en Katmandú. «Justo este fin de semana me vine a Nueva Delhi», señala a LA RAZÓN. La joven se pregunta ahora qué quedará de su hogar en Nepal. «No he podido hablar con ninguno de mis vecinos. No sé si tendré casa aún allí». Su jefa, también española, no ha podido llegar a Katmandú porque la carretera está cortada, por lo que no sabe cuándo podrá ser evacuada.
Guillermo Rogel se puso ayer por fin en contacto con su madre. Es cooperante en una ONG estadounidense en Katmandú. «Está feliz y contento. Eso sí, está durmiendo en la calle. No tiene agua ni casa, pero está vivo, que es lo importante», asegura su amigo Claudio. Hasta el momento hay localizados 349 españoles.
Todavía no han tenido la suerte de escuchar o conocer el paradero de sus seres queridos los familiares de 118 personas, entre ellas los cuatro asturianos que se encontraban en el parque nacional de Langtang, en la zona de Kyanjin Gompa. Noelia, hija de Ángel Hernández, montañero de Ensidesa, reconoce que todavía no han tenido contacto con ellos. «No sabemos nada. Nos dicen que es un área de muy mala comunicación. Esperemos que envíen una misión de búsqueda a esa zona porque hay decenas de personas allí», lamenta la joven asturiana. Los toledanos Rosa Martín y Arturo García «estaban a un día del campamento base cuando ocurrió el primer terremoto, en Labuche. Entonces se produjo la única comunicación telefónica para avisar de que estaban bien y dijeron que no sabían si ir al campamento base a ayudar o irse a Pheriche», asegura Francisco, amigo de la joven Rosa, «pero en estos tres días no han vuelto a contactar con nadie».
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