Política

Elecciones en Alemania

España, ¿el nuevo socio preferente?

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POLÍTICA: Rajoy gana frente a la soberbia Francia y la inestable Italia; por José María Marco

La victoria de Angela Merkel ha sido mayor de lo que los últimos sondeos, bastante erráticos, parecían sugerir. Además, no pierde apoyo electoral. Los alemanes –a diferencia de otros países europeos, como Francia e Italia– respaldan la continuidad, la estabilidad, la prudencia y el sentido común. Alemania se encuentra en una situación mejor que la de casi todos los demás por haber aplicado políticas de austeridad en su momento, y seguir aplicándolas en la actualidad. No hay razón alguna para cambiarlas. Tampoco hay razón para dejar de pedir a los demás miembros de la UE que sigan, en la medida de lo posible, una vía parecida. Angela Merkel y los alemanes han dejado bien claro que no van a dejar a ningún país en la estacada. A cambio, los países con problemas tendrán que aceptar que sus problemas no se van a solucionar con alegrías presupuestarias y monetarias. Que España se vea espoleada en sus políticas reformistas no es una mala noticia, al contrario. El electorado alemán no ha dado crédito a las propuestas de los socialdemócratas, de matiz un poco demagógico. Si se hubieran presentado con los eslóganes y las consignas del PSOE, los socialdemócratas alemanes ni siquiera estarían en el Parlamento. Se habrían convertido en un partido marginal.

Con el respaldo a sus políticas de austeridad, Merkel consigue también el refuerzo de su política europea. Tendrá más influencia en Bruselas y se le abre un campo aún mayor en las negociaciones bilaterales. Esto es bueno para la UE, porque hace prever políticas con sentido, no fantasías de burócratas extraviados en los pasillos de las instituciones. Ganar peso, también aquí, la realidad y el sentido común. Para nuestro país, todo esto resulta positivo. Merkel y Rajoy comparten un estilo de liderazgo, tal vez no demasiado brillante, pero que da prioridad a la negociación sobre la confrontación: diálogo permanente, con otros partidos, con los miembros del propio y también con la opinión pública. Entre los partidos de ambos existen también similitudes considerables, que el PP, en vista del éxito de su colega germano, haría bien en seguir cultivando. Ha quedado demostrado que una política que se dirija a la racionalidad, a la moderación y al sentido de la responsabilidad tiene éxito. Aunque las condiciones sean muy distintas en nuestro país, no hay razón para pensar que esa misma disposición no pueda producirse aquí.

El éxito de Angela Merkel, por otro lado, recomienda intensificar las ya importantes relaciones que mantienen los equipos gubernamentales alemán y español. Es probable que España, gracias precisamente a las medidas tomadas a cabo desde 2012, vuelva a estar en condiciones de ocupar un papel relevante en la UE. El diálogo con la potencia europea que mejor está sorteando la crisis abre importantes posibilidades en este sentido. Alemania es un socio más fiable que otros países más próximos, y España a su vez lo es más que Italia, con problemas de estabilidad, y que Francia, que sigue viviendo en una fantasía. Gran Bretaña, por otro lado, también se enfrenta a problemas con la UE. España, por tanto, puede llegar a ser en poco tiempo un socio preferente para Alemania. Un socio de éxito.

ECONOMÍA: La receta de austeridad marcó la salida de la crisis; por Sandalio Gómez López-Egea

No cabe duda de que Alemania es el motor de Europa y la forma en que ejerza su liderazgo afecta a todos los países de la UE, de manera especial a los que están pasando una situación más difícil, como Grecia, Portugal, España e Italia. La pregunta que se hacen millones de europeos es la siguiente: ¿cambiará el rumbo de la política alemana en función del resultado electoral?

Un análisis objetivo y desapasionado de la situación actual permite observar que Europa necesita a Alemania tanto como Alemania necesita a Europa y, en consecuencia, le interesa velar para que los países con mayores dificultades apliquen las medidas que a ellos les sirvieron para superar la crisis. Esta política no ha sido otra que la de austeridad y contención del gasto hasta conseguir un equilibrio de las cuentas públicas, y la reforma estructural del mercado de trabajo, que devolvieron a Alemania la credibilidad y confianza de los mercados. En consecuencia, esa política se va a mantener gane quien gane las elecciones.

Alemania nos ha dado ejemplo. En 2002, gobernaba el canciller Schröder y arrastraba los problemas de la Reunificación; cerró el año con un 0,6% de crecimiento, una de las tasas más bajas de toda Europa. El paro se situaba por entonces en un 7,7% y las perspectivas de Schröder de ser reelegido disminuían a la vez que el malestar general aumentaba. Alemania necesitaba con urgencia una política económica de austeridad y un cambio en su legislación laboral. Con este propósito, en febrero de 2002 se creó una comisión para modernizar el mercado laboral, liderada por Peter Hartz, con el objetivo de reducir el desempleo e impulsar el espíritu emprendedor. Esta comisión, con el apoyo total de los empresarios y de los sindicatos, elaboró cuatro leyes entre 2003 y 2005, para lograr una reforma estructural del mercado de trabajo, bajo dos lemas: flexibilidad empresarial y responsabilidad social.

En España, el Gobierno de Mariano Rajoy ha llevado a cabo una reforma laboral que sigue, en líneas generales, la pauta puesta en marcha por los alemanes. Lo ha hecho, además, haciendo frente a una dura oposición, no sólo del partido socialista, sino de sindicatos y algunos sectores de empresarios. Sin embargo, aun existiendo importantes diferencias culturales y sociales entre el marco económico y político de Alemania y España, existen suficientes paralelismos y analogías para permitirnos esperar que el equilibrio y la bonanza que han producido las leyes Hartz también se den en nuestro país. De hecho se empieza a vislumbrar el resultado de la aplicación de las medidas.

Por su parte, el ciudadano alemán pide a sus políticos que no tengan que pagar los platos rotos del despilfarro y la falta de control de otros países, sino que lideren un crecimiento económico sano, basado en el esfuerzo y en la competitividad. Es lógico que Alemania vele para que ningún país de la UE ponga en peligro el equilibrio económico que tanto esfuerzo ha costado conseguir y que arrastraría al resto a una difícil situación. Ésta es la baza que los partidos políticos que se presentan a las elecciones ofrecen a sus electores, pero no es menos cierto que, al mismo tiempo, son conscientes de la necesidad de aplicar grandes dosis de paciencia y ofrecer una ayuda eficaz y exigente a los socios comunitarios que eviten su quiebra, que en buena medida significaría la quiebra de Europa tal y como se ha configurado.

Los alemanes saben que cuanto mejor sea la situación de la Unión Europea, mayor será el liderazgo de Alemania en el mundo, por lo que deben conseguir, en conjunto, un equilibrio que sea la mejor garantía de la fuerza de Europa en el mundo.