Disturbios
Estocolmo: el estallido viene del norte
Suecia ha vivido su peor oleada de violencia desde los años 60
Una semana de disturbios en los barrios de la periferia de Estocolmo ha sacado a la luz el malestar de muchos inmigrantes excluidos en la próspera e igualitaria Suecia. La desbordada Policía de Estocolmo, que se vio obligada a reclamar refuerzos de Gotemburgo y Malmö, informó ayer que el vandalismo comienza a remitir, pero la pasada madrugada se extendió a la ciudad de Örebro (160 km al oeste de la capital), donde un colegio fue incendiado y ardieron varios coches. La mayor ola de disturbios que sufre la capital sueca desde los años 60, comenzó el pasado domingo en el suburbio de Husby después de que un inmigrante de 69 años fuera abatido por la Policía. Los agentes aseguraron actuar en defensa propia ante un individuo que les amenazaba con un hacha, pero esta explicación no convenció a los vecinos del barrio que reclamaron sin éxito una disculpa a la Policía. Al final, como explica a LA RAZÓN el diplomático sueco Pierre Schori, «un incidente aislado puede provocar una explosión de violencia en el barrio con mayor nivel de paro de Estocolmo» y extenderse como un mancha de aceite.
A cuarenta minutos en transporte público del centro de la conocida como Venecia del Norte, se encuentra Husby, un barrio pobre de 12.000 habitantes. A simple vista, destacan sus jardines bien cuidados, sus coloridos patios de colegio y sus casas de poca altura. Pero comparte con el resto de los suburbios del gran Estocolmo una alta población de origen extranjero (85%), un gran número de beneficiarios de ayudas sociales (un 12% frente al 3,6% de la capital), un elevado fracaso escolar (un 20% de los jóvenes entre 16 y 19 años ni estudia ni trabaja) y un elevado paro (un 8,8% frente al 3,3% de Estocolmo). Datos que ponen en tela de juicio la política de integración de Suecia, que acoge a inmigrantes de 200 nacionalidades. De sus 9,4 millones de habitantes, un 15% nació fuera de Suecia, que siempre ha sido tierra de asilo para los refugiados de guerra y dictaduras. En este sentido, Schori recuerda que «hace diez años, había más refugiados iraquíes en un pueblo sueco que en Canadá y EE UU juntos». «Trabajamos y pagamos los impuestos, pero nuestros hijos no tienen éxito en el colegio y se quedan con los brazos cruzados, sin hacer nada, durante todo el día. ¿Qué será de ellos?», lamenta un vecino al diario «Svenska Dagbladet». Para Shahnaz Darabi, una iraní que llegó a Suecia hace 19 años, «muchos jóvenes se sientan en casa y sólo ven la televisión de sus países de origen, no aprenden sueco, no tienen trabajo y no pueden avanzar».
El propio Gobierno conservador de Fredrick Reinfeldt, al que los inmigrantes y la oposición socialdemócrata acusan de promover la desigualdad social con su política de austeridad y sus bajadas de impuestos, reconoce la exclusión social en estos barrios. «Sabemos que hay discriminación en estas áreas y estos sucesos no mejoran la imagen de las mismas, donde todo lo positivo que está sucediendo está siendo totalmente eclipsado ahora», aseguró el ministro de Integración, Erik Ullenhag. Mientras, Reinfeldt se limitó a hacer un llamamiento a la calma. «Contamos con grupos de jóvenes que creen que pueden y deben cambiar por la fuerza la sociedad. Seamos claros. Esto no está bien. No podemos permitir ser gobernados por la violencia», advirtió el primer ministro, que aún no ha visitado Husby. En cambio, quien se frota las manos es la ultraderecha de los Demócratas Suecos, que, soñando con sacar tajada de los disturbios en las elecciones de 2014, ha pedido al Gobierno que imponga el estado de sitio en los barrios conflictivos. Precisamente, es allí donde las patrullas vecinales están acabando pacíficamente con los altercados.
EE UU y Reino Unido alertan
Tanto Reino Unido como EE UU recomendaron a sus ciudadanos que se mantengan alerta si viajan a Estocolmo. Las protestas «pueden derivar en un enfrentamiento y en una posible escalada de violencia», asegura el Gobierno de EE UU a los americanos residentes en Suecia. Las autoridades suecas no han ocultado su malestar ante lo que consideran un alarmismo injustificado.
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