Bolivia

El No gana con 54,3 % en referendo boliviano de reelección

El 54,3 % de bolivianos votó No a reformar la Constitución para permitir una nueva candidatura del presidente Evo Morales en 2019.

Evo Morales visita las obras de construcción de la sede del Parlamento Suramericano.
Evo Morales visita las obras de construcción de la sede del Parlamento Suramericano.larazon

El 54,3 % de bolivianos votó No a reformar la Constitución para permitir una nueva candidatura del presidente Evo Morales en 2019.

El 54,3 % de bolivianos votó No a reformar la Constitución para permitir una nueva candidatura del presidente Evo Morales en 2019, según el escrutinio oficial del Tribunal Supremo Electoral, que muestra un avance del 80 %. El porcentaje representa más de 2,3 millones de los sufragios, de un total de 4,2 millones de votos registrados hasta ahora en el recuento publicado en la web del TSE.

De los gritos de "macaco", "dictadorzuelo"o "excelentísimo asesino"a las alabanzas, el presidente boliviano Evo Morales ha cosechado un amplio respaldo en la última década. Desde su primera victoria electoral en 2005 con un 53,7% de apoyo, ha sido reelegido en dos ocasiones con más del 60% de los votos y le han otorgado un Gobierno hasta 2019.

El frenazo económico y los problemas endémicos, sin embargo, amenazan por primera con poner fin a la hegemonía de Morales este domingo, cuando se celebra el referéndum para reformar la Constitución y habilitar al presidente a presentarse para un tercer mandato hasta 2025.

Evo Morales ha forjado su popularidad gracias a un crecimiento del PIB a un promedio del 5% en los últimos diez años y una redistribución de la riqueza que ha reducido notablemente la pobreza. Pese a que Bolivia ha sorteado la contracción que sufre la región, los boyantes índices económicos empiezan a tambalearse. El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó un aumento del PIB del 4,1% para 2015 y del 3,1% para el próximo año, aunque el Gobierno insiste en inflar esas estimaciones.

Bolivia ha basado su riqueza en la explotación de recursos naturales. Tras la nacionalización del sector energético -uno de los mayores éxitos de Morales- el Estado triplicó sus ingresos provenientes de la venta de petróleo y gas. La exportación de hidrocarburos, sin embargo, cayó un 34% en los primeros cinco meses del pasado año, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) boliviano. Un desplome que, sumado al del resto de productos, ha despertado la preocupación del empresariado en los últimos dos años. El modelo productivo presenta otro reto: la industrialización, que apenas alcanza el 16% del PIB.

Para el expresidente de la Cámara de Sendaores, el opositor Carlos Ortiz, “el mayor error de la gestión de Evo Morales ha sido elegir el modelo político equivocado. De esta forma perdió la oportunidad de ser un presidente de unidad, de mejorar la democracia descentralizando el Estado”. Y por el contrario, según apunta a LA RAZÓN el ahora jefe de una de las bancadas de la oposición, “apostó por la confrontación social y la concentración del poder, interviniendo todas las instituciones estatales y confundiéndolas con el partido”. Una dinámica que provocó el “descuido a la atención de los problemas estructurales de salud, educación, vivienda y empleo formal”, indica Ortiz.

La bonanza de la última década no ha servido para consolidar el bienestar social. “Lo contradictorio es que no se aprovechó esta época de bonanza y de importantes ingresos para hacer reformas sumamente necesarias en el campo de la salud y la educación, lo que coloca a Bolivia en una situación de vulnerabilidad, pues al haberse revertido el boom de precios internacionales, es probable que todos los logros conseguidos no se puedan sostener por mucho tiempo”, explica a este diario, Carlos Gustavo Machicado, economista del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD).

El gasto social se redujo un punto entre 2005 y 2012 respecto al PIB. El presupuesto de 2014 contempló una asignación para educación del 6,7% y para salud de 4,1%, un monto en desacorde con los índices de prosperidad del país. Por otro lado, el analista económico subraya dos causas de estos déficits: “la asignación y mala gestión de la inversión, por ejemplo, en una educación superior todavía de baja calidad (...) y en los grupos de poder que impiden hacer las reformas necesarias”.

Asimismo, el crecimiento económico tampoco ha garantizado una mejora de las condiciones de trabajo, todavía muy precarias. Como indica Machicado, “el mercado laboral se encuentra altamente distorsionado y de esa manera se desincentiva el esfuerzo que puedan desarrollar las personas. Por otro lado, las rigideces al empleo han aumentado, lo que ha llevado a que las empresas no quieran contratar trabajadores por plazos largos, lo que ha derivado también en un incremento de la informalidad”. La significativa subida del salario mínimo contrasta con la desprotección de los trabajadores: sólo el 29% cuenta con contrato de trabajo y poco más de una cuarta parte dispone de seguro médico. El ejemplo más flagrante de esta carencia se encuentra en el trabajo infantil, autorizado a partir de los diez años por una ley de 2014, cuya escasa implementación ha atascado la regularización de la situación de esos menores.

Además de los desafíos socio-económicos, Evo Morales ha tenido que afrontar lastres en el seno del poder que han deteriorado su popularidad: la corrupción y la maltrecha Justicia. A mediados de diciembre fueron encarcelados varios dirigentes históricos del partido del presidente, el Movimiento al Socialismo (MAS), por la millonaria trama de corrupción del Fondo Indígena. El último escándalo involucra al propio mandatario boliviano por posible tráfico de influencias, tras revelarse que tuvo un hijo con una empresaria de una compañía china que recibió elevados montos de dinero público.

La corrupción sigue latente también en la Justicia. "Uno de los errores de la Constitución ha sido ese, la elección de autoridades con el voto del pueblo. Lo lamento mucho, me duele mucho", reconoció el propio Morales sobre el fracaso de la elección de jueces por sufragio popular que impulsó en 2011, pero que no contribuyó en nada a transformar el atrofiado sistema judicial. Un 83% de los presos espera su juicio en cárceles donde reina el hacinamiento.

Otra de las contradicciones del mandato de Morales se ha centrado en la lucha de grupos indígenas de la reserva del Tipnis contra la construcción de una carretera que implica la pérdida de casi la mitad del bosque de esa región. Una oposición que durante años se ha convertido en el quebradero de cabeza del presidente. “Queremos desarrollo, pero reconocemos la dificultad que ha habido en ese proceso”, admite a este diario, Víctor Morales, el secretario político del MAS. En ese sentido, tampoco se ha logrado un equilibrio en el respeto al medioambiente, tal y como asegura la directora de la ONG Red Andina de Información, Kathryn Ledebur, quien defiende, en cambio, los éxitos de la gestión del dirigente andino en la lucha contra el narcotráfico.

Según un informe de Naciones Unidas, los cultivos de coca se han reducido en un tercio en los últimos cuatro años. Un logro del que Morales destacó su consecución “sin el apoyo de la DEA”, la brigada antidrogas estadounidense expulsada del país en 2008. La cruzada contra el injerencismo exterior ha impregnado los discursos del mandatario revolucionario, pero, a diferencia de algunos socios como Venezuela, el Gobierno se ha comedido en su aplicación práctica. Una prudencia que, junto a unos vectores económicos favorables, han garantizado la estabilidad del país por una década. Ahora toca amortiguar los efectos de una coyuntura adversa que asoma en la región. Y eso pasa por renovarse.